Capítulo 2.2. Willy.

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Aquella mañana, Vegetta dormía a pierna suelta mientras Willy empezaba a preparar su equipo. Ese día no saldrían juntos: la noche anterior habían pensado que si exploraban los alrededores de Pueblo por separado, podrían encontrar los materiales que necesitaban más rápido. Semillas, madera, todo lo que precisaban para que el huerto que tenían en casa fuera viento en popa. Era un huerto enorme; cada día más grande, de hecho, porque desde que en Pueblo reinaba la paz solo se habían dedicado a él. Poco más había que hacer. Mientras buscaba en los cofres lo que necesitaba para salir hacia los bosques cercanos, vio si boomerang y algo de TNT, y se acordó de las aventuras que había vivido con Vegetta. Las echaba de menos, aunque nunca lo había reconocido.
Vegetta comenzó a moverse en la cama, como si estuviera teniendo una pesadilla. Vakypandy se acercó a su dueño y empezó a lamerle la cara. Ya iba siendo hora de salir, pensó Willy.
- ¡Hey, despierta, que se va a hacer tarde! -dijo aprovechando el ataque de lengua de Vakypandy para despertar a Vegetta.
- ¿Qué hora es? -preguntó Vegetta mientras apartaba a Vakypandy.
- Tarde -dijo Willy, que seguía juntando el equipo necesario para salir a buscar materiales. Por muy temerario que fuera, Willy prefería prevenir que curar: tomó su espada y algo de TNT y recomendó a Vegetta que no saliera desprotegido, por si acaso.
Vegetta tomó su arco. Ya estaban listos para salir. Quedaron en volver a encontrarse en la entrada de Pueblo cuando empezara a anochecer, para juntar lo que cada uno hubiera conseguido y pensar qué podían hacer con ello el día siguiente. Mientras salían de su casa, y aunque ha los había separado antes, Vakypandy y Trotuman estaban peleándose otra vez; en cuanto cerraron la puerta, sus mascotas dejaron de hacer ruido, como si hubieran dejado de pelear. Siempre les había resultado curioso.
Willy se despidió de Vegetta y se separaron. No era habitual que estuvieran tan ocupados que apenas tuvieran tiempo de saludarse y poco más, pensó Willy.
<<Explorar un bosque solo no es divertido>>, pensó Willy. Buscar semillas sin nadie cerca había obligado a Willy a pensar para matar el tiempo; mientras llenaba su mochila, recordó todo lo que había vivido junto a Vegetta. Ni siquiera lograba recordar cómo había llegado la paz a Pueblo, porque en su memoria solo había combates, peligros, viajes a lugares remotos y desconocidos, todas las cosas fantásticas que les habían ocurrido. No se atrevía a decirlo, pero a veces Willy querría que las cosas fueran un poco menos aburridas; decirle a Vegetta que se fueran lejos, a lugares que no conocían aún, a empezar una vida nueva y buscar aventuras. El huerto estaba bien, pero desde luego no era la vida llena de sorpresas que recordaba. Echaba de menos a los zombis, a los esqueletos, a los ogros de dos cabezas. <<¡Echo de menos hasta a las arañas!>>, pensó Willy; solo de pensar en arañas le dieron escalofríos. <<Bueno, no las echo de menos, ¡pero sí todo lo demás!>>.
El tiempo pasó rápido mientras fantaseaba con hazañas del pasado. Demasiado rápido, pensó Willy. Sus tripas empezaron a rugir después de un rato explorando. Era algo tarde, pero decidió parar un momento para comer antes de regresar a Pueblo.
Anochecía mientras caminaba de vuelta. <<Voy a llegar tarde>>, pensó Willy, preocupado por hacer esperar a Vegetta. Aceleró el paso hasta que, cuando estaba ya cerca del lugar donde habían quedado, vio algo que le extrañó: por encima de los árboles, una luz rojiza cubría el cielo, y una nube de humo empezaba a despuntar sobre las ramas. Willy echó a correr sin entender qué estaba pasando. Cuando atravesó el bosque, encontró el origen del humo: 3l fuego estaba extendiéndose por Pueblo, cubierto por una nube negra y por las llamas que salían de los tejados.
Preocupado, Willy corrió en busca de Vegetta. No estaba en la entrada, donde tenían que encontrarse al anochecer. Cuando entró al pueblo, una horda de zombis caminaba por entre las casas en llamas; algunos aldeanos habían sido convertidos, y salían de sus casas para unirse a los demás zombis. Willy sacó su espada y comenzó a atacar a los zombis, que parecían multiplicarse y empezaron a rodearlo. No tenía buena pinta: quizá no había sido buena idea intentar enfrentarse a todos esos zombis él solo. <<¡Vegetta!>>, gritó, esperando a que su amigo estuviera cerca para ayudarlo. No hubo respuesta. ¿Le habría pasado algo? No podía quedarse ahí; a espadañas, logró deshacerse de la horda de zombis, y salió corriendo antes de lo rodearan por completo. ¿Estaría Vegetta en casa? Corrió hacia ella, y al abrir ka puerta solo encontró a Trotuman, su mascota, mitad tortuga y mitad humano, que no se había enterado de lo que estaba ocurriendo afuera: tenía puestas unas gafas de sol y unos auriculares enormes, y estaba pinchando música sin saber lo que estaba pasando en Pueblo.
- ¡Trotuman, pero qué haces! -gritó Willy corriendo a tomar a su mascota- ¡¿Dónde están Vegetta y Vakypandy?!
Trotuman pareció despertar de pronto, y miró alrededor. Cuando vio lo que pasaba en ma calle, pegó un salto y se subió a los brazos de Willy. En ese momento un zombi entró en la casa: Willy se había olvidado cerrarla cuando entró a toda prisa.
- ¡Tenemos que irnos! -dijo.
Sacó el pico y abrió una entrada en la pared; con Trotuman en los brazos, salió por el hueco y corrió esquivando a los zombis que estaban en la calle y que seguían creciendo con número. <<No voy a poder con todos>>, pensó Willy, que no sabía qué hacer. Se estaba quedando sin tiempo. ¿Dónde estaban Vegetta y Vakypandy? ¿Habrían logrado escapar? ¿Estarían también intentando encontrarlos a ellos? Sin más opciones que escapar, se alejó corriendo del pueblo, ya invadido por completo por los zombis; mientras corría, echó la vista atrás y vio a la horda entrando y saliendo de las casas, mientras el fuego devoraba los hogares, cubriéndolos luego con nubes negras de humo.
Cuando estuvo suficientemente lejos, dejó a Trotuman en el suelo e intentó recuperar el aliento. La carrera lo había dejado exhausto, pero no podía descansar hasta encontrar a Vegetta. Seguro que había escapado y se encontrarían tarde o temprano, pensó. Ni siquiera se había parado a mirar hacia dónde había echado a correr; los árboles comenzaban a cerrarse a su alrededor, y a medida que dejaba más y más atrás Pueblo, el cielo tenía un aspecto menos amenazador, cada vez menos dominado por la luz de las llamas y las nubes de humo negro. Empezó a caminar por el bosque, con Trotuman siguiéndolo de cerca y husmeando los alrededores, buscando ingredientes para cocinar algo. La noche se había cerrado sobre ellos; hacía tiempo que no había cambiado. Encontraron un río, y Trotuman miró a Willy; conocía bien esa mirada.
- ¿Quieres pescado, eh? -dijo Willy-. Pesquemos algo, vamos.
Trotuman demostró de nuevo su habilidad como cocinero y preparó el pescado mientras Willy pensaba en Vegetta. Tenía que estar cerca, lo sentía. Decidieron quedarse a la orilla del río a comer. Quizá Vegetta pasara por allí mientras los buscaba, pensó Willy. Mientras comía el pescado, Trotuman levantó la vista, como si hubiera escuchado algo. Miró alrededor, sin soltar su comida.

WIGETTA | Un Viaje MágicoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora