Capítulo 3. Wigetta.

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Vegetta y Vakypandy habían montado un campamento en el claro del bosque; unos troncos servían como asiento improvisado alrededor de la hoguera que habían hecho con ramas y hojas secas. En los árboles y arbustos que rodeaban al campamento, Vegetta había colgado trozos de cristal para que el sonido les avisara si alguien entraba al claro. Willy y Trotuman, algo más tranquilos después de lo que había ocurrido, estaban sentados junto a sus amigos, al lado del fuego. Mientras Trotuman, de nuevo demostrando sus habilidades, cocinaba lo que Vegetta había podido recoger antes de que cayera la noche, Willy les contaba lo que había ocurrido: los zombis que invadían Pueblo, las llamas que se llevaban por delante las casas, los aldeanos que no podían hacer frente al peligro, convertidos poco a poco en muertos vivientes.
- Cuando vi que no había nadie en la entrada del pueblo pensé que quizá estaban en casa, pero ahí solo encontré a Trotuman, en lo suyo, pinchando como si no estuviera pasando nada.
Trotuman miró hacia ellos y guiñó el ojo.
- Yo pensé lo mismo -dijo Vegetta-, pero cuando llegué a nuestra casa Vakypandy estaba afuera, esperando en la puerta, y creí que ya se habían ido, así que me marché con la esperaba de que ustedes hubieran hecho lo mismo. Pensé que habrían intentado luchar contra los zombis aunque tuvieran todas las de perder y luego habrían salido corriendo, así que no podrían haber ido muy lejos...
- Sí -continuó Willy-, intenté hacer algo, pero había demasiados zombis, tuve que escapar, era imposible deshacerse de todos. Así que nos fuimos corriendo, llegamos al bosque, y seguimos caminando hasta que encontramos un río y nos sentamos a descansar y comer algo. Y entonces apareció Vakypandy...
Willy paró un momento. Todavía no se lo creía del todo. Le explicó a Vegetta lo que había pasado: el rayo de luz, cómo volaron por encima del río hasta la otra orilla. Parecía que Vakypandy los había llevado por el aire hasta allí; como si supiera dónde estaban y quisiera reunir al grupo, guiándolos por el bosque hasta el campamento. Vegetta miraba a su mascota mientras Willy le contaba esto; Vakypandy le devolvía la mirada, como si no estuviera pasando absolutamente nada. Lo que le contaba su amigo era increíble, literalmente: era imposible creérselo.
- ¡Tienes que creerme! -suplicó Willy, consciente de que su relato sonaba suficientemente raro como para hacerlo parecer loco-. ¿Has estado intentando hacer magia de nuevo? ¿Puede haber salido mal algún encantamiento?
- ¡Que no, hombre! Debes estar cansado, o...
- Te prometo que lo que ha pasado es cierto, y tengo a Trotuman de testigo. -Willy miró a Vakypandy, que miraba distraída hacia ninguna parte, como si no pasara nada-. ¿Y si es mágica?
- ¡Pero qué dices! -respondió Vegetta-. Siempre ha sido una cabra normal, hombre. Bueno, normal..., sus padres eran una cabra..., bueno, un cabrito, vamos, la cabra macho, y una vaca, por eso tiene esas manchas en el pelo. A parte de eso, la conoces igual que yo y sabes que no es más que una cabra normal. Será mejor que durmamos un poco, que lo de hoy ha sido demasiado y estamos enloqueciendo, me parece.
Willy también estaba agotado; estaba de acuerdo en que sería mejor dormir y empezar a pensar en una solución al día siguiente. Pero había volado: de eso estaba seguro.

{***}

El sol de la mañana era imposible de esquivar en el claro, y la luz sin filtrar por las copas de los árboles despertó a Vegetta y Willy, que habían dormido en el suelo, al lado de la hoguera. El fuego se había extinguido; apenas salía un hilo de humo fino de las ramas, que ya eran poco más que una montañita de ceniza. Todo parecía en calma. A su lado, Trotuman dormía como un tronco, roncando y moviéndose como si estuviera sonando.
- ¿Dónde está Vakypandy? -preguntó Vegetta, que no lograba localizar a su mascota.

- Ni idea -respondió Willy-. Vamos a buscarla. Ya te dije que algo raro estaba passando...

Se levantaron y comenzaron a buscar; era imposible que estuviera en el claro, donde no había ningún rincón en el que esconderse. Fueron juntos a mirar en los alrededores. No tuvieron que buscar mucho.

WIGETTA | Un Viaje MágicoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora