Hogar.

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Se trataba de una fría e oscura noche, la cual era unicamente alumbrada por la luna y la gran ciudad con sus luces de celebración y sosiego. Era una agradable vista para los dos cazadores que regresaban al fin de la última caza, los cuales abandonaban el abrazo del siniestro bosque y se dirigian victoriosos hacia la ciudad. El camino era claro, estaba formado por un sendero que atravesaba los campos y que desembocaba en las murallas que protegian los puntiagudos tejados de las casas goticas que poblaban dicha ciudad. Se trataba de una muralla alta y resistente, defedida por numerosos ballesteros, esta, gozaba de cuatro torres de vigilancia, las cuales eran iluminadas por unos faroles que proporcionaban pequeños haces de luz. La ciudad en sus entrañas contenía nombrosas casas grises en su mayoría, con puntiagudos tejados y alguna que otra reja. La ciudad, a parte de casas, también contenía distintos distritos, cada uno de los cuales estaba especializado en algo concreto: el distrito del comercio, el distrito militar, el distrito de la ciencia y finalmente un cementerio. También había en medio de la ciudad una gran plaza donde se ubicaba el ayuntamiento y una enorme iglesia gotica. En la colina mas alta de la ciudad también había un castillo que avizor, vigilaba la ciudad de posibles rivales, este, era comandado por militares, entre ellos, la orden de los cazadores de demonios. Finalmente, en la parte mas desierta del burgo se situaba un lúgubre cementerio bastante deteriorado pero en funcionamiento y en constante edificación. La ciudad se encontraba cerca de la costa, pero debido al mal temporal nadie bajaba para saciar su ocio.

Los cazadores, exhaustos avanzaban entre los campos, algunos en mejor estado que otros y entre numerosas casas de campesinos pobres, las cuales en mayoría estaban en un estado pésimo. Sus desgraciados habitantes miraban con desagradable cara a los cazadores errantes. No era una vista muy agradable, estaba lleno de gente tirada por todos lados con la cabeza agachada, otros estaban devorando un pan maltrecho y otros simplemente se limitaban a insultarlos y a lanzarles cosas, como por ejemplo piedras o trozos de tierra sueltos. Estas personas habían sido excluidas de la ciudad por falta de dinero o simplemente por que dentro de la ciudad el espacio estaba limitado y era para los que lo pudieran pagar. Era algo injusto, y los cazadores lo sabían.

El cazador Haise era el que montaba el corcel en el que iban los dos compañeros, pues uno de los caballos se había perdido en el bosque. Además Gersh tenía unas heridas demasiado graves como para poder controlar al caballo, por lo que este reposaba en la parte trasera.

Los cazadores pronto abandonaron la maltrecha aldea siguiendo el sendero que los guiaría hasta la ciudad, faltaba poco para que estos pudieran situarse en frente de la muralla, pues las luces anaranjadas de la ciudad cada vez se veían más cercanas a ellos. También pudieron vislumbrar los primeros rayos de sol que iban manchando los campos con su tenue luz, procediente del horizonte. Los cazadores avanzaron a buen ritmo hasta que al final se situaron enfrente de la muralla esperando confirmación y permiso para poder acceder al burgo.

El proceso tardó unos cuantos minutos, mas realizada la identificación, levantaron la enorme puerta de madera y acero que aíslaba a la ciudad del exterior. Llegado este punto, los cazadores entraron y una vez allí se dirigieron al establo, atravesando la plaza central y el distrito del comercio, llegando al distrito militar, donde se dirigieron finalmente al establo. Una vez allí los cazadores desmontaron e iniciaron una conversación, después de tantas horas sin haber abierto la boca.

-Buena cacería amigo mío-Inició Haise.

-Igualmente-Contestó el compañero mientras tomaba asiento en un banco cercano.

-Oye, creo que deberías ir a visitar al doctor y que analizara tus heridas-Dijo Haise mientras se sentaba al lado.

-Dame mi tiempo-Respondió Gersh mientras se retiraba la máscara y la capucha.

Verrückt.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora