Capítulo 3

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Dolor, tristeza, soledad, es lo que siento en estos momentos. ¿Por qué la vida tiene que ser tan injusta? ¿por qué ha tenido que sacarme al ser más preciado de mi mundo? ¿a la única que me llenaba el alma de alegría? ¿por qué justo a mi, cuando soy la persona más frágil y débil?

No quiero esto para mi, me esta perjudicando, tantos recuerdos, tantos momentos junto a ella.... Momentos inolvidables e incomparables.

Cada recuerdo es un sin fin que atraviesa cada parte de mi, ¿por qué tan solo no puedo superarlo? ¿por qué tiene que ser tan difícil?

Acostada mirando una fotografía vieja de mi madre y yo, llorando como siempre suelo hacerlo cuando me encuentro sola en mi habitación.

Nadie estaba a mi lado para consolarme de este sufrimiento, estaba sola. Siempre lo estuve y lo estaré.

Cuando finalmente había tocado el timbre de salida, lo primero que hice fue hechar a correr hasta llegar a mi casa. No se encontraba demasiado lejos, solo a 8 cuadras.

Me había encerrado, Aaron intentaba abrir la puerta para entrar y ver que era lo que me pasaba. Pero no podía, porque le había puesto la cerradura.

No quería ver a nadie, no quería hablar con nadie.

Él era igual que a mi, salimos como a mi madre, cabello castaño solo que oscuro, ojos azules como el cielo, alto de 1,75, sonrisa de infarto y un cuerpo bien entrenado gracias al gimnasio.

- Melody, abre esta maldita puerta si no quieres que la rompa a patadas.- grita desesperadamente, pero no le haría caso.

- Déjame, quiero estar sola.- mis sollozos eran demasiados fuertes que a penas me era entendible.

- Pequeña, abreme, por favor. No me gusta que llores.- dejé de escuchar los golpes insistentes en la puerta.

Me levanto lentamente de la cama y camino de puntillas hasta lograr abrirle la puerta.

Él al verme en tal estado fatal, se abalanza sobre mi y me abraza. Ya no aguanto más y rompo en llanto nuevamente.

- La extraño demasiado, Aaron. La necesito, necesito que esté aquí conmigo.- le digo débilmente.

- Lo sé, pequeña. Yo también la extraño.- deposita un cálido beso en mi frente mientras me toma en sus brazos como a una niña pequeña y me recuesta en el suabe colchón.

- Han pasado seis horribles años y todavía no lo supero, solo faltan 4 meses para que se cumplan los 7 años.

- No pienses en eso, ella todavía esta contigo, tal vez no físicamente pero su alma se encuentra justo en tu corazón.- me sonríe tiernamente.

- No es lo mismo.- susurro mirando a un punto fijo de la habitación.

- Hey, tal vez hacer un poco de ejercicio te despeje la mente por un rato, ¿qué dices de ir al gimnasio?- me propone poniéndose de pie.

- Me parece bien, espera a que me cambie y vamos ¿si?

- Si, haré lo mismo. Te espero abajo.- se marcha dejándome sola para que me cambie.

Me pongo de pie y me dirijo a mi armario, saco un short deportivo con una remera de tirantes azul junto con mis deportivas.

Una vez lista bajo las escaleras y encuentro a mi hermano sentado en el sofá color café que esta colocado en nuestra enorme sala de estar.

Me acerco hasta él y le toco el hombro provocando que de un pequeño salto por el susto.

- Nunca más se te ocurra hacerme algo parecido, casi muero de un infarto.- se toma del pecho exageradamente mientras me mira con una cara de horror.

En mi mente solo estas túDonde viven las historias. Descúbrelo ahora