¿Qué pasó?

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Ganador 1° lugar Concurso Vuelo literario. (Una lesera entero chanta que organizaron en mi colegio, pero igual me gustó <3)

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No me considero una buena persona, jamás he hecho tanto bien como podía o debía a los demás; es más, no estoy ni cerca de ser lo que se llama "un buen chico". Eso tampoco quiere decir que sea totalmente malvado (tal vez solo un poco). Digamos que soy algo así como el termino medio, una tonalidad gris o el vaso medio lleno (o medio vacío, como quieran verlo). Estoy ahí, justo en medio; jamás haciendo cosas buenas, jamás haciendo cosas que sean realmente malas.

Pero, a pesar del efímero tiempo que he vivido, llego a la conclusión de que, al parecer, el ser bueno o malo no influye en lo que será tu vida. Eres bueno, pueden pasarte cosas malas. Eres malo, aún así puede irte de maravilla; no importa.

Si merecía o no lo que me pasó, tampoco importa demasiado. Pero eso no quita mi interés y mis ganas por saber qué me trajo aquí, a este lugar, a este momento de mi vida. Encerrado en agonía entre éstas raídas paredes. Obligado a convivir con cientos de almas en pena, que se pasan la eternidad llorando, lamentándose, recorriendo estos pasillos buscando en vano la paz.

No sé exactamente qué es este lugar. No sé cómo comunicarme con estas melancólicas entidades que están tan sumergidas en su sufrimiento, que apenas notan mi presencia o la de las demás como ellas. No sé qué hago yo aquí y lo más importante: no sé cómo salir.

Desconozco exactamente cuánto tiempo he permanecido confinado, tal vez unos días, semanas o siglos, no tengo como saberlo. Desperté hace algún tiempo en uno de los tantos pasillos que componen este laberinto, completamente desorientado y, debo admitirlo, también asustado. Vestido formal, de traje y corbata negra, con una camisa algo desgastada e impregnado de pies a cabeza con una fina capa de polvo y mugre que, me di cuenta más tarde, predominaba en todos los rincones.

Mis extremadamente inusuales acompañantes solo pasan caminando lentamente por mi lado, con la cabeza gacha, llorando o murmurando cosas tristes que, para mí, carecen de sentido alguno. 

Pero ellos no son los únicos que están aquí junto a mí, hay otros, los he visto un par de veces y, cuando lo hice, me aparté de inmediato de ellos. Siempre caminan en pequeños grupos o en parejas, son muy altos, caminan extraordinariamente rápido y, por más loco que suene, ¡Brillan! Jamás les he oído decir palabra, pero creo que son algo así como los que administran este tétrico lugar. Los he visto tomar a los demás seres y llevárselos no sé a dónde; tampoco quiero averiguarlo, me producen una desconfianza y un miedo terribles.

Recuerdo perfectamente cómo era mi vida antes de llegar a este infierno solitario. Era de esa clase se adolescentes de 16 años que siempre están causando dolores de cabeza a los adultos, especialmente a mis padres. Tenía novia y varios amigos con los que me emborrachaba de vez en cuando, hacíamos grafitis en las paredes de la ciudad y nos escapábamos del colegio. Cuánto nos divertíamos juntos, incluso tenía una banda, estaba destinada a no salir jamás del sótano en donde ensayábamos, pero a ninguno nos importaba eso, solo queríamos pasarla bien.

¿Dónde estaban todos ahora? ¿Se preguntarán dónde estoy? ¿Estarán preocupados? Perdí todo lo que tenía y ni siquiera sé cómo pasó todo esto.

He recorrido cientos de veces estos pasillos que parecen interminables, buscando una salida, pensando en la vida que antes tenía; en los errores que cometí, en todo lo bueno que viví. Mis ojos se llenan de lágrimas, estoy cansado de estar aquí, ni siquiera sé si alguna vez volveré a ver a las personas que amo. En mi frustración, caigo de rodillas al piso, sollozando desesperanzado.

-Mamá... Papá... ¿Dónde están todos?- Digo entre sollozos.

Un par de figuras brillantes llegan hasta mí sin que me dé cuenta y me toman los brazos. Yo, asustado, no reacciono a otra cosa más que a mirarlos aterrado. Y empiezan una rápida marcha, llevándome con ellos, hasta una puerta que de la nada aparece en una de las paredes, me lanzan dentro de la habitación y cierran la puerta tras de mí. El cuarto se ilumina, frente a mí hay una gran pantalla y una voz autoritaria se escucha desde algún lugar.

-¿Sabes por qué estás aquí? –

-...No lo sé...- Pronuncio dubitativo.

Para mi sorpresa, la pantalla se enciende mostrando en ella a mis amigos. La vez que los policías casi nos atrapan cuando dibujábamos grafitis sobre las paredes de un museo. Con solo recordar aquello, un atisbo de alegría ilumina mi rostro. Recuerdo que corrimos como locos por las calles, entre los callejones, incluso saltando una que otra reja metálica; en medio de nuestra carrera, reíamos tanto que nos dolía el estómago.

La pantalla se apagó y volvió a encenderse, mostrando en ella, a mi madre y a mi padre, en unas vacaciones familiares. Nuevamente volvió a cambiar la imagen, y otra vez, y otra, y otra... Mostrando cientos de recuerdos, felices y tristes, mis victorias y mis errores, uno a uno aparecía frente a mí.

-¿Por qué me muestras esto? ¿De qué me sirve?-

Inmediatamente, como respondiendo a mis preguntas, la pantalla se apagó.

-Esto... -Susurró la voz antes de que las imágenes volvieran a aparecer.

Mi último recuerdo, el más nuevo de todos... La última vez que estuve con mis amigos.

Estábamos en una fiesta en la casa de alguien, habíamos estado tocando con mi banda por horas, estaba cansado, había estado bebiendo, quería ir a casa. Me aparté del grupo y entré en una de las habitaciones para buscar a mi novia y ofrecerme a llevarla a su casa. Encendí la luz y entonces lo que jamás debí saber apareció ante mis ojos. Ella estaba ahí, besándose con uno de mis amigos.

Después de eso todo se volvió turbio y confuso. De pronto él y yo estábamos en el piso golpeándonos mientras ella gritaba. No me di cuenta cuando él sacó un cuchillo... 

Y entonces desperté en donde estaba ahora.

La pantalla se apagó y junto con eso las respuestas llegaron a mí sin que nadie tuviera que decirme nada, ya lo entendía todo.

Había muerto.

No estaban preocupados por mí, porque yo ya estaba bajo tierra. La ropa que llevaba era la ropa de un difunto.

Esta información fue como una bofetada, me quedé sin aliento mirando fijo el aparato ennegrecido, sin saber qué decir.

-Estoy muerto- Susurre cuando al fin reaccioné. Y esas fueron las últimas palabras que dije antes de que la angustia se llevara mi cordura.

Las luces se apagaron. Agaché la cabeza. En ese momento me convertí en otra alma agónica en este infinito laberinto, condenado a recorrer los pasillos interminables lamentándome. Si alguien cree que el infierno es como una fosa en donde ardes por siempre, sepa que está equivocado, el peor infierno  de todos no es ver a demonios personificados riéndose de ti o torturándote, el verdadero infierno es vivir con tus demonios internos, aquellos que no puedes ver, aquellos que te torturan sin necesidad de tocarte,  aquellos de los que no te puedes librar por más que quieras y estarás con ellos por la eternidad.

GRITOS AL VACÍO (poemas-poesías-breves relatos)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora