5 de Mayo:
Desperté de golpe y vi que el cochero estaba entrando al patio de un inmenso castillo en ruinas, de cuyas altas ventanas oscuras no provenía un solo rayo de luz, y cuyas almenas derruidas formaban una linea dentada contra el cielo débilmente iluminado por la luna. El cochero me ayudo a bajar y luego desapareció, con carruaje y todo, por una de las tenebrosas aberturas. Después después de unos minutos que parecieron eternos, escuche pasos pesados detrás del porton y vi, a través de las hendijas, el resplandor de una luz que se acercaba. Inmediatamente percibí el sonido de cadenas que se entrechocaban y el chirriar de los pasadores al ser descorridos. Una llave giro y la puerta se abrió de par en par.
Del otro lado estaba parado un anciano alto, de largo bigote blanco, vestido de negro de la cabeza a los pies. Llevaba en la mano una antigua lampara de plata, cuya llama arrojaba sombras vacilantes al agitarse. Me invito a entrar diciendo: -Bienvenido a mi casa. Entre libremente y por su propia voluntad.
No avanzó hacia mi; se quedo quieto como una estatua, como si su gesto de bienvenida lo hubiera convertido en piedra. Pero apenas crucé el umbral avanzó impulsivamente y estrechó mi mano con una mano fría como un hielo...mas parecida a la mano de un muerto que a la de un hombre vivo.
-¿El Conde Drácula?-pregunté.
-Yo soy Drácula...y le doy la bienvenida a mi casa señor Harker.
Me guió a una habitación convenientemente iluminada, en la que se había dispuesto una mesa lista para la cena. Mi anfitrión se quedo de pie, apoyado contra una imponente estufa cuyos leños llameaban y lanzaban chispas. Señaló la mesa con un grácil ademán y dijo:
-Por favor tome asiento y cene a su gusto. Sabrá disculpar,espero, que no lo acompañe, pero ya he cenado.
Cuando termine de comer, me dedique a observarlo. Su cara era rotunda,poderosa, con los orificios nasales arqueados de modo peculiar. Bajo el tupido bigote se vislumbra una boca dura y de aspecto cruel. Los dientes blancos y filosos parecían sobre los labios, demasiados rojos para un hombre de su edad. Tenia orejas pálidas, casi transparentes, y puntiagudas. Sus uñas eran largas y estaban afiladas en punta. Puede resultar extraño al decirlo, pero tenía vello en el centro de las manos.
Cuando se inclino hacia mi me sobrevino una horrible sensación de nausea. El Conde se dio cuenta de lo que ocurría y se aparto discretamente. Mire hacia la ventana y vi las primeras luces del amanecer. Y escuche también el aullido de las jaurías de lobos. Los ojos del Conde brillaron conmovidos.
-Escuchelos... Son los hijos de la noche. Que deliciosa musica- luego se levantó diciendo-:Usted debe estar cansado. Su dormitorio esta listo. Yo debo salir y estaré ausente hasta la tarde. ¡Le deseo que tenga sueños agradables!