Prólogo

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Lo primero que hizo Lili cuando llegó a casa fue quitarse los zapatos. Siempre había detestado llevar tacones, los consideraba una molestia innecesaria.  Aquella noche había tenido la cena de la empresa en la que trabajaba de becaria y, aunque en un momento consideró no llevarlos, decidió que quizás era lo más acorde con la situación.

Soltó el bolso en su habitación y se dirigió al baño para ponerse el pijama y lavarse los dientes. Ahora sus compañeros saldrían de copas, pero ella prefirió volverse a casa. No lo pasaba bien cuando los demás bebían. A ella no le gustaba hacerlo, ya se excedió demasiado en la época de los quince.  Pensó en repasar un rato el examen que tenía la semana siguiente, pero desechó la idea: estaba muy cansada. Así que, decidida, se hizo un chocolate caliente y comenzó a ver el último episodio que habían estrenado de Shameless.

Sus ojos empezaron a cerrarse a mitad del capitulo y terminó quedándose completamente dormida en el sofá. 

El timbre la despertó de su ensoñamiento. Alguien estaba llamando a la puerta. Miró el reloj: Eran las tres de la mañana. Asustada, no quiso levantarse a abrir. Sabía que no sería nada bueno. Escuchó un bufido en el exterior y volvieron a llamar. Se acercó a mirar por la mirilla, asustada. Entonces escuchó esa voz tan familiar que llevaba años hablandole en su cabeza.

-Lili abre la puerta. Soy yo.

Lulu estaba allí.

Estaba mucho más delgada y tenía el pelo muy largo. 

Lulu ya no era Lulu.

Pero sin embargo, olvidando el motivo por el que se separaron, le abrió la puerta.

Y se fundieron en un fuerte abrazo.



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