Día 5

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Nicolás abrazaba con fuerza la almohada de esa amplia cama, mientras se mordía con fuerza sus labios en un intento de no llorar por lo que le había ocurrido recientemente. Sin querer ver a su amo, había ido a la casa de la hermana de este que, gentilmente, le había prestado protección y cobijo cuando no lo tuvo de la persona que más amaba.

—Jaime conchetumadre... Espero que te mueras, ¡de sida por maraco! –Susurró derramando un par de lágrimas más frustrado que antes. ¿Y es que como podía ser de esa forma? Él estuvo esperando a su amo en una noche que debía ser especial. Más lo único que había conseguido, había sido una larga espera, el desprecio y la llamada de un hotel para confirmar la estadía.

Y en su mente volvían a desfilar los besos de esa mañana y la forma en que su amo lo trató, sin duda había sido muy feliz... Pero, al parecer, esto no era recíproco. ¿Por qué no podía tener una vida tan feliz como la de su amigo Edgar con su amo? Golpeó la cama repetidas veces hasta meterse bajo las sábanas. No fue hasta que estuvo cubierto por completo que se permitió seguir llorando.



¿Pero qué acaso el Karma no sería aliada del gatito que sufría en esos momentos?

Lo que vendría a continuación, seguramente ni el mismo Nicolás lo sospecharía en sus sueños de dulce minino.

Jaime se levantó del suelo donde había caído, desorientado a más no poder, después de lo último que esperó que le ocurriera en su vida.

La mujer que lo acompañó, hasta ese momento, lo había pateado de la cama en un intento de mantener la compostura  y no sentirse culpable, de la disfunción de del CEO. ¿Qué no habían intentado? Empezaron con roces, luego a desvestirse, los besos, caricias y por más que esperó, nada. Así que, haciendo gala de todo lo que sabía de Jaime, empezó con un trabajo oral que terminó al final con una mordida vengativa sin lograr el resultado esperado. 

Luego de intentar todo de nuevo y de que Jaime al final solo atinara a disculparse por su bochornosa actuación lo había pateado de la cama. Tomó sus cosas y se marchó tan seria como cuando llegó, ignorando toda palabra o explicaciones perdidas que le daba su acompañante.

Cuando el empresario fue consciente de su penosa actuación simplemente se encogió en el suelo mientras su cabeza se llenaba de preguntas. Había imaginado de todo para que su virilidad hiciera su trabajo: pensar en porno, en alguna chica prototipo que le gustara, en alguna de sus fantasías perdidas y otros recursos que nunca le fueron necesarios con quien suponía, pasaría a ser, su ex amante.

Después de unos minutos y, de decidir que ya no valía la pena lamentarse, decidió salir de su estado depresivo para salir de la habitación. ¿Nada podía salir mal después de cruzar la puerta y dejar la habitación que contuvo una escena que quería olvidar, cierto?

—¡Hey! ¡Cuidado! ¡CUIDADO! –Escuchó los gritos unos metros más allá justo cuando cerraba la puerta y, entonces, los vio. Intentando mantener la calma por unos segundos antes de darse cuenta que él era el objetivo de 5 perros grandes optó por correr por su vida.

—¡No! ¡AYUDA! ¡AYUDA POR FAVOR! –Gritó a todo pulmón antes de girar hacia las escaleras más cercanas que hubieran. Con esos perros dudaba el si quiera vivir para tomar el ascensor hacia el lobby.

Con el dueño corriendo atrás de los canes y él vio algo deslizándose por su bolsillo en cámara lenta.

—¡CONCHETUMADRE! ¡MI CELULAR NO! –Detuvo su caminar mientras sus ojos observaban al objeto caer por todo el espacio que había entre escaleras directo al suelo del lobby. Luego de todo, Jaime solo vio las cosas en cámara lenta: los perros corriendo hacia él, él corriendo mientras sus ojos se cerraban fuertemente al recordar que le quedaban al menos diecisiete pisos por bajar y rezaba a lo que fuera para que sus piernas le dieran para lo que le quedaban.

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⏰ Última actualización: Jan 14, 2016 ⏰

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