Capítulo 7

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—Creo que eso no se va poder, Nicholas— sus ojos se instalan sobre los míos, por lo más hermoso que poseo que deje de mirarme.

—De poder se puede, otra cosa es que te resistas— se acerca peligrosamente a través de la caja, no debe ser así, ni siquiera debe insistir.

—No me resisto, es un simple no...— cuando oigo salir el papelito de la caja registradora. Siento esa paz de libertad. — Son seis con noventa, tu orden estará lista en segundos— no quiero tocarlo, puede que me queme pero de la calentura que estoy sintiendo, no me hagas pecar ¡Recuerda tus reglas, Amelia!

—Con el tiempo me dirás otra cosa— me entrega un billete de diez como si lo que acaba de decir no afectara a mi sistema nervioso y a mi pobre corazón cardiaco.

—No, lo sé, no habrá más que un no—agradezco que mi rostro casi no refleje emociones, puede que por dentro me esté comiendo las uñas pero mi rostro, ni ojos mostrará lo que siento.

—Tu cambio.

—Quédatelo como propina, porcelana— vamos ni siquiera el apodo me queda, ni tengo el perfil de porcelana, por ese mismo hecho mi cabello es castaño, odio mi color natural, más que al maquillaje.

Algo ilógico soy modelo, es raro que ni sepa como colocar mascara para pestañas.

—Gracias, escoge una mesa tu pedido estará listo— lo veo andar con esa postura sexy y con esas posaderas que podrían dejar a las mías como un chiste, pero me gusta el hombre. Ahí sé que debo retirarme.

Estas cosas solo me pueden pasar a mí, solamente a esta castaña de un metro setenta y cinco, mis manos se retiran de la caja para ir corriendo atrás, no sé qué decir, a mi pocas veces me pasa esto, tengo una orden que me está volviendo extraña, ni sé porque si yo soy muy centrada con mis reglas, ¡demonios! Soy tan débil ante un hombre como él.

Siento mi piel transpirar, mis ojos estar como si hubieran consumido alguna droga, y comenzar a sentir algo que no debo, lo conozco como hace un día y poco más. Esto no pasa, nunca sucede, a mí no debe sucederme, ¡Carajo!

—Dame esa orden, yo atenderé al guapo—Dani mira con poca vergüenza su rostro a través de la freidora de papas, se relame como si Nicholas fuera un pedazo de tarta.

—Te la entrego.

Sin rechistar, le entrego que lo hace dudar, yo eso jamás hago si es guapo me lo quedo, pero se quien él es o lo que será.

— ¡¿Con él es con quien te acostaste?!— sus ojos se disparan como los de un sapo, porque saca esas conclusiones. — ¿me estas entregando su pedido porque te lo has mandado hasta la pelvis?— Santo Cielo líbrame de este ser, de dónde saca tanta mierda bucal, apenas conozco al hombre.

—Ni siquiera te acercas a la realidad, y no me lo he mandado hasta la pelvis, eso suena asqueroso.

—Más asqueroso lo que tu hiciste con él, bueno no tiene cara de más de veinte, ¿Quién es él? ¿De dónde lo conoces? ¿Es algún tipo sexy de la universidad?— no puede ser un tipo normal, te lo he pedido desde los trece señor.

— ¡Maldita sea! Trabaja para Samuels— la bandeja vacía que llevaba en sus manos, la suelta por completo, no parece estar bien.

Este hombre puede cambiar de ánimo en segundos.

—No te lo creo, ¿es modelo?— lo mira de nuevo, como si no lo creyera, no es que me he acostado con medio mundo, es un exagerado.

—Aún peor, cantante— murmuro.

Abrázame FuerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora