Recuerdos que olvidar

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Alex y yo salimos del apartamento para dar una vuelta antes que las clases empezara. Decidimos dar una vuelta por el parque que quedaba cerca de mi casa para no distraernos mucho y llegar a tiempo a clase.
Pienso que tengo suerte de tenerlo. De tener a Alex. Siempre ha sido muy bueno conmigo, siempre ha sido quien me ha apoyado, y hasta hoy, siempre ha sido mi mejor amigo.
Nos conocimos en sexto de primaria el primer día de clase. Recuerdo que llegaba tarde aun siendo el primer día, resultó que su hermano mayor le había atrasado el despertador y que solo había tenido 10 minutos para conseguir llegar a clase. Para cuando entró, ya llevaba 5 minutos de retraso, por tanto el profesor no lo dejó entrar, y permaneció en el pasillo, de pie durante casi una hora. Yo no conocía a nadie y el chico me dio bastante pena, además tampoco parecía conocer a nadie, es por eso que me acerqué a saludar. Fue una situación un tanto patética: tras varios segundos mirándolo fijamente conseguí que sus ojos se posaran en mi, fue entonces cuando nuestras miradas se cruzaron. Me levante de mi asiento, sin alzar la mirada, cuando por un descuido pisé uno de los cordones que llevaba desatados, y básicamente me comí el suelo. El rió igual que como lo había hecho en mi apartamento, con su misma sonrisa de siempre. Levanté la mirada, y fue entonces cuando se acercó a mi ofreciéndome ayuda, y pude ver detalladamente su cara dibujada. Recuerdo que por aquel entonces, su cara quedaba recubierta de pecas, al igual que los ha tenido siempre. Debajo de su perfilada nariz, tenía unos labios bastante finos, no muy propios para un hombre pero que en conjunto combinaba a la perfección con el resto de su cara. Fije mi mirada mas hacia arriba, y colgando de su larga cabellera pelirroja, asomaban dos ojos de distinto color, azul y verde. Cuando vio que me quedé mirándole a los ojos, este apartó la mirada. Probablemente, era por eso que Alex no podía socializar con los demás, pues todos lo miraban entre murmullos apuntándolo, al fin y al cabo, tampoco es muy común conocer a un heterocrómico. Pronto me di cuenta que el chico se apartó lentamente de mi como intentando no molestarme. Lo agarré del brazo hasta que, sorprendido, me volvió a mirar. Esta vez procuré no quedarme perdida en sus ojos.
—Mi nombre es Alea Albtraum, encantada.
—No creo que mi nombre pueda sonar igual de interesante que el tuyo, pero pienso intentarlo de todas formas: me llamo, Alex Faux.
Y así fue como conocí a Alex, mi mejor amigo.
Seguimos caminando por el parque y yo no dejaba de bostezar y de quejarme por el calor. Alex solo sonreía y permanecía a mi lado, y a pesar de parecer muy sereno, siempre parecía verse contagiado de vez en cuando por mis bostezos.
Derrepente recordé las palmeras y no pude evitar pensar si realmente se estaba produciendo un fenómeno tan anómalo en una acción voluntaria hacia mi persona o es que Alex tenía malas noticias. No pude evitar preguntar:
—Al, como así has decidido regalarme una palmera de chocolate, no es que sea muy propio de ti que digamos.
—Nada en especial...— dijo tratando de disimular.
—Venga, ¡suéltalo de una vez!
—Esta bien... Veras... ¿Recuerdas que nada más entrar mencione tu cumpleaños?—automáticamente, su cara se apagó, y no pudo evitar mirar hacia abajo como hacia siempre.
—Sí, ¿porque lo dices?
—Resulta ser el día que operan a mi madre y no podré ir.
Su madre padecía cancer desde hace unos años y sabía que en poco tiempo le haría una operación que podía salir o muy bien o muy mal. Lo que no sabía es que sería el día de su cumpleaños. Lo observe de reojo antes de decir nada. A diferencia de cuando era pequeño, los rasgos se le habían perfilado, y sus facciones se habían vuelto más adultas a la vez que atractivas, a diferencia de su mirada que permanecía triste. No pude evitar dar un respingo y sonrojarme, pero rápidamente aparte esa idea de mi cabeza e hice que me mirara a los ojos mientras le dedicaba una dulce sonrisa:
—Alex, ¿desde cuando es tan importante la celebración de mi cumpleaños?—dije medio bromeando—no pasa nada, siempre podemos celebrarlo el día siguiente.
—Veo que no lo entiendes bien Ali, no va a ser solo un día. Es más, ni siquiera voy a poder estar aquí. Debo ir a Francia junto con mi familia durante todo un mes—a pesar de que traté de ocultarlo, mi mirada se apagó, y mi sonrisa entristeció ligeramente.

La verdad estaba asustada, y mucho además, pues nunca había estado tanto tiempo sola. Antes tenía a mis padres. A mi hermana. Pero ahora ellos estaban en un viaje de negocios, y mi hermana estaba de Erasmus durante un año también en Francia. A parte de Alex no tenía ningún otro amigo, nadie quería hacernos compañía a Alex y a mi, tan solo se me acercaban los tíos más babosos del instituto para preguntarme el número, aun que Alex siempre había conseguido alejarlos de mí, y hacerme sentir protegida.

Pero me iba a abandonar por todo un mes, me iba a dejar sola. No intencionadamente, pero se iba. Mi corazón empezó a latir con fuerza, y un golpe sonó fuertemente en mi cabeza haciéndome recordar esa sensación de soledad. Supliqué con la mirada aun que sabía que eso solo le haría sentir peor a Alex, pero no podía estar sola, no otra vez. Los recuerdos vinieron de golpe y aparté la mirada rápidamente para no hacer que Alex lo pasara aun peor. En verdad iba a pasar. Volvería a estar sola.

Encerrada en un solo sueñoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora