Más que mi propia piel

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¿Alguna vez me deseaste la muerte? Se que si. Me lo has dicho vos mismo. Porque si yo me muriese, o vos lo hicieras, se terminaría todo. El otro podría hacer su vida. Libre. Con la certeza de nunca mas volver a ser perturbado. He intentado re hacer mi vida. Lo he intentado con más ganas, teniéndote más lejos, con la creencia absurda de que me odiabas, o al menos ya no me amabas. Lo intenté una vez, y la verdad, es que no lo hice con la fuerza necesaria, porque aun así, seguías siendo más que mi propia piel, ¿o no? Me molesta pensar que quizás nunca te quedes conmigo, y que así, me a quede sola, pensando para siempre en vos. No es justo, y a la vez, pensar en olvidarte, me parece absurdo ahora. Me ha parecido una buena idea en el pasado, y seguramente me vuelva a parecer una buena idea, el día que encuentre alguien que me haga sentir de una manera comparable a la que vos lo hacías. Y si que hubo gente, y si que la hay. Que me hacen sentir incluso mejor de lo que vos me hiciste sentir hace tan poco, la ultima vez. Pero, acá estoy yo, viviendo en donde debiese estar el olvido. Porque vos, sos vos, y no hay nadie que pueda superar eso.

Tengo mil historias en la cabeza...Pero recordaré aquella vez en la que volviste. No recuerdo bien...¿fui yo quien te hablé?

Fue aquella vez en la que había cortado mi pelo hasta los hombros, en honor a tu abandono. Recuerdo como nos encontramos, dos extraños otra vez. No hacia tanto que no nos veíamos, pero parecía una eternidad. Íbamos al lado uno de otro, mirando hacia adelante. Procuraba no acercarme a vos. Como si eso fuera posible. Querías mostrarme la avenida iluminada...
Caminábamos, yo maravillada, y vos complacido, viéndome ver, admirada. Si yo fuese fuerte, todo en nuestra vida seria diferente. Te plantaste frente a mi en el medio de la caminata.

-¿Por qué no queres besarme, Antonia?- Si te beso Alexander, voy a derrumbarme. Pero no te dije nada. Tus ojos me miraban vidriosos. Antes llorábamos, parece mentira. Nos hemos vuelto cada vez mas duros con los años, y eso que no han pasado tantos.

Me abrazaste...y seguimos una cuadra más...yo aun deseando que me soltaras. Hasta que nos sentamos, y con tu cabeza en mi pecho, sin dejar que te viera, lloraste. Una vez te dije que no me gustaba que lloraras, porque los ángeles no debían llorar...¿Por qué me acuerdo de eso, y no de lo que dijimos en aquel momento? Tengo miedo. No me quiero olvidar, y sin embargo los detalles se me van escapando como la arena entre los dedos. No quiero olvidarme de esos momentos, y es por eso que escribo. Porque lo que uno olvida, es como si jamás hubiese pasado, y ¿que haría yo sin la certeza de ti? ¿que haría yo sin una parte de mi?

Al final, rompiste mi fachada, y nos besamos. El contacto de tus labios es siempre tan magnifico. Es que no hay labios como los tuyos. Tienen ese sabor, esa textura, el tamaño justo, tu boca encaja tan perfectamente con la mía. Besas de la forma en la que me gustaría ser besada cada día, así, sin más.

Aquella noche siguió así de maravillosa, como suelen ser los encuentros contigo, mágicos y a la vez terribles, porque sé que terminarán. En la plaza al pie de la fuente más grande, fuimos sorprendidos por aquel hombre, el de la guitarra. Llevo desde entonces preguntandome si eso lo planeaste, o si simplemente el universo se confabula a tu favor para hacerme caer rendida a tus pies, en cada una de las oportunidades. Pero fue uno de esos momentos que uno disfruta al punto de necesitar que terminen, porque sentís que el pecho va a explotarte. Escondí mi cabeza en tu pecho, incapaz de mirar al mundo, con la nariz hundida en tu aroma, con los pensamientos en pleno deleite, torturada por las palabras de la melodía, que describían justamente lo que yo estaba sintiendo por vos.

Esa noche te metiste en mi cama. Hicimos el amor en silencio, en secreto, con mi madre dormida en la habitación contigua. Me dijiste al oído que me amabas mientras eramos uno solo, y luego, te vestiste, y te fuiste

Escribí ese día en un cuaderno: "Supongo que simplemente estamos enamorados a tal punto, que se escapa de la comprensión de todos los que nos rodean, e incluso hasta de nuestra propia comprensión. Se como es él y él, sabe como soy yo(...) Creo que siempre será así.(...) Cuando apoya su cabeza en mi pecho y parece un niño a pesar de toda su fortaleza, me siento totalmente completa." Algunos días después, cuando el estar contigo se empezó a tornar en la situación caduca en la que suele tornarse, escribí lo soguiente: "Últimamente estoy olvidandome de todo. Olvido lo que se supone que debo sentir, olvido al no debo hacer de él el centro del universo. (...) El tema, es que estando con él, esas cosas pasan a segundo plano. Es que cuando estoy con él, siento lo que con nadie. Es algo que se apodera de los dos. Como fue siempre, algo más allá de todo lo que hay. (...) Y luego, cuando él se viste y se va, y yo, caigo en la cuenta de que no es mío realmente, todo se desmorona.
-¿Por qué esa cara?-Me pregunta mientras se ata los cordones. Yo estoy en la cama, desnuda, abrazando la almohada. Y no es nada. Sólo el peso de la realidad. Siento frio en el pecho, porque esta noche, no voy a dormirme en el suyo. Se supone que es así como iba a ser...¿o no? Pero me siento así porque lo amo. Y dejo que sea así porque verlo irse al menos es verlo, y saber que aunque se vaya va a volver. Aún así, me quedo con los brazos alrededor de la almohada, que tiene su perfume, mientras el pelo se me humedece de lágrimas." Y al final, volviste a tomar tu camino. Y yo a creer que te habías ido para no volver. "En el pasado, yo dejé que el hiciera conmigo lo que quisiera, porque le había fallado. Ahora me lastima que me trate todo el tiempo así, que todo el tiempo sea mejor que yo. (...) Es treinta de diciembre y después de una semana sin vernos, me doy cuenta de que estoy cansada de esto."

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