El dia de una antisocial, y la historia de nuestro primer encuentro

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Son la 1 p.m. y en una hora entro al trabajo. Sigo intentando negar al mundo, bajo mis cobijas, con los postigos cerrados, escuchando y oliendo almorzar a los vecinos. Así uno se despierta con los sentidos cansados. Me estiro en mi cama, hoy estoy solo yo...

Es un misterio como de a poco el sexo casual se convierte en una parte casi indispensable de tu vida, al mismo tiempo que la soledad también lo hace. Es un misterio también como la experiencia hace cambiar tu forma de pensar, muy de a poco, pero muy notoriamente. Como de a poco, empiezas a conocerte, como encuentras apetitos y cosas que no sabias que estaban ahí, como dejas de vincular lo físico de lo emocional, aunque eso es mas por costumbre que por aprendizaje, puesto que a la primera de cambio, llega esa persona que te demuestra una y otra vez, que el sexo con amor puede llegar a ser lo mejor, a pesar de no ser tan bueno.

A los pies de mi cama cuelga un cartel que dice "Breakfast in bed", pero hace tiempo que no le hago honores. Me levanto busco algo que ponerme, me aliso un poco el pelo, y salgo de mi apartamento, aunque en realidad esa es una palabra fuerte, puesto que vivo en una pensión, y apenas es un cuarto.

Salgo a la calle y la verdad de un sol radiante, me sorprende, como todos los días. Al entrar en el comercio de la esquina, me hago con una botella de refresco y una barrita de cereales, que empiezo a abrir nada mas haber pagado por ella. En la esquina me cruzo con un taxi, y sin pensarlo me tiro frente a el. Para a un metro de mi. Me subo, saludo, le digo mi destino, y dejo caer de lado mi cabeza, mientras miro por la ventanilla.
Ocho horas mas tarde, y luego de haber dejado otra parte de mi en ese centro comercial, repito la secuencia del taxi, y me vuelvo a casa. Marcho derecho hacia mi mono-ambiente, con una clara intención de no saludar a nadie, es que la verdad, ellos tampoco quieren saludarme, mas cómodo para todos. Hay cosas que son muy fáciles en esta vida, y hay cosas que tienen un grado de dificultad tan alto...que no vale la pena complicar lo que no es complicado.

Al llegar a mi habitación, tiro el bolso a un lado y me tiro en la cama con mi teléfono, hasta que alguien me saca conversación...y así las horas pasan hasta que amanece, me doy una ducha y al fin me quedo dormida.

-Lo conocí en esa red social.-le confieso a mi compañero Gabriel, mientras el pone los ojos en blanco, es una noticia que doy mas a menudo de lo que las personas normales usualmente pueden procesar.

-Y que pasó con el tal...¿como era ese?

-¿Quien? No se. El caso es que voy a salir con Leonardo mañana. Cuando salga del trabajo. No tenia muchas ganas...pero es eso, o quedarme en mi casa...

-Si, esta bien, tenes que disfrutar el momento.-"Disfrutar el momento" si supiese la gente lo mucho que me molesta esa frase, seguramente seguiría todo igual, pero va, me gustaría que nadie mas me dijese algo como eso otra vez.

Tu sabes, llega un punto en las relaciones casuales, en el que empieza a atormentarte el numero de personas al que conoces, y también el conocer mas personas. Llega a ser aburrido, o por lo menos, a mi ha llegado a pasarme. Es que no es fácil...sientes que cada persona da vida, y luego mata a una parte de ti, es como estar cambiando de amigos constantemente. O bueno, sera que solo me pasa a mi. Que solo yo tengo problemas para no involucrarme demasiado, que veo potencial en cada persona, que siento que podrían ser ese alguien que me haga olvidar de ti.

Leonardo tardó cinco minutos mas en llegar al lugar en el que nos habíamos citado, o bueno, la verdad es que yo llegue a un lugar, una cuadra mas allá del que nos habíamos citado, pero no tardó en encontrarme, y burlarse de mi.

Él me gustó en el acto. Veneno en cada uno de sus chistes y un toque personal en cada una de sus anécdotas, ademas, de los siete años que me lleva, hicieron que esa noche soñara con él. Antes, solo soñaba contigo, pero después, cuando empezamos a pasar tanto tiempo lejos, me fui olvidando del tono exacto de tu voz, o la calidad de tus movimientos, y a mi cabeza le cuesta mucho mas hacer una copia de ti, así que supongo que te ha remplazado en mis sueños, porque es lo más fácil. Ojala fuese tan fácil para la parte consciente de mi mente.

Leo, tiene la capacidad para entender mi dificultad en el trato falso con la gente, dice que soy la versión joven y femenina de él. A mi eso me gusta, hasta la parte en que dice; "te queda tanto por aprender, y vas a cambiar mucho..." Yo se que diecinueve años, no son muchos años, pero también se, que de la misma forma en la que nosotros no compartimos el gusto por la falsedad que la mayoría de la gente si comparte, podemos no compartir vivencias, y no lo hacemos. Al final, siempre tengo ese problema, y se que vos también lo tenes, que cuando decimos nuestra edad, dejamos de ser creíbles, porque, "aun nos queda tanto por ver y conocer", figurada y no tan figuradamente.

Hemos vivido muy rápido, ¿sabes? y eso fue lo que nos alejó tanto. Tendríamos que habernos enamorado al menos dos o tres años después de lo que nos enamoramos.

Tenia catorce años y tenia pocas cosas de las que preocuparme. Recuerdo esa parte de mi vida, como la parte en la que fui mas adolescente al estilo convencional; estudiaba, tenia un grupo de amigas, tenia mi propio cuarto, una familia de cuatro, posters en mis paredes, y un desbocado fanatismo por una que otra tontería típica. Era una asidua seguidora de las historias empalagosas, del amor verdadero y eterno, en eso fue que me topé contigo. Y la primera vez que salimos, luego de un millón de maniobras para que a mi madre le pareciera bien, decidiste que era oportuno decirme que me amabas, a mi, a un quinceañera con ganas de tener un amor verdadero, te culpo directamente de la locura propia de una novela en la que con los años, se ha convertido esta relación...fuiste quien lo plantó asi desde el principio.

Recuerdo la primera vez que nos vimos, tan vividamente como si hubiese sido ayer. Recuerdo caminar por el pasillo de la galeria nerviosa, tanto que me dolía el estomago. Tu campera negra, mi camisa a cuadros, esa camisa que aún guardo, a pesar de estar ajada,por simple devoción a aquel momento. Mi pelo largo y negro, que te gustaba tanto, tu perfume que al saludarte con un beso en la mejilla se apodero hasta de la ultima célula de mi corazón, puberto y enamorado. Me acuerdo de que nos tomamos un ómnibus, me acuerdo de que película miramos, y aun lloro cuando la encuentro en algún canal. Recuerdo que me sentía nerviosa, porque no parecías tener intención de besarme. Y lo que mas tengo presente en mi mente, fue cuando entre alguna risueña conversación, ahí abajo, en ese puerto de veleros, te pusiste de pronto serio, te dejaste caer sobre una piedra, miraste tus dedos, flexionados entre si, y dubitativamente me dijiste que me amabas. Lo recuerdo, no lo estoy inventando. Y yo, bueno, no supe que decirte. Cada día de mi vida, siento la ironía de eso, de pensar de que la única vez en la que estoy total y completamente segura de que esa certeza llenaba tu corazón, fue la única vez en la que yo dude, entre si te amaba o no. Luego de decirme que amabas, te pusiste de pie, me levantaste en vilo, y me diste nuestro primer beso mientras girábamos. ¿Como es que la gente pretende que te supere, si esa es la imagen de vos que yo amo?

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