Cuando se deja de ser razonable

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El amor es algo que tiene mucho que ver con la persona que lo da, y a quien lo da. Creo que la forma de amar, no se repite de un amante a otro. Quizás intentar que sea así es lo que ha destruido todos mis intentos de querer, y dejar que me quieran. Porque yo siempre quiero que me den lo que tu me dabas...sin embargo, ¿realmente me concentro en pensar que quieren que yo de? ¿O solo intento contentar a todos con lo que te tenía contento? Y si eso falló; ¿por que sigo usándolo como modelo? Soy una persona de naturaleza reflexiva, nada más necesito aprender a hacerlo bien.

En ocasiones, mis deseos sea han visto contaminados por los tuyos; he planeado dejar todo lo que quiero atrás solo por cumplir tus sueños. Suerte que nunca he tenido el ímpetu como para llevarlo realmente a cabo, y solo se ha quedado en planes, siempre me da miedo que no lo fueses a apreciar, que te fueras y me dejaras sin sueños, y sin ti. Por años he llenado mi futuro contigo, para tener alguna meta por la que luchar, aunque al final no estés ahí, voy a llegar a lo que quiera, usándote como inspiración. Como la gente usa la creencia en ir al paraíso, como un medio para llevar una vida un poco más cercana al prójimo. Es una forma de decir que sos para mi, lo mismo que la fe para un creyente. Y Dios no es precisamente alguien bueno y compasivo, si uno lo piensa por unos instantes.

Cuando yo estaba cursando mi ultimo año de bachiller, conocí a alguien que me dejó ver lo distinto que eres de los demás hombres. Esa persona era, en muchos aspectos, mucho mejor para mi, que vos. Eramos amigos. Nos llevábamos bien. compartíamos aficiones, tiempo de calidad juntos. Cosas que contigo, son hasta el día de hoy muy difíciles, sin importar cuanto esfuerzo haga. La verdad, me equivoqué mucho con él, y no tengo mucho más que decir al respecto.

Fue el año en que menos pensé en vos. Si, aun estaba al pendiente de que hacías, y cada tanto, tipeaba tu nombre y leía que era de tu vida, te veía sonreír con amigos, te veía conseguir algún que otro logro, siempre preguntándome que pensarías tu de mi felicidad, desearía nunca haber experimentado en carne propia lo que se siente. Pero era bastante feliz. Al final descubrí que no tengo la capacidad de hacer dudar mi felicidad...¿seré eso que odio? ¿Soy la típica persona que disfruta de estar mal? Uno llega a hacerse adicto a cierto tipo de mal estar. Quizás es eso lo que me mantiene tan unida a vos. O es algún trauma o enfermedad psicológica, pero soy muy cobarde como para tratar de buscar ayuda para superarte. Es que en parte, no quiero hacerlo, porque no quiero perderte. Porque te he convertido en el motor de mi existencia, aunque sea de la forma menos saludable y lógica posible. Quizás en algunos años me de cuenta de que me diste todo el odio y desamor necesarios para convertirme en lo que quiero ser, a costas de mi felicidad todos estos años. Ademas he llegado a la terrible conclusión de que al final un clavo no saca otro clavo, y que un tornillo que ha dado tantas vueltas, es aun mas difícil de sacar. La gente usualmente me dice que te olvide, que te supere, me dicen lo mala persona en la que te has convertido, y los motivos en los que se basan para eso. La verdad es que yo sola mantengo viva todo esta historia, yo y tus visitas peregrinas, de quien visita una propiedad, para asegurarse de que aun es suya, que los papeles queden en orden, y que no sea confiscada por abandono. Así me siento hoy. Soy ese pedacito de antigua felicidad, ese carbón agotado que no dejas descansar , y venís a soplar una y otra vez, para no dejar que se apague. Y yo la verdad, te quiero, con todo y eso. Aunque desearía que una montaña se te cayese encima. De verdad, lo he pensado muy seriamente.

Usualmente apareces, en los mejores o peores momentos. En los que no necesito mas estímulos exteriores para explotar. Y esa vez, volviste para decirme que querías despedirte de mi, antes de emprender el viaje más largo de tu vida hasta ahora. Viniste a despedirte de mi. ¿Quien podría interpretar eso de una manera diferente a la que yo lo interpreté? Me dijiste otra vez que me amabas. Y yo que acababa de perder casi todo lo que tenía, otra vez, no dude mucho en si creerte. Aunque es solo una escusa, porque la verdad, nunca lo dudo.

Nos vimos una sola vez, que bastó para poner mi mundo aun más patas arriba de lo que ya estaba, por más que yo pensara que no había posibilidad de que estuviese peor. Fue la primera vez que te pregunté con total disposición, si querías que me fuese contigo. No se si realmente lo hubiese hecho. Pero si tenia la total intensión de hacerlo.

Me imagino mucho viajando contigo, imagino el viento en mi cara, la ruta, el sol sobre mi espalda. Vos y yo abrazados, mirando las estrellas en alguno de esos páramos de lo que hay tan bonitas fotos que vos mismo has sacado. Lugares soleados. Una fogata, mis risas a la luz de la lumbre. Vos y yo, amándonos por todos lados.

Mantuvimos el contacto por algunos meses esa vez. Meses en los que yo hice algunos cambios. Me funde una pequeña vida lejos de todos, cambie mi exterior, y mi interior cambió de muchas formas. Conocí mucha gente, obtuve mucha experiencia en varios planos de la vida, me encontré sola, con mis propias responsabilidades, monté esta vida tan mía, y tan alejada de lo que sos vos. Y te pienso, tengo miles de hojas con pensamientos, que son testigos de eso. Te pienso en brazos de otros, y de hecho, varias personas me han oído llorar por ti. Es tan triste que las cadenas de plata se esfumasen. Que las rosas de colores ya hayan existido hace tanto. Que los labios ya se me hayan resecado tanto sin vos. Que nunca le sea fiel a ningún amante, porque siempre engaño a todos con tu memoria. Después de eso, un día desapareciste.

Estaba una noche, sentada justo en esta misma cama, hablando por teléfono con vaya uno a saber quien, cuando me golpeó por un instante una imagen que nunca voy a olvidar; una foto de vos, con ella, sonriendo en tu hombro. Recuerdo ponerme de pie, casi como una autómata y quedármela viendo, pequeña e imperturbable, en la pantalla del teléfono. No veía algún atisbo de vos desde hacia meses, y no había buscado nada. No lo busqué. Yo no quería saber. Pensé en la posibilidad de que estuvieses acompañado por ahí, pero decidí no atormentarme con esa idea, y la idea me había encontrado por fin para atormentarme, aunque más que una idea, era un hecho tangible. Algo que sucedía a kilómetros de mi. Dormías con ella en las noches, no conmigo. La abrazabas. La besabas como me habías besado. Fue un instante el que demoré en deslizarme hasta el suelo, y quedarme ahí llorando, con ese frío horrible en todo el cuerpo, fue el momento en el que peor me he sentido en toda la vida.

Sé que yo ya había estado con otros hombres, y no solo físicamente. Se que le he dicho a otros, con alguna sinceridad, que los amaba, pero siempre he sido consiente de que no te estaba olvidando. Siempre te había dejado ahí para poder saber de vos. Siempre he tenido la certeza de que estas recordándome, o al menos la esperanza. Y en ese momento, solo pensé en que me estabas olvidando. Me olvidabas. Yo me convertía en algo que ya no formaba parte de vos. Ser olvidado es aun peor que morirse, porque en el ciclo de vida tan corto que disfrutamos, ¿puede haber una meta más grande que ser recordados? Creo que eso está aun más arriba de la felicidad. El dejar huella. Y si yo no dejé huella en vos, en la persona a la que he dado tanto, la verdad es que ya no sé que hacer. Eso pensé. Mientras sentía dolor. Me dolía el cuerpo. Me dolía.

Fue cuando decidí, en un arranque de egoísmo, y locura bastante tangible, que yo no te iba a olvidar. Y que si podía hacer algo al respecto, tampoco ibas a olvidarme. La idea creció como una voraz y despiadada criatura en mi cabeza y al final llevé mis planes a cabo. La tinta estaba en mi piel, la fecha de aquella mañana de julio en la que caminé hacia ti, en la que me dijiste que me amabas, estaba sobre mi piel. Algunos prefieren no preguntar, y otros me miran horrorizados, mientras los que mas me conocen, me miran con pena, con la compasión con la que se mira a un enfermo, y sin ánimos de tratar de razonar conmigo, al final le dejaron de dar importancia, como si fuese otra cosa de mi que siempre estuvo ahí. Porque cuando se trata de tí, la gente ha dejado de tratar de hacerme razonar. Porque he dejado de ser razonable.

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