Capítulo 2

51 14 1
                                    

- ¡Señorita! ¿Qué va a pintar hoy? - Me pregunta Junior. Miro la hoja en blanco, luego lo veo a él y le escribo - ¡No sé, ¿qué quieres que pinte?! -. Después de leerlo, me mira por un breve momento. Se queda pensativo, mirando hacia el techo con un dedito en su barbilla. Frunce el ceño, arrugandolo tanto, que termina cerrando los ojos un instante, como si hubieran tantas opciones que no sabe cual elegir.   Cuando se recarga contra mi disparatadamente, paso mi brazo alrededor de sus pequeños hombros y dibujo pequeños círculos en su cabeza, mientras yo recargo la mía en la cabecera. 

- ¡A mí! - Brinca, espantandome. -Quiero que me dibuje a mi señorita, ¿se puede?, si me dibuja y mami lo ve, me dejará venir cuando yo quiera. - Dice, más que entusiasmado con la idea de tener un retrato de si mismo. - ¿Cómo quieres que te dibuje? - Le pregunté ya teniendo una idea. 

Antes de que me pueda contestar, un toque en la puerta nos interrumpe. Mathilde, mujer relativamente"corpulenta" o de "gran cuerpo" entra en la habitación, hasta donde estamos situados en la recámara. - ¿En qué puedo ayudarte? - Le pregunto, poniendo el pizarrón enfrente del cuerpo de Junior, protegiéndolo entre mis brazos. Los dos levantamos la mirada, ya que es más alta de lo que se ve. 

 Se seca las manos en su delantal blanco, decorado en las esquinas con enredaderas, de las que sobresalen flores de distintos colores, unas mas silvestres que otras y... espinas. Muchas espinas. Tejidas como si hicieran un capullo alrededor de una flor, y otra fuese dejada libre a propósito. . . . . . . . . Espina. Capullo. Flor. Espina. Capullo. Flor.

Ese maldito delantal roba toda mi atención, tiene un algo que no me deja apartar la mirada, por un breve segundo me imagine tomándolo en mi manos y pasando mis dedos por la textura del bordado. Los colores se van aclarando en ciertas partes, mientras que otras se oscurecen. Rayos, no se que me pasa que estoy imaginando cosas, algo me incita a tocar. Me pican los dedos, me provoca. Siento una forma oscura y pesada en el fondo de mi mente que me reta, que clama porque tome ese pedazo de tela y lo sostenga bajo mi nariz. Puedo sentir como me cubre una calma ensordecedora que me seduce a inclinarme y dejarme llevar.

¡Solo acerca tu dedo y TOCA! . <<¡Cuidado, saldrás herida!>>

Primera Advertencia.

Parpadeo lo que parece una eternidad para regresar a la habitación, al incomodo acto en donde Mathilde y yo no acabábamos de hablar hace menos de 20 minutos, como si yo fuese una extraña en esta casa.

- ¡Buen día Señorita, Joven! - Hace una reverencia a modo de saludo. - Ya esta lista la comida, ¿Gusta comer en la habitación o en la cocina? - Encuentro irónico el hecho de que me pregunte si quiero comer. Cada día pregunta lo mismo, y nunca pruebo ni un solo bocadillo de lo que prepara.

- Habitación. Y soy un caballero.- Responde Junior, levantando la mano en forma de puño. - Señora, ¿Sabe si nos vamos a cambiar de casa? - Las dos lo miramos sin entender nada, sorprendida por la pregunta, Mathilde reacciona alborotando su cabello, que termina parado en diferentes direcciones.

- No lo sé, Joven Caballero.- Le guiña un ojo color esmeralda. - Esa decisión le corresponde a su querida madre. Pero puedo preguntar, ¿Eso le parece bien?. - Dice, mirándome por aprobación.

Le asiento con la cabeza, indicando también que puede retirarse a traer la "comida", que espero al menos tenga un buen olor. Se retira rápidamente sin esperar una respuesta y musitando alguna excusa. Nos quedamos solos, mirando la puerta entreabierta.

- Tengo un regalo para usted señorita, ya regreso. No me tardo. - Veo como Junior sale disparado de la cama hacia la puerta, corriendo como si su vida dependiera de ello. Aprovecho para levantarme e ir al baño de mi habitación. Después de lavar mi cara y cepillar un poco mi cabello. Observo mi reflejo en el espejo. 

Todo bien. Todo normal. Una simple chica que nunca ha visto la luz del sol. Que nunca se le permitió emitir sonido alguno, solo unos desagradables gorgoteos de garganta que siempre reciben miradas de desaprobación. Que aprendió a manejarse por movimientos de cabeza y manos. Encerrada en su propio mundo. Todo lo que puede hacer es tocar con su lengua las costuras que la restringen de abrir sus labios. No es tan malo. Tengo a Junior. Me digo a mi misma. Trato de convencerme de que estoy bien, tengo todo para vivir, una cama cómoda, ropa linda y suave, mis preciados colores, mi cuaderno de bocetos. Todavía recuerdo el día en que me lo trajo Camile, entusiasmada por su audacia de escabullirse sin ser vista, radiaba como nunca y sonreía encantadoramente. Sus bucles dorados se movían libremente, sus ojos brillaban con una intensidad que me robó el aliento, sus pasos eran más ligeros que de costumbre. Jamás me hubiera esperado que ese recuerdo sería uno de los que me anclaran a la tierra.

Frente al espejo, no puedo evitar compararme con ella y en menos de un parpadeo, mi silueta cambia por la de una mujer pálida, con una mata de cabello negro como el carbón. Su cabello es tanto que lo único que logro distinguir a medias son sus ojos color dorado. 

Oro. Se parecen al oro puro.

Mi visión se torna borrosa y me froto los ojos para quitarme la sensación de niebla en ellos. Un escalofrío me recorre todo el cuerpo hasta las punta de mis pies, siento un cosquilleo en mi mente. Como si me rascaran de la parte trasera y trataran de abrirse paso de poco a poco, sutilmente. Se escucha una voz muy lejos, puedo sentir que me esta hablando. Es fría y cálida a la vez, con un deje de tristeza. << Anuncia tu presencia. . No hay tiempo. . Llegó su hora. . Canta. . Gime. . Llora. .  Anuncia tu presencia. . No hay tiempo. . Llegó su hora. . Canta. . Gime. . Llora. . >>

Segunda Advertencia.

Siento una punzada de dolor en la sien izquierda, tan fuerte que hace que me acuclille en el suelo. Tomo mi cabeza entre mis manos, masajeando mis sienes en un intento de calmar el dolor. Pero solo lo empeoro al sentir como hilos de sangre corren por mi rostro, desde las puntas de mis dedos hasta caer y manchar el suelo, que se tiñe de rojo. Miro mis manos tratando de distinguirlas bien, para descubrir que me han crecido las uñas. Son tan grandes, gruesas, largas y filosas que parecen garras. Trato de apoyarme en el lavamanos para levantarme e ir a... a... a ¿Dónde? ¿Con quién? Otra punzada de dolor.

Tercera Advertencia.

Mi apoyo se rompe bajo mi peso y caigo sobre el mármol quebrado, rasgando mi piel, de inmediato empieza a sangrar. Pierdo el sentido por varios segundos para luego escuchar un portazo y varios gritos de personas, pero el que me llama más la atención es el de una mujer histérica, clamando que la suelten. Reúno fuerzas como puedo e ignorando el dolor, me incorporo un poco sobre mis pies, lentamente. Tropiezo de vuelta a mi habitación, para encontrar mi puerta tirada en el suelo, arrancada desde sus goznes y encima de mi cama.

- ¡Ahí está! ¡¡Atrapen a ese monstruo!! -  Grita la mujer, escupiendo saliva. Con sus ojos puestos en mi, me expresa claro y fuerte que me odia. - ¡La mandaré derechito al mismísimo infierno! - La mujer histérica, trata desesperadamente de zafarse del agarre de tres personas para poder llegar a mí. - ¡SUÉL-TEN-ME! ¡Maldición! ¡¿Qué no entienden que me suelten?! - Ella patalea, escupe, muerde, se defiende con uñas y dientes.

¿Lo único qué fui capaz de hacer en esa situación? Nada más que caer sobre el suelo nuevamente. Antes de que se me viniese el mundo encima, vi como la mujer se zafa del agarre sobre ella, y me atraviesa con un cuchillo la garganta, desgarrando hasta más allá del pecho. Donde tenía escondido ese cuchillo se escapa de mi comprensión, pero tengo que admitir que no desaprovecho la oportunidad que se presentó ante sus ojos de por fin vengarse de mi.

Esperaba escuchar el momento en que me atravesara el cuerpo, el burbujear de la sangre y el desgarro de los huesos. Sentir todo el odio, el rencor y coraje hacia mi. El filo del cuchillo contra mi pálida carne, pero no sentí nada de eso, ningún dolor o malestar. Lo que me rompió el corazón, fue escuchar como los gritos de miedo y terror de Junior eran ignorados, sus suplicas de que alguien me ayudase, llegaran a oídos sordos. Sus llantos y gemidos fueron más de lo que pude haber soportado en aquel entonces.

Perdí la conciencia.

Dream Catcher.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora