Capítulo 1

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- ¡Despierte, Señorita Max! Ya es pasado del medio día, ¿Hasta cuándo piensa seguir acostada? – La voz atronadora de Mathilde nunca falla en lastimarme los oídos si está determinada a conseguir que la escuche, sin lugar a dudas quiere que me levante. 

Él pequeño cuerpo que está ''técnicamente'' encima de mi, se queja con un gemido y una patada a mi muslo izquierdo, por venganza al ruido repentino.  ¡Esto está, tan mal! Es muy temprano como para que se despierte, todavía tiene que dormir más. Levanto al pequeño para que esté acostado completamente encima de mi, su cabeza de inmediato se esconde en mi cuello al igual que sus manitas agarran mechones de mi cabello. Como si eso calmara sus sueños, se relaja, y sus respiraciones son ligeras, casi al compás de las mías.

- ¡Max, cariño! Usted sabe que me gusta que cuide de él, pero tenga más cuidado. - Me dice con una voz un poco más suave, intuyo que es para no despertar al pequeño, cuando termina de guardar mi ropa en los cajones y saca un conjunto colocando el mismo sobre el respaldo de mi sofá, se voltea a verme con una expresión de ternura que coincide con su voz. - Se puede quedar acostada hasta antes de desayunar, pero no se duerma. Le traeré una muda de ropa para el dormilón. - 

Se acerca a la puerta y deja entrar al perro sabiendo que a mi madre no le gusta cuando está en mi habitación. Piensa que es anti-higiénico, tener una bolsa de pulgas y garrapatas por todo el lugar. No la culpo, nunca le gustaron los perros; ella es más de gatos. Me mira con los brazos en jarras, aún cerca de la puerta y una expresión totalmente diferente.

- Pero bueno, ¿Piensa ignorarme? - Preguntó, como si hace unos momentos no hubiese dicho que podía quedarme acostada hasta que sea la hora del desayuno. Traidora. - Su madre ha estado de mal humor últimamente, y eso es decir mucho. - Me señala con un dedo regordete y  dice al mismo tiempo. - A estado con los preparativos de su llegada, la transferencia de instituto, el trabajo, también tratando de poner orden en su antiguo hogar, que no puede ni comer bien. - Con eso ultimo, se va. Espero que no regrese dentro de un rato. Mis párpados están pesados. 

- ¡No se duerma! - Abro los ojos repentinamente para encontrar que la muy doña, tiene medio cuerpo dentro/fuera de la habitación. Yo realmente no quería escuchar que es lo que ha estado haciendo la señora de esta casa, pero Mathilde se empeña en hacer su reporte de culpa cada mañana - Dele un respiro y compórtese como la buena señorita que le enseñé a ser.- ¡Genial, soy la mala!

Supongo que ahí se van mis planes de estar acostada todo el fin de semana. Gracias Mathilde, compadecerme de mi supuesta madre no hace exactamente fácil, el hecho de que estoy en un agujero.

*** Varios días atrás ***

- ¡Señorita! - Un dedo en mi cara -¡ Señorita! - Otro dedo en mi cara - ¡Señorita! - Un dedo húmedo en mi oreja. Asco. Siento un peso en mi espalda.  - ¡Señorita, mi tata dice que tiene que levantarse! ¡Se le hace tarde! ¡Señorita! - Ah, Junior. Mi pequeño Junior. Lo extrañaba demasiado. - ¡Señorita! ¡Señorita!- Me dice con urgencia.

Sus pequeños brincos en mi espalda hacen que no pueda contener una risa que suelto contra mi almohada. Una risa pequeña, silenciosa. Se me mueven los hombros pero me quedo como estoy. Solo Junior puede hacerme reír. Se relaja haciéndose hacia atrás y pone su trasero contra el mío. Se deja caer contra mis piernas y se estira tratando de alcanzar mis tobillos. 

No me muevo, pero siento cuando me toca hasta donde puede. En el mismo lugar que antes, no ha crecido mucho. Se detiene y espera a que mueva mi pie en reconocimiento del lugar donde tocó. Cuando muevo mi pie, se levanta y se pone de rodillas al lado de mi cabeza y empieza a buscar entre mi pelo algún atisbo de mi rostro. - ¡Señorita!, ¿Esta aquí? No la veo. ¡Señorita! - Me hace cosquillas el que juegue con mis cabellos. - ¿Tienes sueño? Dormiré contigo. - Muy decidido a cumplir su misión, levanta las sábanas dejando al descubierto que sólo llevo una blusa de tirantes y pantalones cortos de licra morados. 

- Son bonitos, me gusta el morado. - Se queda donde esta, mirándome fijamente como si se debatiera entre si decirme algo o no. Se acuesta a mi lado, y con su dedito traza el puente de mi nariz. Estoy a punto de quedarme dormida, cuando se detiene y me sorprende diciendo. - Sabes, mi mami dice que no puedo venir contigo, que estas enferma. Yo no creo que estés enferma, siempre estas sentada y dibujando. Me gustan tus dibujos. - Una sonrisa ilumina su rostro, como si una gran idea se le hubiera cruzado por la mente. - ¿Quieres dibujar? Yo busco los colores, tu espera. No te levantes, te puede dar frío. - Brinca de mi cama al piso y corre a mi armario a sacar mi caja de colores y mi cuaderno de bocetos. 

Cuando me los trae a la cama, yo estoy sentada con mi espalda recargada a la cabecera de la cama y con mi mini-pizarrón y un marcador. Lista para comenzar una platica en cualquier momento.



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