Uno

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ACTUALIDAD.

—Tú de aquí no eres, ¿verdad?

—No, soy de Europa. Llevo aquí solo un par de años.

—Ya decía yo. El acento te delata.

—Lo imagino... ya.

—Ten un buen día y muchas gracias por su compra.

—Gracias a usted e igualmente.

Salí de la panadería y metí la bolsa con los bollos que acababa de comprar en la mochila. Aún tenía que ir a otro sitio más antes de volver a mi casa, si es que puedo decir que era mía. Más tarde volveremos a este tema.

Me dirigí hacia la librería en donde había encargado que trajeran uno de los libros a los que me había enganchado en el tiempo que llevaba en el pueblo. Allí se encontraba Charlie, el encargado. No éramos amigos, eso era algo en lo que me había cuidado bastante desde el primer día que pisé el país. No resultaba muy difícil, procuraba no salir demasiado del loft en el que vivía.

Charlie me reconoció en el mismo momento en el que entré. Él era un muchacho rubio con los ojos marrones. Debía estar en la universidad y la librería ser su trabajo compaginado con los estudios. No era muy alto pero parecía aún menos por estar algo rellenito. Su cara le hacía parecer más joven de lo que realmente era. Me acerqué al mostrador y el chico me dedicó una dulce sonrisa y se giró para echar mano al libro que había venido a recoger.

—Te ha faltado tiempo para venir a por él—bromeó pasando el código de barras por el lector. Al instante, apareció en la pantallita el precio.

—¿Qué puedo decir? Me cuesta mucho tiempo ahorrar para un libro y soy un poco impaciente —Procuré usar el mismo tono para no parecer grosera. Era con el único que tenía algo que se pareciera una relación de amistad, sin llegar a serlo. Eché mano a mi bolsillo y tomé las monedas y los billetes, dejándolos en el mostrador.

—Es una pena que tengas que ahorrar tanto para un libro—noté que me miraba con pena. No necesitaba su compasión. Charlie me tendió el libro y no cogió el dinero— Este te lo regalo yo.

Le insistí para que no lo hiciera. Si me lo regalaba, sentiría que le iba a deber algo. Aquello no venía bien para mi plan. Estos dos años solitarios no se podían echar a perder por esta tontería. Discutimos durante unos momentos, sin embargo fueron suficientes como para que el encargado saliera de la parte de atrás de la tienda.

Si me preguntaran si aquel muchacho era el encargado diría que no. Era castaño, alto y con los ojos azules. Estaba fuerte, probablemente hacía deporte todos los días. A diferencia que con el dependiente, él aparentaba ser más maduro. Tendría unos veinticinco años, joven para estar a cargo de una librería. Yo averigüé su puesto porque Charlie mostró respeto hacia a él y se calló como si de un mudo se tratara. El rubio le explicó la situación. Permanecí en silencio mientras miraba a los dos muchachos hablar y mostré mi desaprobación con respecto a las intenciones del pequeño.

—Charlie, ¿cuánto es el importe?

—Veinte dólares.

El encargado asintió y abrió el cajón del dinero, allí depositó un billete de veinte de su cartera. Agarró mi dinero y me lo tendió.

—Estoy agradecido de que siempre encargues los libros aquí, la librería te recompensa por eso —se dirigió a mí y con una mirada directa a mis ojos, y una sonrisa, me obligó a coger tanto el libro como el dinero— Soy Chris, por cierto.

—Encantada y gracias, tened un buen día.

Si no le dije mi nombre fue por evitar crear un nuevo lazo. Salí del local y me dispuse a caminar hacia el loft.

Lights in darkness.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora