Estaba cegado. Cegado de amor y de ilusión.
No veía las consecuencias que eso traía y se lanzó. Se lanzó como lo hace un niño a la piscina el primer día de verano. Con ganas y con desesperación. Y cada baño le dejaba con ganas de más. Hasta que llega el final del verano y lo único que deseas es volver a ponerte un pantalón largo.
Solo que para él, el fin nunca llegó.