Prólogo.

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-¡Quítate ya! - gritó una primera voz.
-¡Se va a caer! - gritó una segunda voz.
El hombre, un humano de lo más corriente, solo y sin familia, estaba pasando un tronco que parecía un puente.
Muy por debajo de ellos a unos once metros se encontraba un río demasiado degradado por la naturaleza y sus grandes paredes a los laterales de roca color rojizo se extendían a lo alto.
-Que te bajes - le gritó su amigo, el de la primera voz.
-No va a pasar nada Sam. Apoco no, Leo - le dijo a la segunda voz.
-Estoy de acuerdo...
-Vez Sam, que te dije.
-¡No me dejaste terminar tarado! Estoy de acuerdo con Sam, es peligroso, ya bájate.
-Bien.
Se bajo del tronco.
-Ya, están felices.
-Imagínate que te hubieras caído, que harías.
-Pues... Me caigo - se hizo el gracioso.
-No es chistoso Edward.
-Vamos a sentarnos, todo el día me han traído caminando y ya tengo hambre.
Los tres chicos se sentaron cerca del borde sacaron de sus mochilas parte de su desayuno y se pusieron a devorarlo.
Pues aún que nadie lo aceptaba, los tres se estaban muriendo de hambre.
Cuando acabaron de comer y beber se pusieron a recoger la basura de la comida listos para seguir adelante con su gran caminata.
-Bien y ¿Cómo vamos a avanzar  para llegar al otro lado? - preguntó Leo.
-No lo sé - dijo Sam.
-El tronco - dijo Edward, como si fuera más que obvio.
-Pero puede ser muy peligroso -dijo Leo sin que le importará sonar como cobarde.
- Hay que pensarlo bien.
-No sean gallinas, no va a pasar nada. Anda muevan ya las piernas que hay que cruzar si queremos llegar pronto a nuestro destino.
-No estas pensando lo que puede pasar - le recriminó Sam.
-Para mi eso es lo de menos.
-Yo si lo quiero pensar un rato más ¿Qué tal que nos caemos? - dijo Leo cada vez con más miedo.
-Lloricas.
-No soy llorica - dijeron Leo y Sam a coro.
-Demuestrenlo.
Edward sabía que si los incitaba de esa manera podrían pasar más rápido y seguir por su camino.
Los tres queriéndose hacer los valientes se subieron al tronco y solo pensando en como esconder su temor y demostrarles a sus compañeros que realmente ellos no eran unos cobardes.
Los tres se estaban muriendo de miedo, pues el tronco estaba crujiente bajo sus pies, quejándose por el peso de los tres invasores que lo hacían doblarse cada vez más mientras ellos se acercaban al centro de este.
-¡Sam o te mueves más rápido o te tiro! - gritó Edward.
-Bien, hazlo pero quedará en tu conciencia y mi alma vendrá a molestarte todo los días y cuando mueras desearás seguir viviendo.
-Le tengo más miedo a tú hermana - replicó Edward.
-Yo también - opinó Leo - tú hermana no es nada común, y sin ánimos de molestar pero es muy salvaje y terca.
-No tienen que decirme nada, yo vivo con ella. Por lo tanto la conozco mejor que ustedes. Además no entiendo por qué mis padres aceptaron inscribirla en cursos de defensa personal. Era ya de por sí muy peleonera. Una vez casi la meten a prisión.
-¡¿Encerio? ¿Porqué?!
-No lo sé, no me lo quisieron decir. Pero recuerdo que estaban furiosos.
-¡¿Quién diría que tú hermana menor sería así? De pequeña se veía tan mona!
-Si, era todo una monada.
-¡JA! - se mofó Edward- ¡Ya quisieran! Lo que pasaba es que ella solo mostraba su cara dulce, tierna e inocente. Pero era la más vil, y cruel demonio que haya visto en toda mi vida.
-Si como no.
-Exacto, estas seguro de que ella haya sido la peor demonio.
La voz provenía de un lugar desconocido, no había nadie al rededor, no podía alguien escuchar cuando estaban en la mitad de un tronco, el pequeño grupo de tres hombres fue de excursión a un lugar en medio de la nada.
¿Acaso, el lugar no estaba tan en medio de la nada, como la gente suponía?
Pero sobre todo, donde estaba la persona de donde provenía la voz.
- Se que es lo que se están preguntando, pero solo les diré que necesito unas pequeñas cosas que proviene de ustedes.
-Muestrate - exigió Sam, haciendo acopio de todo el valor que le fue posible juntar.
-Primero, pasen el tronco que está a sus pies.
-¿Por qué? - preguntó esta vez Edward que cada vez estaba más molesto, por las entromiciones y exigencias de dicha persona.
-Por que si no lo hacen ahora me los llevaré...
-Si haja...
En eso un ser de capa dorada y negra apareció en frente de ellos. Tenía el cuerpo de una mujer, era hermosa.
Pero Leo, no calló en los encantos de ella como sus otros dos compañeros.
Ella estaba flotando, eso era más que ilógico. ¡Y más cuando no hay aparato alguno que le ayude!
-¡¿Qué eres tú? ¿QUÉ QUIERES?!
-A ustedes...
En eso la mujer los tomo y desaparecieron, como el vapor en el frío.
Ya no estaban más, en este mundo...

GRITOS DE DOLOR & GUERRA.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora