4; Insoportable.

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Faltaba poco para que Elizabeth llegara y no hacía falta decir que todos dentro de la mansión se sentían inquietos por la presencia de aquella joven, sobre todo Ciel, quien no tenía ganas de soportar a esa chica, al menos no hoy.  Solía pensar que ella nunca sería su esposa por simples razones.

"–En algún momento de mi vida, la ame como a nadie, ella siempre estuvo para mi, pero después de eso todo cambió, tengo miedo de volver a perderla, es por eso ya no quiero reconocerla como prometida."

Suspiro con tristeza. Sabía que Elizabeth ya no era la misma niña inocente de hace algunos años, aún que a veces lo negara por dentro, como si no quisiera admitir la realidad. Lo qué lo llevó muchas veces a pensar en lo qué supuestamente tendría que pasar en una luna de miel; sexo.

Después de todo las parejas al casarse deben de concebir un hijo, lo que Ciel no podría visualizar nunca. La idea de pensar que su hijo o hija, podría pasar lo que a él le había ocurrido, le daba tanto miedo como a la vez asco al traer un niño al mundo simplemente para que sufra, por lo que se obligó a apartar ese pensamiento mientras seguía revisando papeles en su escritorio.

Media hora más tarde, sintió que sintió que tocaron la puerta principal.

Llegó.

Apartó todos los papeles y documentos importantes del escritorio y lo guardó en uno de los cajones, sacudió un poco su traje aunque este estaba perfectamente estirado y planchado.

-¡Cieeeel!- Escuchó que gritaba su prima mientras se abalanzaba hacía él alargando la 'e' exageradamente. Se apresuró a quitarla de encima y la saludo con un beso en la mano sintiendo como la joven se derretía internamente, no entendía como podía estar feliz con tan poco.

—¡Ciel, vamos a jugar a algo! ¡Cada vez que vengo me ignoras!- Le hecho en cara, como si fuese su obligación jugar con ella, como un perro y su amo, aunque para Cien, él perro era su mayordomo. Se río internamente por su pensamiento y luego se dirigió hacia Elizabeth.

—Lo siento, ahora no puedo, tengo cosas que hacer.– Dijo rápidamente y volvió a sentarse, a pesar de qué ya había terminado de revisar los papeles.

—Eres un aburrido, nada puede ser como antes.– Infló los cachetes y se cruzó de brazos. Estaba cansada de que su prometido no le prestase tanta atención como antes.

—Lo sé, pero todo cambió Elizabeth, ya no es como antes y no lo volverá a ser, por si no te habías dado cuenta.– La joven se sintió avergonzada ante aquella respuesta, claro que lo sabía, pero ella estaba frustrada por no poder hacer nada, después de todo recuperar la sonrisa de Cielo era su más grande anhelo.

—Pero todo fue culpa de ese incendio...– Esa fue la gota que derramó él vaso. Ella lo había susurrado, sí, pero estaban en una habitación solos y se había escuchado a la perfección.

—No hables de eso como si nada. – Estaba empezando a perder la paciencia. Sabia que no debía de golpearla, pero ella lo estaba tentando y después de todo, los seres humanos no pueden rechazar la tentación. Cuando se hunden en las profundidades de la desesperación, comparado con el infierno, se aferran a cualquier cosa que pueda ayudarles a escapar de la situación que se encuentran, aunque sea meramente un hilo de araña.

—Es la verdad, Ciel. -Ella estaba asustada, las palabras salían de su boca como si nada y eso enfurecía a Ciel.

Se levanto de su escritorio, caminó hacia Elizabeth quien a su vez retrocedió a medida qué Ciel se acercaba. Fiel levantó la mano, la iba a golpear y él estúpido de Sebastian no podría hacer nada. O eso pensó, cuando la puerta se abrió, dejando ver al recién nombrado.

—¿Interrúmpo algo?– Dijo sonriente, sabiendo que había llegado en el momento perfecto, perfecto para demostrarle a Elizabeth que Ciel se tranquilizaba con la presencia de su mayordomo, y no con la presencia de su prometida, como se suponía que debía ser.

Demon » Kuroshitsuji yaoi.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora