Capítulo 7

21 1 0
                                    

Jamás había imaginado que llegaría a formar parte de El Mito. Al menos no de esa forma. Quizás un héroe se enamoraría de mí y me contaría su secreto, o puede que yo fuera alguien especial sólo que aún nadie lo sabía, la elegida para salvar la ciudad. Pero no, había quedado atrapada en mitad de una batalla y por alguna razón no había muerto. El Mito, Ryakar, era un inmenso juego de rol y el Máster había decidido que formara parte de los malos, yo, que jamás había matado a una mosca.

¡No puedo creerlo! Salí de mi cuarto con la cabeza aún en los acontecimientos de la noche anterior. Tardé varios segundos en darme cuenta de que había un hombre dormido en el sillón del salón. Lo había movido para que estuviera justo frente a la puerta de mi habitación. Con cuidado me acerqué, tratando de hacer el menor ruido posible. Me incliné hacia él para poder verlo mejor. Su nariz estaba cubierta de decenas de pecas, al igual que sus mejillas, que quedaban ensombrecidas por sus espesas pestañas negras. Por su aspecto podría decirse que tenía sobre veinticinco años, aunque no podía estar muy segura.

Suspiré. Y ojalá no lo hubiera hecho. En menos de un segundo me habían inmovilizado de la forma más absurda posible. Me habían tirado del pelo hasta hacer que mi cabeza se estrellara contra su regazo. Una mano todavía seguía bien firme en mi cabello, la otra estaba en mi cuello, amenazante.

Miré hacia arriba y mis ojos se encontraron con  dos orbes oscuros que me miraban confundidos, aún cubiertos por el velo del sueño.

- Riss -murmuró.

- Darky, ¡suéltame!

Él me miró sonriente por un largo instante en el que quitó su mano de mi cuello para posarla en mi mejilla. Mentiría si digo que no me sonrojé. Darky era demasiado guapo como para ir sin máscara por la vida.

- Deja de llamarme Darky. Soy...

- ¿Estás seguro de que quieres decírmelo? Es tu identidad secreta -él puso los ojos en blanco.

- Soy Wayne Turner.

- Riss O'Donnell. 

- Ya sé quien eres -me dio una palmadita en la mejilla y me soltó.

Me froté el cuero cabelludo, lanzándole dagas con la mirada. Wayne se encogió de hombros y se levantó del sillón. En ese momento un rayo de sol que se colaba por la ventana le dio en la cara. Sus ojos eran azules. Azul oscuro. Mis manos volaron a mi pelo de inmediato analizando el color. Zafiro.

- ¿Por qué mi pelo es del color de tus ojos? 

- La gente lo verá negro, tranquila.

Balbuceé un par de veces antes de conseguir que las palabras salieran correctamente de mi boca. 

- ¡¿Eso qué tiene que ver?! Además, ¿cómo se supone que voy a aparecer así en la universidad?

- ¿Cambio de look? - su expresión era divertida.

Solté un gruñido resignado. Wayne se acercó a mí despacio, como si estuviera tratando con una leona enjaulada.

- Me alegro de que te encuentres bien, ¿sabes? Hubo un momento en que pensé que morirías -él agarró el mechón dorado de mi pelo enredándolo entre sus dedos-. No respirabas y seguía habiendo luz en ti -soltó mi pelo y me miró a los ojos. Durante unos segundos me olvidé de respirar-. Sigue habiendo luz en ti. Sería más fácil si la dejaras marchar, ¿por qué no lo haces?

Entonces recobré la compostura y le devolví la mirada intensamente. ¿Cómo podía decirme algo así alguien que siendo un villano me había salvado la vida sin siquiera conocerme?

- ¿Por qué no lo haces tú? -Wayne pareció sorprendido por mi respuesta-. Supongo que tendrás tus razones, yo tengo las mías.

Él se pasó las manos por el pelo, negro como las plumas del más oscuro cuervo.

El mitoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora