Cap. 2 -Dinero

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Miré al chico durante unos instantes antes de apartar la mirada. ¿Hablaba en serio? Lo dudo. 

"Soy Lucas" dijo con una sonrisa, mientras me tendía la mano.

"Rena" Respondí evitando su mirada. Me giré para volver a mirar a la ventana, aunque pude notar sus ojos en mi durante la clase.

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El timbre de la tercera clase sonó. Maldije por lo bajo y recogí mis libros para prepararme para salir. Este era el peor momento del día. Cuando tenía suerte podía llegar al armario del conserje sin problemas, pero eso ocurría pocas veces. Tras ponerme la bolsa en el hombro salí por la puerta. Intenté recordar el camino que había descubierto unas semanas atrás para llegar al armario sin pasar por la cafetería. Derecha, izquierda, recto, izquierda, izquierda, derecha. Si así era. Me encanminé a toda velocidad intentando no chocar con el río de gente de los pasillos. Los insultos se oían por un lado y por otro pero seguía adelante. Al fin veía a lo lejos el cuarto. Unos pasos más y llegaría.

Seguí avanzando cuando de repente me encontré en el suelo. Miré hacia atrás para darme cuenta que había tropezado con el pie de otra persona. Levanté la mirada para encontrarme con los ojos de Raquel. Comencé a temblar inmediatamente. Su pelo rubio estaba recogido en una perfecta coleta y su alta figura era amenazante, acentuada por los tacones. Miré rapidamente alrededor para comprobar que estábamos solas una vez más. 

Raquel era el principal centro de todos mis problemas. Solíamos ser mejores amigas, atrás en el tiempo. Estabamos continuamente juntas y nos lo contábamos todo. Me apoyó cuando mi madre falleció, pero yo nunca tube el corazón de contarle las cosas que mi padre hacía. Pero a los catorce años cambió completamente. Sus padres se divorciarion por problemas económicos, y entró en una gran depresión. No podía acercarme a ella ni hablar con ella sin que me rechazara. Al fin un día se decidió a hablarme. Me dijo que no me acercara a ella. Yo tenía la culpa de que sus padres se divorciaran porque yo podría haberle dado el dinero, ya que a mi me sobraba. Le intenté explicar que no podía pedirle dinero a mi padre. Pero ella no quiso escuchar. Imagino que era más fácil echarme la culpa a mi que a ella misma. Cada vez que intentaba arreglarlo solía traer a alguno de sus nuevos amigos para pegarme. Pronto todos los rumores de lo egoísta que yo era, y del dinero que tenía se corrieron por el colegio. 

"¿Intentas volver a esconderte?" Preguntó con voz fría.

Me mantuve en silencio.

"¿Por qué no contestas? ¿Quieres que te pague para que me dirijas la palabra?" Dijo, y acto seguido me golpeó en el estómago, clavandome la punta de su zapato. 

Gemí de dolor y me abracé la tripa lo mejor que pude.

"¿Por qué no te compras un medico o algo así? Una de las cosas que nunca he entendido es que cómo es posible que seas tan fea con todo el dinero que tienes. Arréglate la cara. Me dan ganas de vomitar cada vez que te veo."

No tendrían que doler. Sus palabras ya no tendrían que doler. Ya estaba acostumbrada a ellas. Pero por alguna razón encendieron un dolor en mi pecho.

"Toda la gente como tú es igual. Os creéis superiores a los demás por tener dinero, pero tranquila, estoy aquí para recordarte lo despreciable que eres."

Una lágrima rodó por mi mejilla. Odio que sus palabras me afectaran.

Tras otra patada en el estómago se fue, dejándome con el sonido de sus zapatos sonando en la distancia.

Cuando tuve fuerza para levantarme recogí mi bolsa y fui hacia la salida del colegio. No tenía fuerzas para seguir el día. A pocos pasos de la puerta de portería mis ojos se encontraron con el par de ojos azules que había visto anteriormente aquel día. Quedé congelada en esa mirada, no podía apartar los ojos de los suyos. Él me sonrío y siguió caminando.

Mientras volvía a mi casa sentí que había sido un mal día, pero había mejorado con su sonrisa y con sus ojos.

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CicatricesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora