Las perfectas imperfecciones de nuestra vida son muchas, y la hacen tan perfecta como imperfecta...
El peinado ecléctico de las mañanas,
las arrugas de la ropa y de la cara,
la sonrisa del espejo ante tu despertar.
El primer agua, siempre fría, de la ducha,
el jabón que entra en el ojo a fastidiar,
la colonia que no vuelve a su lugar.
Ese polvo quemado en la tostada,
la mermelada que acaba de caducar,
el café que tardas un minuto en calentar.
El reloj que suena rápido su "tic-tac",
la comida rancia que llevas a trabajar,
las llaves imposibles de encontrar.
El autobús que resguarda tus bostezos,
los golpes que te da la multitud,
esa última carrera antes de entrar.
El ordenador que deprime tu mirada,
la pila de papeles a entregar,
el compañero que no puedes soportar.
La sonrisa que se rompe con las horas,
el tedio que denota tu apariencia,
el cansancio que se empieza a acrecentar.
Los ojos enrojecidos por la pantalla,
el culo sentado que no para de sudar,
la cabeza que te empieza a molestar.
El "me voy" que recupera tu alegría,
el "hasta mañana" que te vuelve a castigar,
las escaleras que de nuevo subirás.
Otro autobús que te devuelve para casa,
el sonido vespertino de la ciudad,
el sol que se empieza a recostar.
La llave que no entra en la ranura,
el traje y los zapatos a sobrar,
el silencio imperceptible del hogar.
El suspiro de tu alma en el sofá,
comprar, planchar, lavar y cocinar,
el aire que no puedes respirar.
La tele que arrulla tu fatiga,
las llamadas que no quieres aceptar,
la cena que no puedes ni tragar.
La cama que no hiciste por las prisas,
el despertador que vuelves a conectar,
ese futuro mañana... en el que todo volverá a empezar.
ESTÁS LEYENDO
Silencio, un poema...
شِعرLa poesía, con humor, sentimiento y crítica social. Directamente de las entrañas.