CAPÍTULO TRES

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Me despido del señor Thomas, mi psicólogo, y me dispongo a ir al baño a por la bascula. El señor Thomas me ha intentado sacar el tema de Laura, pero no he escupido ni una palabra. Supongo que con el tiempo, probablemente, pueda hablar sobre ello. También hemos hablado sobre mis problemas alimenticios y me ha propuesto un reto; pesarme una vez por semana, contando hoy, para así poder "controlarme" respecto a la comida. La verdad es que mentiría si dijera que no me apetece un buen plato de patatas o incluso un buen dulce.

Me dispongo a abrir la puerta del baño y a coger la bascula, cuando las palabras del señor Thomas resuenan en mi cabeza; " Tu cuerpo es un cuerpo de mujer. No hay necesidad de sexualizarlo. Es un cuerpo al que la sociedad e incluso tú no quiere verlo bonito. Los "pivones" de belleza tan irreales que venden te hacen vivir un auténtico infierno. Venden complejos, venden depresiones, venden trastornos alimenticios. Piensa que tu cuerpo es donde vives, tu templo. Es solo tuyo y por lo tanto solo tú puedes decidir sobre el, la sociedad no. Quiero que sepas que tu cuerpo, sea como la sociedad quiera o no, es precioso. No compres complejos, no dejes que el espejo sea un instrumento  de tortura".

Después de someterme al gran reto y al terror de subirme en una báscula, me dispongo a ir a la cocina a coger una manzana, ya que el hambre puede conmigo. Jennifer entra en casa y me mira con cara de asombro, pero no dice nada.

- Jennifer, voy a salir.- Me dispongo a decir.

-Vale.- Balbucea 

Cojo las llaves del coche y me dispongo a salir de nuevo. Las fuerzas me fallan al principio, pero por fin introduzco las llaves en el contacto y termino por arrancar el motor. En el trayecto, me dispongo a escuchar un poco de "The Beatles" y pongo la calefacción.

Una vez fuera del coche y en la puerta del hotel "Scott Fitzgerald", noto la gran bocanada de frío que atraviesa mis fosas nasales y acaban por colarse en mis pulmones. Entro rápidamente al hotel y mi cuerpo vuelve en sí, gracias a la calefacción.

-Hola, perdone, ¿me podría acompañar a la habitación "118"? Me ha llamado un señor diciéndome que viniera urgentemente.

-Ah, claro, un momento.

*VARIOS MINUTOS DESPUÉS*

-Hola, encantado de conocerle señorita....

-Ana, me llamo Ana.-Miento.

-Bien, Ana, pase por aquí, por favor.-Me ofrece el paso.

Cuando en mitad de la sesión de Thomas me sonó el móvil, no me pensaba que sería para nada una llamada del hotel donde murió Laura. En cuanto me dijo el nombre del hotel y la dirección, se me puso la carne de gallina y tuve que decirle a Thomas, entre disculpas, que era una llamada urgente y que por favor volviera la próxima semana. 

-Y bien...- Dice una vez que me ha explicado todo lo ocurrido en esta habitación.

-Bueno, la verdad es que no sé que hago aquí y tampoco sé como han conseguido mi número. Yo no conozco a esta persona, ni tengo nada que ver con ella.-Vuelvo a mentir. -Siento no poder ayudarle.-Digo mientras me alejo de la habitación y escapo de esa presión.

Diecisietes llamadas sin respuestaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora