CAPÍTULO CUATRO

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De camino a casa no dejo de pensar en lo ocurrido. No podía contarle al recepcionista que yo era Marta, la amiga de Laura, la culpable de todo. Si le decía que era yo, seguro que me acusaba de su muerte, como yo tantas veces lo he hecho, y estaría aun más clavado en mi conciencia.

Laura me está llamando, pero no debo cogérselo, estoy muy enfadada con ella por lo ocurrido, y sé que si hablo con ella, todo mi orgullo y mis rencores se esfumarán, dejando paso a que nuestra amistad siga adelante como si nada hubiese pasado. No he vuelto a hablar con Richard desde la semana pasada, desde que todo esto pasó. Lo quiero muchísimo, pero no me esperaba eso de él. Engañarme de esa manera con mi mejor y única amiga....

Mi mente vuelve a la carretera cuando vibra el teléfono móvil en mi bolsillo. 

-¿Sí?

-Hola Marta, ¿cómo estás?- Dice con voz temblorosa.

Es Richard, podría reconocer su voz a kilómetros.

-¿Por qué me has llamado?- Ignoro su pregunta.

-Solo era para preguntarte si.. bueno.. si no te importa que nos veamos un par de minutos.- Está nervioso, lo conozco demasiado bien.

La verdad es que desde lo ocurrido con Laura, he tenido la necesidad de hablar con él, pero no me e atrevido a llamarle.

-Sí, tranquilízate. Vete al parque donde jugábamos de pequeños, al que está dos manzanas de la casa en la que vivíamos y en la que vivo actualmente. Voy de camino.- Cuelgo y me dispongo a dejar el móvil en el asiento que está a mi lado.

Cojo mi móvil y apago la calefacción. Bajo del coche y lo veo sentando en el banco que está justo enfrente del parque.

-Hola.

-Hola.-Se levanta para saludarme, pero yo lo rechazo y me siento.

-¿Para qué querías verme?

-¿Cómo estás?- Pregunta a la vez que se muerde el carrillo. De pequeña me sacaba de quicio que lo hiciera.

-¿Para eso me has hecho venir?-Digo a la vez que me levanto y me dispongo a darle la espalda.

-Espera.-Dice a la vez que se levanta y me agarra de la muñeca.- Soy tu hermano así que deberías de tratarme como tal.

-Tú para mi ya no eres mi hermano.

-¡¿Cuántas veces me vas a estar reprochándome lo que ocurrió?!-Grita a medida que se va acercando cada vez más.-¡Si se suicidó fue por tu culpa, solo tuya!

Mis lágrimas amenazan con salir.

-¡Vete a la mierda!

-¡Marta, espera, no quería decir eso, lo siento!

Cuando por fin consigo entrar en el coche, las lágrimas salen inmediatamente, mojando mis mejillas a su paso y parando en la comisura de mis labios.

Diecisietes llamadas sin respuestaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora