Prologo

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5 de noviembre de 1593, Paris

La lluvia cae fuertemente en las calles de París, tanto que hasta el suelo se queja de dolor. Todos están metidos en sus casas, esperando a que la lluvia cese. Una mujer camina rápidamente queriendo llegar a Notre Dame, uno de los edificios más famosos de la capital. La mujer es bella, posiblemente una de las más bellas mujeres del universo. Tiene unos ojos azules que resplandecen como el mar, y un precioso pelo negro. También tiene unas pocas pecas marrones que le cubren media cara. Está asustada pero es fuerte o por lo menos, pretende serlo. Tiene una misión que cumplir.
Cuando entra dentro del edificio, un cura la detiene. Es un hombre de 80 años, el cual lleva una vestimenta negra. La mira sorprendido. Seguramente viva aquí, junto a todos los demás cristianos.
El hombre no da crédito a lo que ve. Nadie había ido tan tarde a la iglesia a rezar.
-¿A dónde cree que va usted señorita?-le pregunta el cura en francés- Es un poco tarde para rezar.
La mujer no responde, solo levanta la cabeza. Conecta sus ojos azules a los de el, marrones. Pronuncia una frase en un idioma que el cura no puede entender. Entonces, cae al suelo y se queda inconsciente. La mujer sonríe satisfecha y sube a lo alto del edificio para colocarse junto a una campana. Pone las manos en el aire con las palmas hacia abajo.
-Sefjim salrem- pronuncia en el mismo idioma que antes.
Sin saber como, una llama sale del suelo. Y poco a poco, se crea una pequeña hoguera.
-Plimet galaham, plimet galaham Warlock.
Entonces, como por arte de magia, un hombre sale del fuego y se sitúa alado de la mujer. El hombre lleva puesta una camiseta de tirantes, que asoma sus largos brazos llenos de tatuajes.
-Veo que has mejorado-exclama el hombre.
-Soy la bruja más poderosa de estos tiempos, Warlock. ¿Qué te esperabas?-pregunta la supuesta bruja apagando el fuego.
-Siempre igual de egocéntrica, querida-responde Warlock acercándose a la campaña- Los sobrenaturales están muy enfadados contigo, sobre todo las hadas y los magos.
-Lo sé, viejo amigo. Pero no fue mi culpa, aunque nadie me crea.
Warlock la mira a los ojos, pero rápidamente se aparta.
-Yo sí te creo, querida, pero ellos no te creen. Nunca lo harán. Además, ya tienen suficientes problemas con las disputas de los vampiros y hombres lobos, para preocuparse de si dices la verdad o no-asegura el mago recién llegado.
Se quedan un rato en silencio, hasta que la mujer se acerca al balcón derecho. Se sienta en un pequeño banco y mira el paisaje. Desde allí se ve lo precioso que es París. Las estrellas brillan y la luna se refleja en el agua del río Sena. Warlock se arrima al balcón y se sienta en el banco. Ella suspira.
-Necesito tu ayuda-le confiesa la mujer- Los rebeldes están buscándome y cuando me encuentren me mataran o me enviaran con los sobrenaturales, y no sé cuál es peor. Los dos sabemos que no moriré para siempre, pero ese tiempo que no este, necesito que cuides de mis hijos. Los rebeldes quieren conseguir su sangre, y cuando la consigan mis hijos morirán, igual que todos los terrestres que beban la sangre. Por eso necesito que te ocupes de ellos. Alojaros en la isla de Hemind y llamar a los guardianes. Ellos me juraron lealtad y se la pondré a prueba. Hazles beber la poción Blekang, así serán inmortales.
-¿Estás segura?-pregunta Warlock confundido.
Él sabe lo que está pasando y entiende que quiera darles la poción Blekang. Pero también sabe lo que pasará cuando se la beban.
La mujer solo asiente. Vuelven a quedarse en silencio, mientras las lágrimas de la mujer recorren sus mejillas. Eleva sus manos a su cuello y se desata un pequeño colgante. En el, hay una foto de una familia grande. Ella aparece en la foto. En ese momento todos eran felices, estaban visitando los castillos de Escocia. La tristeza invade su cuerpo y entrega el colgante a Warlock.
-Quédatelo-le ordena la mujer- Pero guárdalo en un sitio donde nadie lo vaya a encontrar nunca. En el está lo que necesitan los sobrenaturales. Dentro de mucho tiempo, cuando encuentres a la persona perfecta, dáselo. Esa persona lo guardara mejor que nadie. Eso es lo que dice la profecía. Para estar seguro de que es la persona correcta, mírale el cuello, tendrá una marca de nacimiento, una estrella. Se parecerá a mi.
El lo coge y toca la pequeña foto con su pulgar. Warlock se queda en silencio y asiente. Sabe perfectamente que esto es una despedida. Está intentado aprovechar cada segundo con ella, pero siempre lo deja sin palabras. Le obligará a alejarse, como siempre.
-Confío en ti, Warlock.
-Lo sé, querida.
-Te echaré de menos, viejo amigo-susurra abrazándolo.
El no le responde. No hay nada que decir, porque ella ya sabe todo. La mujer sonríe y se vuelve a donde estaba la pequeña hoguera. Vuelve a crear fuego. Decidida a saltar pronuncia el hechizo de transportación:
-Plimet galaham, plimet galaham.
Antes de saltar mira a su amigo por última vez, aquel amigo que le ha hecho sentir amor. Salta al fuego y se desvanece.
Warlock se queda hundido, y mira a su brazo izquierdo, donde pone el nombre de su amiga.
Iris.

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