Introducción

559 38 1
                                    


La ciudad siempre había sido agradable, como cualquier otra. Las casas pintorescas, de diferentes colores y tamaños; Las calles concurridas y con pasadizos que te llevaban a distintas partes, desde lo mas hermoso a lo grotesco y aterrador; Las personas amables, atentas, solidarias, envidiosas, interesadas, malvadas. Nada fuera de lo normal.

En aquel vecindario, que no tenia nada de especial, un joven pelirosa se encontraba trabajando en su humilde panadería. Los alimentos que allí se vendían, eran deliciosos tanto de sabor como de aroma, sumando su exquisita presentación que a cualquiera le haría agua a la boca.

Su pequeño negocio alcanzaba no solo para darse sustento económico, sino que también le permitía darse algunos lujos tales como un no muy obstentoso auto y artefactos de media tecnología. A su vida prácticamente no le faltaba nada, o eso diría si su casa no se sintiera tan... vacía.

La quietud y el silencio lo recibían todos los días, de vez en cuando, las noticias de la tarde se convertían en su anfitrión. La soledad ya formaba parte de su rutina, por lo menos, hasta en la noche donde su pareja llegaba.

Las charlas en la cena, los mimos antes de dormir y las caricias mañaneras, constituían una parte de su felicidad, pero la otra se mantenía intacta. Sin nada.

En el trabajo, al hacer las compras e incluso cuando salia a tomar aire en la terraza, veía a su anhelo materializado para otros. No se trataba de algo difícil de conseguir, tampoco requería grandes bienes obtenerlo; Constaba simplemente de la unión de células sexuales: Un hijo.

El verdadero problema consistía en que el amor de su vida era hombre, igual que él.

Los científicos contemporáneos, con arduas investigaciones hallaron un método para que un ser masculino pudiera procrear. El tratamiento no se encontraba para nada en las posibilidades de la clase media.

Las opciones solo se agotaban.

Las mujeres que se cruzaron en su camino a través de aquel año de búsqueda, no irradiaban confianza, al contrario, se encontraban llenas de avaricia y descuidez. Imposibilitando el alquiler de algún vientre.

Criar a un niño propio simplemente se transformo en un deseo, uno que jamas se haría realidad.

La tristeza fue predominante en esa etapa. El vacío seguía, la angustia no se marchaba y las lagrimas lo visitaban diariamente. Fue muy duro superar aquello, pero la vida le abrió los ojos, posicionando en su mente una idea que no se había detenido a considerar: Adoptar.

Le costaron muchas semanas de investigacion decidirse. Se necesitaba una enorme pila de documentos y requerimientos mas tiempo, demasiado tiempo. Aparte de eso, la inseguridad lo dominaba, el miedo a no conseguirlo, temor a ilusionarse de nuevo.

Primero debia pasar la prueba inicial: Hablar con su esposo.

Ambos habian compartido aquel año de angustia, siempre apoyandose mutuamente, limpiando la tristeza del otro. El tema se volvio un tabú desde entonces, derivandolo al sufrimiento decidieron eliminarlo.

El de ojos ocultos se encontraba apunto de romper ese sello. Con una olla que contenia la comida favorita de su marido, se armo de valor y viajo de la cocina al pequeño comedor. Sirvio una generosa cantidad de comida en cada plato, dio las gracias y luego del primer bocado se animo a proceder.

— Satoru-kun — Una mirada le fue enviada — He estado pensando algunas cosas y se me ocurrió... ya sabes — Su actitud sumisa atacaba en los peores momentos — Creo que... quiero... adoptar niños 

Key of heartDonde viven las historias. Descúbrelo ahora