En la noche...

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Los personajes de Diamond no ace le pertenecen a Yuji Terajima 

Advertencia (?:  Debo admitir que me quedo medio raro XD Aunque me divertí mucho imaginándolo pero el tema no es gracioso en absoluto.



El sol regalo su última calidez antes de marcharse por el horizonte, los niños seguían presentes en un parque desconocido para Eijun. Se sentó junto a una señora de avanzada edad – Por seguridad – permaneció a su lado mientras las emociones lo torturaban: Tenía miedo, ¿Y si jamás volvía a ver a su familia? ¿Qué pasaría si el cuco aparecía? No quería ni pensarlo.


Examinó su alrededor, el césped teñido de un color más opaco que en el día, una vivienda azul de dos pisos y la señora a su lado. No podía divisar la totalidad de su rostro, solo la mitad. Sus pómulos estaban ligeramente caídos y una gran bolsa conjunta con ojeras que las tenues luces destacaban con severidad, su iris claro clavado en el pequeño bebedero delante. Los dedos de la mujer temblaron, abrazándose a sí mismos con fuerza, se los froto con desesperación mientras balbuceaba un sinfín de cosas inentendibles para el infante.

— ¿Señora? — Pregunto suavemente — ¿Está bien?


Fue ignorado. Ahora una especie de canción somnífera con entonadas macabras se escuchaba de esas cuerdas vocales. La melodía se volvía más alta cada vez, una estrofa entera fue cantada "Satan librarme de este sufrimiento" Una frase impredecible logro que el temor se transformara en velocidad y que a pasos apresurados el pequeño huyera de la escena. A lo lejos escucho como el cántico se intensificaba una vez más, mientras un grito de dolor ahuyentaba a los curiosos vecinos...


Estelas brillantes cubrían las calles, que posteriormente, fueron recorridas por el cansancio e incertidumbre que Eijun generaba con cada pisaba. Risas y alegría se respiraba a las afueras de un restaurante familiar, sin mencionar el exquisito e inalcanzable sabor imaginario que el aroma producía como atracción. Su estomago rugió recordándole lo obvio, sentía como un agujero en el abdomen ¿Cuántas horas habían pasado desde el almuerzo?


Comenzó con una gota, luego dos, tres, cuatro, un diluvio. Se apoyo en el vidrio del lugar, contemplando con sus grandes ojos la calidez artificial y como el repiqueteo de la lluvia no influía en la atmósfera, igual que él, nada más que un tercero.

Se marcho de aquella posición, antes de que la lluvia riegue su contenido en las veredas y cause que ya no pueda viajar en ellas. Su rostro quedo empapado, en cierta forma, estaba feliz, se trataba de la primera vez sintiendo las gotas en piel, sintiendo ese frio tan característico que a sus ojos era simplemente mágico. Saltando entre los charcos, que en las imperfecciones del asfalto se formaban, trato de averiguar el origen de de ese fenómeno natural, ¿Es por qué Dios está enojado? ¿O triste? Tal vez se trate de una danza entre las nubes. Quería saberlo. Nota mental, preguntarle a Kazuya después. Asintió convencido.

Kazuya...


Una parte fundamental de su nueva familia. Se le acuaron los ojos un momento, ¿Qué podría hacer? Aún cuando es odiado por el otro, él no es capaz de sentir aquello. Horas después de aquel "Incidente" cuando lo conoció, una sensación cálida lo aturdió, algo nuevo, recién descubierto. Semejante a una hoja en blanco donde miles de colores podían ser pintados. El amarillo mancho la pureza y el violeta remarco sus líneas.

Camino entre saltos y risas hasta un pequeño agregado en el techo de un hogar abandonado, la chapa sonaba con cada gota, amenazando con dudar sobre su estructura. Poco le importo. Eijun se sentó debajo respirando ese aroma particular a tierra mojada, cerrando sus ojos y relajándose unos mínimos segundos hasta recargar su peso completo en una de las paredes verticales.

Curioso observo a su alrededor, casas, todas, con techo y paredes de madera. La niebla prohibía su cruzada con la vista, permitiendo que la calle de tierra se perdiera en lo más profundo de sus transparentes entrañas.

¿Cómo llego allí?


Se suponía que el trabajo de su tutor pelirosa quedaba solamente a dos cuadras en dirección diestra de la casa. *Si con la derecha se tomaba el lápiz ¿Por qué nunca llego a su destino? ¡Solo eran dos calles! Sus labios se desfiguraron en un puchero, mientras un escalofrió pasaba por su espalda, frotó sus manos en busca de calor, soplando entre ellas también.


Ruidos lo alejaron de sus pensamientos, leves caídas contra el suelo: Pasos. Se encogió en su posición con la ingenua esperanza de no ser visto.

— Jovencito ¿Qué haces ahí? — Una voz gruesa bailo por las cuerdas vocales del adulto, a simple vista, podrías percibir de qué tipo de persona se trataba: Un hombre delgado con vestimentas rotas, cabello grasoso y acompañado de una botella con alcohol de dudosa procedencia. Lo miro con desconfianza unos segundos, no debía de hablar con extraños menos con aquellos que tenían botellas ¡Esos son los más peligrosos! — Vamos, no te haré nada.

Retrocedió como pudo, quedando en una extraña posición.


— Veamos... — Palpó ambos bolsillos de sus pantalones — Aquí esta — Señaló al encontrarlo — Ten.

Una golosina le era ofrecida, mejor dicho, un caramelo.

Incluso si quería, no podía evitar que su estomago pidiese aceptar la oferta. Más aun cuando se trataba del "Caramelo sagrado" aquel tan codiciado dentro del orfanato, porque si, con la esperanza de un crecer saludable y dientes completamente sanos, las golosinas estaban estrictamente prohibidas, en cualquier contexto.


—Prometo que no te pasara nada — Agrego con una leve macabra sonrisa. Al escuchar "Promesa" todo cambiaba, según el menor, una promesa es un juramento irrompible bajo cualquier circunstancia. Ya podía disfrutar su caramelo sin duda, ¡No le pasaría nada!

— Gracias. — Habló desenvolviendo su regalo. Lo contempló unos segundos antes de sonreír y adentrarlo en su sistema digestivo. Al principio notó que reiteradas veces debía masticar, que un sabor dulce invadía sus papilas cada vez que mordía y que, con la lengua, lograba mover siempre que quería al caramelo de lugar. La sensación fue exquisita, maravillosa. No quería tragarlo aún, debía aprovechar tanto tiempo como se pudiese.


Frunció el ceño al ver que, aquella cosa pegajosa, se había adherido a uno de sus dientes superiores, lo peor, se lastimo la lengua tratando de sacarlo.

— Te ves cansado. — Afirmó — ¿Qué tal si vamos a mi casa?


Eijun negó en seguida.

— Mis padres— Esa palabra vibro por sí fuera — Ellos... se preocuparan.

— Mañana les avisaremos — Extendió su mano nuevamente — Confía en mi ¿Si?

El pequeño vaciló, su conciencia sabia que aquello estaría mal, que los adultos podían hacer cosas terribles que aun no comprendía. Sin embargo, por el mareo repentino o porque la brisa nocturna calaba a través de la fina tela de su abrigo fue que acepto el peligro y camino a la par de aquel hombre desconocido.

Antes que nada quería decir algunas cosas: Últimamente  estoy viendo los colores de diferente manera, sé que se han dado cuenta XD Tal vez hago demasiado énfasis en ello a veces. Recomiendo que, si quieren compartir mi alocada obsesión, busquen los significados de los colores. Tal vez se sorprendan. 

Otra cosa, por allí hay un asterisco en la frase "Si con la derecha se tomaba el lápiz" O algo así,  recordemos que Eijun es zurdo (? No sabia si aclararlo o no, pero por si las dudas XD 

Ahora, perdón por el retraso u.u Gracias por leer, seguir la historia y, desde ya, por si gusta comentar <3 

¡Nos vemos! 

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