Metamorfosis

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Un niño de bellos ojos y cabello claro me miraba desde el otro lado de la sala, llevaba de un lado a otro un oso de peluche que yo le había obsequiado cuando había cumplido su primer año de edad. Habían pasado tres años desde aquel entonces, y aún costaba quitarle el oso de los brazos incluso cuando tenía sueños raros. Tan sólo me emocionaba pensar que habían pasado 1460 días desde su nacimiento, los cuales sentía como una mínima cantidad de tiempo. Desde su llegada a este mundo, muchas cosas habían cambiado en mi vida, y si, para bien... Afortunadamente. Sin duda este pequeño niño se había convertido en el hincapié o en el principal impulso que tenía para querer cambiar la naturalidad de mis acciones y de mis decisiones. Pero en la otra parte de mi corazón, tenía al hombre que me elegía día a día a pesar de todo, ese que se despertaba a mi lado cada mañana, y quien me acogía en sus brazos en los días buenos y malos. Yo lo llamaba mi metamorfosis. La etiqueta para nuestra relación era demasiado versátil. Primero que todo, era mi mejor amigo antes que todo, mi principal confidente, mi fuente de felicidad, mi prometido, mi amante y mi compañero de vida. Era todo eso, y mucho más. Pero si continuara nombrando todas las cosas que él es para mí, se me iría la vida entre las manos. Y estoy segura que si le preguntaran a Adam que significaba yo para él, acabaríamos muriendo de la mano.


-¡Vamos a jugar, quedo jugar a brincar ! -Rhys corrió hacía mí con los brazos abiertos, y una gran sonrisa en la que se resaltaba su pequeña dentadura. Me arrodillé ante él y lo llevé hasta el jardín colgando de mi cuello. Había un día hermoso, el cielo estaba despejado, y por el horizonte no había rastro de nubes que pudieran arruinar nuestro día. Había una suave brisa que azotaba las hojas de los árboles, provocando un leve sonido que le daba un toque especial al momento. Me dedique en observar en como Rhys rebotaba y corría de un lado a otro, se escondía detrás de los árboles, y yo me acercaba a él con paso firme. Cuando lo agarré de la cintura pegó un gran grito, yo me reí junto a él y caímos sobre el verde césped observando fijamente el cielo azulado que yacía justo sobre nuestros ojos. Rhys colocó su cabeza sobre mi vientre y estiró el brazo para jugar con mi oreja izquierda, provocandome un leve cosquilleo.

-¿Tía Teza? -tomó una larga respiración y me miró con esos tiernos ojos que demandaban atención.

-¿Sí?

-¿Por qué tú tienes pancita y yo no? -hizo un puchero, y apegó su frente a mi pecho, triste. Fruncí el ceño y me incorporé en el césped con él de forma en que lo tuviera frente a mí, ambos con los pies cruzados. Guardamos silencio por un instante.

-Lo que pasa es que yo guardo algo muy, muy especial dentro de mí -mientras las palabras salían de mi boca Rhys solo sonríe y se encoge de hombros. Le acaricie el cabello rizado que le caía sobre la frente y le hice cosquillas en el estomago para que sacara esa expresión de su rostro. En cuanto sus ojos hicieron contacto con los míos, se me detuvo el corazón.

-¿Algo edpecial? -preguntó, los ojos le brillaban de entusiasmo y curiosidad. Azotó la palma de sus manos una y otra vez hasta que encontré las palabras precisas para contestar. Inevitablemente, los costados de mi boca se elevaron formando una gran sonrisa, y mis ojos brillaron al igual que los de Rhys (tengo la sensación de que la sonrisa que aparece en mi cara la parte en dos).

-En unos meses más si Dios quiere, una niña hermosa al igual que tú llegara al mundo, y como aún no está lista para nacer, la guardo justo aquí -tomé la mano de Rhys y la posicione bajo la mía justo donde se encontraba mi ombligo. Rhys depositó un suave beso en esa zona de mi vientre de 5 meses de embarazo, donde yacía la criatura que según el doctor estaba más que aferrada a esta vida.

Permitirme quedar embarazada fue sin duda el gran pasó que di en mi vida hacía delante, y no hacía el costado. Me era casi imposible pensar con tristeza por aquella devastadora experiencia que me tuvo en el limbo durante meses. Había sido una decisión importante de la cual dudé, y tuve miedo, pero de la que sin duda no me arrepentía. ¿Por qué? Era feliz de mil formas posibles.

Y cuando creí que el momento no podría ser más perfecto, sentí que los fuertes brazos de Adam me rodeaban por la espalda y me hacían sentir como en casa...


No mires hacia atrás (lcedle III)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora