Imagen 1.

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Lo había perdido contra todo pronóstico.

En mi cabeza las imágenes antes del final habían sido perfectas. Una sucesión de éstas que hacían de mi la persona más feliz a tu lado. Aquellas bellas imágenes que me dispongo a describir, cómo si aún siguieras aquí, como si aún respirara el mismo aire que tú, como si estuvieras mirándome a los ojos, como si no te hubieras ido.

-Imagen número 1.-
La primera vez que te vi. Esa imagen era perfecta. Tenía una gran variedad de colores, iluminaba cada pequeño trozo de ésta, era un maravilloso día perfecto, con la persona perfecta, en el momento perfecto.

Eras tú, con tus auriculares azules, perdido en tu mundo de música, imaginando miles de historias gracias a cada nota que escuchabas por tus oídos. Tus orejas que no se veían mucho por culpa de tu pelo marrón ya crecido. Era un marrón brillante y estaba alborotado pero bien peinado al fin y al cabo. Estaba lo suficientemente largo como para que el flequillo tapara toda tu frente y llegara hasta tus ojos.

Tus ojos marrones como tu pelo, brillaban, miraban hacia la izquierda, dirección contraria a la que imagino la imagen. Estaban distraídos, no prestaban atención a nada, miraban algo que no estaban en la realidad real, sino en la realidad imaginaria. Tu boca estaba entreabierta, para coger o soltar aire, para respirar. Tus labios estaban perfectamente perfilados, eran pequeños y no muy finos, pero no muy gruesos. No estabas sonriendo, estabas con una expresión vacía, no había nada.

Tu piel era de un color normal, no era morena ni pálida, era un color que realmente me gustaba, pero para ello no tenía ningún problema puesto que solía gustar de todo aquello que te perteneciera o que hubieras creado. Tu cuello me parecía larguísimo en esta imagen, me perdí recorriendo el principio y fin de éste cada vez que recordaba tu primera imagen.

Estabas sentado en una posición que no sabría describir a la perfección. Tampoco es muy difícil de entender si te digo que tenías ambos codos apoyados en su correspondiente rodilla y que tus manos aguantaban tu cabeza sosteniéndola desde la barbilla. Tenías el móvil entre las piernas y de éste sobresalía el cable de los ya dichos auriculares.

Lamentablemente esta imagen no tiene sonido, olores, tactos. Solo puedo verla y describirla. Pero al igual que ésta todas las demás. Pero verlas tantas veces ha hecho que jamás me olvidara de lo que escuché, lo que oí, lo que toqué.

Esto me lleva a cuando me senté a tu lado, sin conocerte, y me miraste extrañado. Luego volviste a tu mundo musical, a tus fantasías rítmicas. Pero necesitaba la ayuda de alguien amable y atento, alguien como quien sale de su vida mirando extrañado a un desconocido que se sienta a su lado y sin molestar vuelve a su vida. Alguien como tú.

Así que te pregunté amablemente y queriendo parecer simpático, dónde podía encontrar la oficina de correos. No debiste escucharme y me vi obligado a darte un pequeño golpe en el hombro y así, te quitaste tus auriculares azules y me miraste diciendo "Si, perdona, ¿que quería?". Tu educación me sorprendió bastante, así me di cuenta de que aún eras menor de edad.

Volví a hacerte la pregunta y tu respuesta fue levantarte y hacer que te siguiera. Por el camino me explicaste que el camino a la oficina de correos era bastante difícil de explicar y sobretodo de entender. Así que como no tenías nada que hacer, me acompañaste hasta allí.

Eras muy amable, me esperaste en la puerta de la oficina a que yo terminara de mandarle mi carta a mi mejor amigo que se había ido a Australia. No sé por qué quisiste esperarme, pero no me pareció del todo mal. Aún así te di las gracias por la ayuda y me despedí de ti, pero tú no te fuiste.

Cuando salí de allí me miraste como perdido. Yo te dije que si querías podías venir conmigo, tenía algunas cosas que hacer; comprar cosas para poder comer, algún que otro cuaderno donde yo solía escribir y varias cucharas que no tenía. Amablemente me dijiste que me acompañarías, que no tenías otra cosa que hacer y eso hiciste. Acompañarme.

Estabamos hablando muy poco hasta que me viste coger unos yogures de chocolate y me miraste con una sonrisa.

-¿Sabes? Si le echas un poco de nata por encima a esos yogures están aun más buenos.

Te hice caso y después de ponerlos en la cesta fuimos por la nata. Parecías mi hermano pequeño correteando por los pasillos del supermercado. Te quedaste mirando las estanterías de las bolsas de patatas y sin pensarlo metí una de ellas en la cesta dejando al pequeño Jungkook aluciando y aún más feliz.

Es cierto, me dijiste tu nombre y tu edad mientras llegábamos al supermercado. Jungkook, 18 años. Yo también te dije mi nombre y mi edad, mi signo del zodiaco, mi cumpleaños, mi animal favorito y mi número favorito. Jimin, 21 años, Libra, Azul, tres. Yo hablaba más que tú y también me abría más.

Fuimos a la papelería mientras comíamos el paquete de patatas que compré y mientras hablábamos sobre lo que yo escribía. No sé por qué te lo conté, no suelo contárselo a nadie, la verdad. Pero te conté que solía escribir mis pensamientos, cosas importantes que hacer. Cosas que no leía hasta pasados varios meses. Luego me daba cuenta de cuantas estupideces se pueden pensar al cabo del día. Me dijiste que algún día te gustaría leer algo. Yo te dije que la condición sería que él también tendría que esperar esos meses para poder leerlo. Y aceptaste.

Compré dos. Uno porque te gustó a ti, tenía un bonito dibujo en la portada y el otro porque era pequeño y cabía en la maleta que llevaba siempre.

Se había hecho tarde y faltaba poco para que cerraran todas las tiendas y aún me faltaba un largo camino hasta mi casa. Te expliqué dónde quedaba mi casa y tú la tuya. Vivíamos algo lejos, pero te empeñaste en acompañarme y luego volver sólo hasta tu casa. Lo encontré algo estupido, puesto que tu eras el más pequeño y porque tu casa estaba antes que la mía. Pero como tú conocías mejor la ciudad no me quejé.

Yo tuve que mudarme aquí por problemas con mi padre. Ahora vivía sólo con mi madre, que ya llevaba bastante tiempo viviendo aquí, en Seul. Llevaban once años divorciados y diez viviendo separados. Yo decidí seguir en mi ciudad natal, Busan, hasta que mi padre y yo tuvimos algunos roces.

Llegamos a mi casa rápidamente. Y tú empezaste a sacar tus cascos y tu móvil.

-Oye, ¿y si me das tu número y nos vemos mañana? -Dijo mirando al suelo, algo tímido.
-Claro. -Empecé a recitar mi número. Lo había hecho más veces.- No te pierdas volviendo a casa y no te olvides de hablarme para que pueda guardarte en mi móvil. -Subí las escaleras de mi casa.- Hasta mañana, Jungkook.
-Hasta mañana, Jimin.

Te pusiste tus cascos con una gran sonrisa y cuando le diste al play a tu música tu rostro se tornó triste, o más bien, tenías una expresión vacía. Cómo cuando te vi.

Me hablaste justo cuando iba a dormir, te guardé con un simple "Jungkook" y te di las buenas noches.

Al día siguiente, cuando salí de casa para salir a correr un poco como solía hacer siempre a las 9, me encontré con un paquete y una carta que ponía mi nombre. La abrí:

"Te he traído unas cucharas de mi casa que sobraban. Ayer no las compraste al final. Te veo luego. -Jungkook"

Y eso es todo lo que recuerdo de la primera imagen, de ti, de ti conmigo, de cuando conocí al Jungkook externo, al que sonreía sin su música.

Images. ‹Jikook›Donde viven las historias. Descúbrelo ahora