El transportista de almas

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Mi trabajo consiste recoger la esencia de las personas, sus almas, algunas venían con cargas pesadas, otras con asuntos sin resolver, otras dejando atrás todo. Hay algunas almas que son tan ligeras como la brisa, dan placer llevarlas, aunque no está en mí poder decidir quién se queda y quien se va. Este tipo de almas en particular, pertenece a un reducido grupo de personas. Muy pocas, quienes comprenden el verdadero significado de vivir: Dejar ir.
Les contare la historia de una niña que tenía la especial habilidad de escuchar. Si escuchar, algunos creerán que es algo muy común, pero hay una gran diferencia entre solo escuchar, y realmente escuchar.
Esta niña estaba en medio de un caos, En medio de la multitud, de las personas y el ruido. Podía sentirlo, la esencia de cada uno, podía oírlos a todos, sin que nadie la oyera a ella. Parada allí, en medio de todos, todos corrían, todos gritaban, anhelando aferrarse a un pequeño pedazo de vida. Ella solo transitaba, ya no buscaba, no le quedaba nada que encontrar, pero las mejores cosas las encuentras sin buscarlas, y así ella lo encontró.
Pero me estoy adelantando, volveré a cuando todo empezó, el día que tuve que llevarme a sus padres...
Era un día abril por la tarde, las nubes ocultaban el sol, y la humedad de las recientes lluvias se aferraban a las hojas de los árboles, cayendo con la más leve brisa. los autos transitaban tranquilamente por la calle, y en uno de esos autos se encontraba un hombre cuyas presiones lo habían llevado a beber más de la cuenta y decidiendo manejar, se lanzó a la calle, justo en dirección hacia otro auto en el cual iban ella y sus padres, viajaban en silencio, parecían cansados luego de un largo día, tuve un momento para sentirlos, supe que serían almas ligeras para llevar, pero opondrían resistencia, algunas lo hacen cuando tienen algo lo suficientemente importante por lo que luchar. Y su razón estaba en la parte trasera del coche. Cuando sucedió, como había supuesto las almas estaban aferrándose a sus cuerpos, pero debían partir y la niña debía quedarse. Un momento antes de alejarme ella abrió sus ojos, y miró hacia los cuerpos sin vida que estaban junto a ella. Queriendo hacer algo, pose mi mano sobre sus ojos para que se durmiera hasta que alguien llegara.
Durante un tiempo la estuve observando desde la distancia, Casi todos lloran cuando pierden a un ser querido, mayormente los niños, es una sentimiento que nunca he experimentado, pero he observado, que aunque la mayoría lo hace por dolor e involuntariamente, algunos son felices cuando lo hacen. Y muchas veces es necesario. Nuestra pequeña no lo hizo. Su transitar por la vida era lento e indiferente, aferrada a sus historias internas que ella creaba y contenía en su saber.
Tuve el egoísta placer de conocer algunas de sus historias, era sentimientos expresados en palabras, me hacían sentir... casi vivo.
Cuando se desató el caos ese día, una explosión en un edificio, tuve muchas almas que llevar, y ella estaba ahí, pero esta vez tampoco era su hora. Miró hacia los cuerpos y sentí como su espíritu se estremeció, recordando ese día. Posando mi mano en su espalda y la otra sobre sus ojos, la recosté sobre el suelo, durmiéndola por segunda vez. Pero antes de que cerrara completamente sus ojos ella susurró: Gracias, de nuevo.
No volví a verla después de eso. Su susurro me perturbó, ella no podía verme, pero yo sabía que su alma era sensible, y sentía las cosas de un modo diferente a los demás.
Cuando llegó su hora y tuve que volver por ella, casi sentí algo. Cuando llegue junto a ella y sentí su esencia, supe lo que había vivido durante todos estos años, y supe que había vivido sus ochenta y seis años con sabiduría. Vi con sorpresa que ella conservaba dos recuerdos en su mente como tesoros, uno de los recuerdos más nítidos que vi en ella fue el de una sombra que, junto a los cuerpos de sus padres, estiraba una mano hacia ella y la hacía dormir.
El otro era la misma sombra que ayudándola a sobrellevar un momento duro, la hizo dormir, pero también la convenció de que lo que había visto años a atrás, durante un nuboso día de abril no había sido su imaginación. La ayudó a encontrar lo que ella necesitaba para sanar la herida que le había quedado. El conocimiento de que alguien había cuidado de sus padres.
Tomé su alma, ligera como el viento, y note que en vez de tener a una mujer anciana en mis brazos, en realidad había una pequeña niña que me miraba y lentamente susurraba:
"Esta vez puedes hacerme dormir para siempre"

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⏰ Última actualización: Jul 17, 2016 ⏰

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