Carta IV. Pastilla de la tranquilidad.

145 16 3
                                    


¿Recuerdas cuando te llevaron al psiquiatra?

Era una tarde en la que tu madre te obligó a vestirte de forma "decente", todavía recuerdo que te pusiste un jean con una camisa y tus típicas zapatillas.

Te subiste al auto sin saber a dónde ibas, tu madre dijo que no era nada importante, te mintieron todo el camino diciendo que era ella quién iría al médico.

Pero abriste los ojos de par en par cuando el médico te llamó por tu apellido y nombre.

Entraste con pasos llenos de miedo, cada centímetro que te separaba de aquel consultorio era un infierno. Tenías vergüenza de estar con dieciséis años frente a un psiquiatra, "el doctor de los locos".

Tu madre no paró de hablar con él; el doctor anotaba en aquel papel lo que sería tu historia clínica. No pudiste contestar a ninguna de sus preguntas, ella siempre respondía por ti.

Como siempre lo hacía.

Durante una hora estuvieron ametrallándote de preguntas que contestaste con bastante vergüenza, al doctor no parecía importarle tu edad y muchísimo menos cómo te sentías.

Y sentías que a tu madre jamás le importó cómo te encontrabas.

Para todos era una madre ejemplar, en las reuniones hablaba perfectamente de ti, se preocupaba cuando estabas enfermo en la cama, pero jamás, jamás se sentó a hablar contigo de cómo te sentías realmente.

El doctor decidió que estabas en una especie de "depresión", lo que te ocasionaba algunos "ataques de nervios" (cuando llorabas o te sentías con furia acumulada). Él dijo que te iba a recetar unas pastillas.

"No te asustes, no son psicofármacos grandes, es sólo para que te calmes en situaciones de nervios o mucho estrés."

Psicofármacos. Esa palabra estuvo en tu cabeza durante todo el trayecto a casa, incluso cuando pararon en la farmacia a comprar "la pastilla de la tranquilidad." Tu madre fue hablándote todo el camino, pero sólo podías limitarte a leer el prospecto de la caja de pastillas que tenías entre tus manos.

Tu padre volvió de trabajar un poco más tarde de lo usual, se disculpó contigo por no poder acompañarte al psiquiatra, obviamente dijiste que no importaba, que no había sido tan grave.

Tu mamá no dejó de hablar un segundo durante la cena, al parecer el tema de los psicofármacos era algo que la tenía demasiado feliz.

"Te calmará muchísimo, vas a ver."

Asentiste como restándole importancia, sabías que por más de que te quejases de la situación, tu madre soltaría la gran frase: "es por tu bien, no el mío."

Claro, era para tu bien tener que tomar un psicofármaco a los dieciséis años para "calmarte en situaciones de nervios." Era para tu bien dormirme en un estado de relajación inducido, obviamente todo era por tu bien y no por ellos.

Era muy fácil tragar una pastilla, pero era demasiado difícil hablar cuando nadie quería escucharte. Sólo te escuchaban las paredes cuando hablabas en voz baja, sólo te escuchaba ese único amigo.

Aún así hablar te dolía demasiado, las palabras eran como una llama de fuego cada vez que salían de tu boca. No querías hablar de tus miedos o temores, sabías que alguien algún día lo utilizaría en tu contra y dejarías tu dolor en manos de alguien más.

"La pastilla de la tranquilidad." comenzó a tornarse una gran aliada de tus padres.

Y tu gran enemiga.



¡Hola!

Gracias por leer. Me ayudan mucho compartiendo, comentando y votando.

X. 


Cartas a mi yo del pasado.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora