Two Minds, Two persons

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Le eché un último ojo a mi espejo y ahí estaba yo, cabello castaño arriba de la cadera algo ondulado, ojos verdes y mejillas llenas de pecas las cuales me hacían lucir menor de los 23 años casi 24, parecía una chica de 17 o 18, ya había sido confundida miles de veces y mi estatura no ayudaba de mucho.
Voltee a la ventana desde la cual pude ver toda la gente pasar, absortos de mí, yo podía verlos por completo y deducir casi todo sobre ellos, soltero, casado, familia, hijos, estudiante, etc.
Tome mi maleta y salí de la habitación de aquella casa; que no me traía más que malos recuerdos, todo me traía malos recuerdos, deje todo atrás.
La casa tenía todas las cortinas cerradas y con aquel secreto mejor guardado de mi vida. Ahí se quedaría hasta que alguien lo encontrara.
Al salir de la casa de mis padres pude ver en el marco de la puerta las líneas donde marcaban cuanto había crecido a yo en mi niñez.
Akali 10 años 1.40 año 1960.
Ahora era 1973, una época hermosa según las noticias pero eso no era lo importante. Aquella fecha fue la primera que vi, recuerdo ese día, mi madre me preparo mi pastel favorito y mi papá me regalo una muñeca, no era mi cumpleaños pero lo hicieron, tal vez me querían demasiado.
La secuencia iba de los 2 años hasta los 12.
Las yemas de mis dedos rozaron aquellas letras. Me distraje de todo lo que estaba ahí y seguí mi camino, ahora lo único que me quedaba eran recuerdos y sueños rotos.
Tome un taxi, el cual iba manejando un señor de unos 50 años, parecía amable y en sus ojos se notaba el cansancio acumulado.
-¿A dónde la llevo, Señorita?- Me pregunto.
-Al aeropuerto.
-¿Desea escapar de algo? Pregunta mirándome por el retrovisor.
-Creo que sería mejor decir que estoy dejando algo ir.- Respondí amablemente.
-Amor de jóvenes.- Dijo mientras arrancaba.- Son siempre los más apasionados.
Mire hacía la ventana del auto, me acomode en el asiento y suspire.
-También son los más mortales.- Susurre tan quedito que solo yo podría escuchar aquellas palabras.

En el aeropuerto todo fue normal, actos de rutina y ya.
El destino de mi avión era hacia España, un lugar donde nadie me conocía, ni yo conocía a nadie, necesitaba olvidar todo y dejarlo atrás. No fue un lugar al azar que decidí de golpe, realmente desde pequeña había tenido el gran deseo de ir pero no en estas circunstancias.
Ya todo estaba preparado, planeado precisamente para que mi secreto pudiera seguir guardado por siempre, o eso espera yo, aunque no dependía completamente de mí misma.
Ya habían pasado dos años, pude encontrar una pequeña casa de la cual podía pagar la renta mensual con el salario que tenía como maestra de una escuela primaria, yo solo le daba clase a niños de primer y segundo grado. Era maestra de música y adoraba todos esos niños que me hacían olvidar mi pasado.
De repente la campana sonó y me sacó de mis pensamientos.
-Bueno, ya pueden salir tengan un excelente fin de semana todos.- Dije y acto seguido todos los niños guardaron sus cosas e iban saliendo uno por uno.
Al final se quedo Joselyn una niña linda y regordeta, tenía mejillas chapeadas, ojos miel y cabello castaño. La niña siempre se quedaba de última ya que se tardaba mucho guardando sus cosas porque tenía la pequeña obsesión de hacerlo por orden alfabético.
Ya cuando acaba se para y va saliendo pero se tropieza delante de mí.
-¿Estás bien?- Dije mientras la ayudaba a que la niña se pudiera parar.
Note que Joselyn se había hecho un raspón en la rodilla del cual estaba sangrando. La niña igual lo noto y empezó a llorar.
-Me duele.- Decía.
Ver aquello me trajo recuerdos que se abalanzaron sobre mí pero los quejidos de la niña me hicieron despertar.
-Oh claro, intenta sentarte en la silla, solo déjame tomar algo de botiquín.
Joselyn hizo lo que le dije y se sentó aun quejando se su dolor.
-Fui y saque curitas y alcohol, me acerque a ella y en un algodón vertí algo de alcohol.
-Cuidado va a doler un poco.- Dije.
-Está bien, seré fuerte.- La pequeña niña se tenso y cerro los puños, acto seguido le puse el algodón en la pequeña herida y esta cerro los ojos. Al desinfectarle la herida le puse el curita.
-Ya acabe.- Dije sonriendo y poniendo de pie.- No fue tan malo ¿verdad?
-Gracias maestra.- Dijo.
-Está bien, fuiste una niña muy valiente.
-Maestra usted es muy buena, sus hijos deben de quererla mucho.- Joselyn se levanto y empezó a tocar su curita.
-Realmente no tengo hijos.- Un nudo se empezó a formas en mi estomago.
-¿Su esposo no quiere bebes?- Pregunto.
Debió de tocar ese tema, pensé.
Mi cuerpo se puso rígido y mis labios trazaron una mueca.
-No tengo esp...- Estaba por decir pero la niña ya había tomado sus cosas.
-Adiós maestra, nos vemos el lunes.- Dijo ya en la puerta sacudiendo su manita y se fue.
Yo me sentía exhausta y me fui a mi casa donde desaparecí en aquel cuarto por una hora hasta que pudiera volver a mi estado normal...

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