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Camino a casa de mi trabajo, mi teléfono comienza a sonar.

-¿Emma?-La voz del esposo de mi mejor amiga suena desde el otro lado de la bocina.

-¿Robert?-Pregunto claramente feliz por aquella llamada.

-Emma, necesito que vengas.- Su voz suena claramente preocupada y asustada.

-¿Robert, qué sucede?.

-Christine...- Robert deja la frase incompleta cuando rompe en llanto.

Dejo de caminar, la preocupación ha comenzado a invadirme.

-¿Robert?- repito su nombre.

-Christine...- vuelve a repetir- Christine... Está muerta.

Me da un vuelco el corazón y el alma se me cae a los pies en cuanto escucho esas tres palabras.

"Christine está muerta".

Mi mente no me deja pensar en otra cosa.

"Mi mejor amiga está muerta".

De manera instintiva, me llevo una mano a mi boca y comienzo a llorar, aún que no sé si esa sea la palabra para describirlo, comienzo a gritar en medio de la calle, la cual afortunadamente se encuentra desierta.

De alguna forma, la cual desconozco, llego a mi casa, pongo el pestillo y comienzo a llorar, cuando por fin logro calmarme un poco, miro hacia el suelo, aún sorbiendo la nariz, y veo un sobre, un lindo sobre blanco,  puedo observar un sello que me resulta un tanto familiar, dos leones que están listos para pelear. No tengo idea de quien pueda ser, pero la guardo en mi bolso.

Al día siguiente, con los ojos hinchados por las lágrimas, empaco mis cosas y me dirijo al aeropuerto. Una vez en la ventanilla, compré mi billete hacia Londres, donde vivía Christine y abordo el avión, son doce horas exactas de viaje, las cuales dedico a dormir, dormir es la solución a la mayoría de los problemas emocionales. Cuando llegué, Robert estará esperándome, ya acordamos todo.

Llegando al aeropuerto de Londres, está Robert, esperando por mi. Lo primero que hago es abrazarlo, sé como se siente, él me devuelve el abrazo, ambos estamos igual de destruidos por dentro y ambos nos vemos terribles.

Robert, siempre ha sido un hombre apuesto, es alto, de piel blanca, ojos marrones, y cabello negro, siempre se lo peina de tal forma que lo haga ver más atractivo, pero en esta ocasión lo lleva desordenado; y la barba que usualmente la lleva recortada, ahora tiene la sombra de una de tres días, y debajo de sus ojos se pueden observar los signos de varias noches en vela.

Sin decir palabra, nos dirigimos a su auto, y Robert conduce a hacia su casa.

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