Una mirada no siempre lo dice todo...

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Me encontraba sentado en mi sofá esperando que mi alarma sonara y llegara mi cuidadora para acompañarme hasta el colegio.
Hacía bastantes años que repetíamos la misma rutina:
Yo me levantaba y me sentaba en el sofá, ella venía y me daba el desayuno y después me llevaba al colegio. Pero esta vez parecía ser distinto ya que mi cuidadora se retrasaba.
Mi móvil comenzó a sonar. Palpé la mesita hasta encontrarlo y me lo llevé a la oreja.
-¿Si?
-Taehyung cariño, hoy no podré llegar a tiempo a recogerte... Se me ha complicado un poco la cosa. ¿Crees que con Yoko serás capaz de ir al colegio tú solo?
-Em..no está muy lejos así que puedo intentarlo.
-Si lo necesitas podemos mantener el contacto y te voy guiando.
-De acuerdo.

***

Conseguí llegar a la puerta de la escuela sin perderme o tropezarme ni una sola vez. ¡Eso era increíble! Llevaba a Yoko atado a mi brazo para mayor seguridad.
Sabía que si lo dejaba en la puerta, él no se movería hasta que saliera, así que eso hice.
-Hasta luego pequeño, no te vayas eh.
Y le di unas cuántas palmaditas en su cabeza justo antes de agarrarme a la barandilla de las escaleras y adentrarme en el gran edificio en el que me esperaban los demás alumnos a los que no caía muy bien.
Cuando llegué a mi clase el maestro me saludó y me acompañó hasta el pupitre en el que él ya había colocado mis cosas. Los profesores solían ser muy respetuosos conmigo, y esa era una de las razones por las que no caía bien a los demás a menudo.
-Buenos días señorito Kim. Su asiento está preparado, acompáñeme.
-Muchas gracias. -Le respondí tras ser guiado por él.

La clase fue rápida ya que estuvimos haciendo un debate sobre si podía existir o no la magia. El tema de debate me gustaba bastante, ya que podía expresar mi libre opinión, ser juzgado y poder rebatirle de nuevo, hasta que alguien dictara la sentencia de la persona que ganaba el mérito de la razón. Así que siempre que lo hacíamos ponía bastante de mi parte.
Al tocar la sirena, el profesor abandonó la sala y en su lugar entró el director anunciando a un nuevo alumno llamado Jimin. El asiento a mi lado resultó ser el único pupitre libre así qué le sentaron a mi lado.
-Buenos días. -Me saludó una vez que se había acomodado en la silla.
-Buenas. -Le respondí con mi cabeza hacia delante.
-Es un poco maleducado no mirar a alguien a la cara cuando se le está hablando ¿sabes...?
-Pues entonces...¿Qué debe pensar de mí la gente? -Respondí estas palabras con mi cabeza aún hacia delante.
-De acuerdo. ¿Compartirías el libro conmigo, por favor?
-Claro, no iba a usarlo mucho, la verdad. Es del profesor.
-Em..de acuerdo. Gracias.

Por fin llegó el recreo y yo abandoné el aula de estudio de la mano de mi única amiga Alicia. Que era una chica española que se había mudado hacía mucho tiempo a mi país.
Ella no iba a mi misma clase, pero siempre me esperaba a la salida de todas ellas, para que fuéramos juntos al patio.
Me había ayudado mucho en lo que llevábamos de tiempo siendo amigos. Siempre me daba la mano, y me acompañaba a todas partes. Ella era muy buena conmigo y yo no sabía por qué, ya que yo nunca podría agradecerle todo lo que hacia por mí cada uno de los días que pasaban.
Mientras caminábamos hacia el rinconcito del patio en el que solíamos sentarnos a hablar me volví a fijar en el tacto de sus manos.
Éstas eran realmente suaves, y su pelo era muy sedoso. Su cara tan lisita.
-¡Y blanca! ¡Soy blanquísima Tae! -Repetía cada vez que yo le recordaba como de suave era su cara.
-Jajajaj, yo no juzgo esas cosas...
-Lo se. Eso hace más perfecta aún tu personalidad.
-Gracias... -Y le sonreí. Pero no pude ver si ella me devolvió la sonrisa.

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Las clases habían acabado y yo salía agarrado a la barandilla hasta la puerta principal, justo después de haberme despedido de Alicia, que me había dejado en el principio de las escaleras. Puesto que ella se quedaba una hora más, porque estaba en un curso diferente a mí y los horarios por lo tanto también era diferentes.
Oí los ladridos de Yoko y eso me hizo querer correr a abrazarle, pero pillé un bache que no pude ver y tropecé consiguiendo así que me raspara las rodillas con el suelo.
Yoko se lanzó a mis brazos y empezó a lamerme entero de cabeza a pies.
Cuando tenía pensado levantarme, para no parecer más idiota aún de lo que debería parecer, una voz sonó tras de mi.
-¡Ey! ¿Estás bien? -¿Donde había oído esa voz? ¡Claro! Era la del nuevo alumno. Jimin. Sus brazos me agarraron por detrás y me levantaron. Una vez de pie, me giró hasta ponerme de frente a él.
-¿Te has hecho daño? -Su voz se notaba preocupada.
-No tranquilo, estoy acostumbrado a caerme.
-Eso no es bueno... ¿Quieres que te acompañe a casa?
-De acuerdo. No está muy lejos.
-Tranquilo, no me importa andar. -Agarró mi mano y empezamos a caminar. -Así no te caerás más veces.

Mientras marchábamos a un paso cordial, íbamos hablando de temas triviales. Hasta que él dijo algo que me dejó un poco impactado.
-Tienes unos ojos realmente bonitos. Es un color marrón mezclado con un brillo azulado. No había visto a nadie que los tuviera así.
-Vaya que irónico... ¿De verdad te gustan?
-Ajá. Son muy bonitos.
-Muchas gracias. Pero no creo que me sirva de mucho tenerlos del color que sean.
-Jajajaj, ¿Por lo de qué la belleza está en el interior? Bueno tiene razón. Pero son muy útiles a veces ehh.
-Bueno, yo no lo creo así.
-¿Por qué no?
Yoko empezó a ladrar y se paró.
-Mi casa es esta, te tengo que dejar. Muchas gracias por acompañarme. ¿Vives muy lejos? -Le pregunté con la cabeza direccionada a la puerta. Para empezar a abrirla.
-No, estoy por aquí cerca. Te preguntaré una cosa.
-Dime. -Dije una vez terminada la faena de colar con dificultad las llaves en la cerradura.
-¿Por que nunca miras a los ojos?
-Porque una mirada no siempre lo dice todo.

Una Venda Blanca ❤VMin❤Donde viven las historias. Descúbrelo ahora