La jornada transcurrió normal y corriente, como de costumbre. Se puede decir que me llevaba bien con mis compañeros, pero no eran nada más que eso, compañeros.
Cuando, al final del día, durante la última clase, el tutor me hizo dar la noticia delante de todos, vi sus caras: mi traslado no les afectó lo más mínimo, algunos se miraron entre ellos pero supongo que fue porque nunca habían notado mi presencia. No se oyó ni el zumbido de una mosca hasta que el gracioso del grupo dijo con voz alta:
—¡Buen viaje, no te olvides de nosotros! —La mitad de la clase rió, algunos aplaudieron y comenzaron a hablar cada vez más alto entre ellos hasta que el profesor puso un poco de orden.Al final del aula, al lado de la ventana, se sentaba el chico más raro. Sí, incluso más raro que yo. Era alto, su oscuro pelo le tapaba la frente y caía hasta las cejas, sus labios eran carnosos y sus ojos hacían que tuviera una mirada expresiva y viva... a pesar de que la mitad del tiempo permaneciera dormido sobre el pupitre. Su nombre: Seokjin.
Mantuvimos la mirada fija por varios segundos, hasta que me percaté de que seguía de pie frente a toda la clase. Cuando regresé a mi asiento, volví a pensar en ello. Parecía asombrado, pero triste. Sus ojos solían brillar, pero hoy no. ¿Por qué?
No lo conocía muy bien, como había dicho, era raro. Nunca hablaba con nadie, excepto para las tareas en grupo, para las cuales decía las palabras necesarias y no se le volvía a sentir. Pero a pesar de ser así, no parecía estar molesto nunca, excepto ahora: después de haber comunicado mi salida.Todos se levantaron ruidosamente de sus respectivas sillas tras haber sonado el timbre que denotaba el fin de las clases. Yo también me levanté pero en vez de salir, me aproximé hacia las taquillas, situadas al final de la clase, para vaciar la mía.
Ligeramente llevé mi mirada hacía la fila de las ventanas y ahí seguía él, durmiendo sobre la mesa como si el tiempo no hubiera pasado.
Abrí el armario, saqué todos mis cuadernos, libros, notas..., todo lo que quedaba ahí, hasta dejarlo vacío por completo y los metí en la mochila.
Bruscamente, impacté contra las taquillas. Seokjin estaba muy cerca mío, sujetándome sobre los hombros. Me encontraba bloqueada, sin posibilidad de moverme, sin oportunidad de salir de ahí.
Los libros que había metido hace un minuto en mi mochila, estaban esparcidos por el suelo bajo nuestros pies. Seokjin les dio una patada mandándolos un metro más lejos y volvió a mirarme fijamente.Sentía su respiración, podía oír el latido de mi corazón que palpitaba violentamente sobre mi pecho. Y en aquel momento, dejó de sujetarme.