No había nadie en la puerta del instituto ni en los alrededores, como era habitual. ¿Qué pasaba? Llegué a pensar que me había equivocado, que era día festivo, que seguía siendo domingo. No lograba comprender.
Entré. El pasillo estaba vacío también, me dirigía a mi clase de historia cuando oí un silbato. Di un giro de 180º para ver quién silbaba y vi una silueta a la mitad del pasillo. Yo era miope, lo que quiere decir que no veo bien de lejos, y justo hoy no llevaba las gafas puestas. Así que me acerqué para ver quién era y qué quería y ya de paso, si podía, me informaba de la extraña situación de estar esto tan solo.—¿A dónde vas? —Dijo cortante. Me fui acercando poco a poco, era la profesora de ética.
No fue difícil reconocerla, siempre iba igual, parecía una foto. Tenía las gafas apoyadas sobre la punta de la nariz. Yo siempre pensaba: «¿Cómo podía ver así?» me resultaba lo más gracioso y si la miraba mucho posiblemente estallaría de la risa. Era un poquito bajita así que supongo que para disimular su pequeña estatura siempre llevaba unos tacones; hoy eran negros, a juego con su falda, negra también. Andaría cerca de los 30 o 35 años pero a pesar de ser joven parecía vieja, estaba amargada y me caía mal.
—Buenos días profesora —Me incliné y esbocé una medio sonrisa, sin enseñar los dientes, tímida —. Voy a clase de matemáticas.
—No puedes, ¿no sabes la hora qué es?
—¿Cómo que no puedo? —Mi cara fue un conjunto de expresiones: confusión, asombro, rechazo, perplejidad... Estaba totalmente desconcertada.
Levante la manga del abrigo para poder ver el reloj de mi muñeca izquierda. Marcaba las 7h en punto. ¿El tiempo se había parado? No. Era mi reloj el que estaba quieto y a la vez, mi corazón, estaba asustada.
—Ven conmigo. —La profesora camino sin mirar atrás, sin comprobar que la seguía o no.No, no la seguía. Estaba paralizada. Tragué saliva y volví en sí. Traté de alcanzarla corriendo, pero los libros que llevaba en la mochila me dificultaban avanzar con agilidad. Cuando llegué a la oficina vi el reloj grande, marcaba las 8.45 h. Había llegado tarde, y mucho. ¿Cómo era posible?
La profesora ya estaba sentada en el sillón negro de su oficina, había un montón de libros, cuadernos y papeles sobre el. Los apiló todos y los puso sobre una silla. Permanecí de pie en la puerta, esperando que hablase o me diese alguna orden.
—Siéntate—Suspiró —. Por favor.
Me quité la mochila, me senté y apoyé esta encima de mis piernas. Ella estaba ojeando una carpeta, buscaba algo, supongo.
—Ajá, aquí estás— Se puso las gafas y comenzó a leer—. Kim Iseul, 19 años, último curso, uhm... ¿Cuales son tus planes para el futuro?... ¿Irás a la universidad?— Me miró esperando una respuesta así que asentí tímidamente, pasó de página y siguió leyendo—. Está bien. ¿Irás a una universidad de artes? ¿Eso es lo que quieres?
—Sí, eso quiero.
—He estado hablando con tus padres, acerca de una transferencia— Me miró fijamente—. Para ir a una universidad especializada en artes deberías cambiarte de instituto, es lo que te conviene.Al llegar tarde me esperaba otro tipo de conversación, pensé que me diría que no debía ser impuntual, que hacerlo era una falta de respeto y que mi obligación era llegar a la hora. Por cada minuto que llegábamos tarde teníamos que entregar 100 ₩, así que pensé que me pediría dinero. Pero no ¿Se estaba preocupando por mi futuro? ¿Realmente le importaba?
Lo peor es que mis padres no habían hablado conmigo sobre eso, esta situación se sentía un poco extraña. La profesora seguía clavándome la mirada con sus gafas cuadradas en la punta de la nariz. Y así siguió un par de minutos hasta que acepté la propuesta.Firmé un par de papeles en el que ya figuraban las firmas de mis padres. Me entregó otros impresos para llevar a casa y me despidió con una sonrisa, una falsa sonrisa.