Aunque había dejado de presionar mi cuerpo contra los armarios, era incapaz de desplazarme. Aquella situación me dejó muda y paralizada. Tras un tiempo, conseguí volver a mis sentidos, haciéndome a la idea de que la situación sí era real.
—¿Qué estás haciendo? ¿Acaso te has vuelto loco?—Intenté decirlo de manera autoritaria y manteniendo una mirada dominante.
No podía demostrar que me había asustado, aunque probablemente él ya lo había notado.
No contestó. Simplemente seguía frente a mi, observándome.
—¿Qué pasa, no vas a decir nada? ¿Me empujas sin ninguna razón? ¿No te han enseñado modales? —Suspiré. —Bueno, si eso es todo, adiós.
Fui a recoger todas mis cosas dispersas por el suelo. Pero antes de poderlo hacer, me tomó del brazo y me giró de nuevo frente a él.
— Kim Seokjin, ¿a qué demonios estás jugando?
— Te vas a ir.
— Ya lo has oído, sí.
— Te vas a ir de este instituto.
— ¿Me dejas? Tengo que recoger lo que TÚ me has tirado. —Fui hacia mis cosas, pero una vez más me agarró del brazo muy fuerte y me acercó más a él.
— Supongo que, cuando tienes algo a tu lado no le prestas mucha atención, hasta que deja de estar contigo, entonces, lo extrañas. —Mientras decía esto, una lágrima se deslizaba por su rostro.