Capítulo 1.

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No podía ser que no hubiera ningún ruido en la calle. Normalmente, en la zona en la que vivía, siempre se llenaba del sonido de los bocinazos de los conductores demasiado imbéciles como para respetar las señales de tránsito. Hoy, para mi sorpresa, no había absolutamente nada. Yo no sabía si era porque a) todo el mundo se había calmado de una vez o b) de repente había ocurrido un apocalipsis zombi y yo no me había enterado.

Me apenaría mucho que fuera la segunda opción.

Mientras caminaba en dirección a mi escuela, miraba a mi alrededor en busca de señales del fin del mundo. Aparentemente no pasaba nada. Mi vecino (que tenía muy pocas posibilidades de sobrevivir si un zombi entraba a su casa) me saludó con la mano mientras subía en el auto de su padre. Los pájaros cantaban, el cielo era azul... Todo parecía realmente normal.

Entonces... ¿por qué no había bocinazos?

Al llegar a la calle que debía cruzar para llegar a mi escuela, me di cuenta de que pasaban autos por ahí, pero aparentemente ninguno tenía prisa y se dejaban pasar mutuamente, sin tocar bocina. Aparentemente todos habían aprendido modales de un día para el otro.

Ya era hora.

Cruce la calle y, para mi sorpresa, los autos pararon para que pudiera cruzar tranquila. Alcé las cejas, esto realmente era nuevo. Quizás no había sido un apocalipsis zombi, quizás había sido una invasión de extraterrestres amables.

En cuanto entré en mi escuela me encaminé por el pasillo principal que conducía al patio de descanso. Ahí era donde todos los alumnos pasábamos unos minutos antes de entrar a clases. Saludé a un par de profesores que pasaron por mi lado y vi que estaban tomados de la mano. Mis profesores de Química e Historia estaban tomados de la mano.

Los miré de reojo y puse una mueca. Eso era nuevo. Nuevo y raro, y más en un colegio religioso como el mío.

Solté una risita mientras negaba con la cabeza y seguía caminado. El patio de la escuela tenía un extraño tono brillante, como si el piso fuera blanco y le estuviera dando mucha luz. Entrecerré los ojos mientras intentaba bajar la escalera. Había mucha gente, y un grupo de chicos me bloqueaba la escalera principal. Comencé a pedir permiso y a abrirme paso entre el grupo lentamente.

Aparentemente hoy el mundo no estaba de mi lado, ya que resbalé con algo que había en la escalera. Genial, iba a caerme enfrente de toda la escuela y además me iba a dar un ataque al corazón del susto.

Justo antes de caer al suelo y ser el hazmerreír de toda la escuela, unos fuertes brazos me rodearon la cintura y lograron mantenerme estable. Madre mía, en el último segundo. Quedé unos minutos deslumbrada por la potente luz del sol, hasta que luego de parpadear un par de veces pude distinguir un rostro. Y vaya qué rostro.

Era un muchacho, de eso no había duda. El cabello rubio le caía sobre la frente y tenía unos ojos hermosamente verdes. Tenía el rostro anguloso y pómulos marcados. Él me examinó el rostro por unos segundos y luego abrió la boca para hablar. Y cuando lo hizo...


Un chorro de agua me cayó sobre el cuerpo, haciendo que me sentara de golpe en mi cama. Tomé aire como si hubiera salido del agua y me quité el pelo mojado de los ojos. Escudriñé la oscuridad y distinguí dos pares de ojos azules que brillaban divertidos.

Gruñí mientras comenzaba a levantarme.

―Ya verán ustedes dos.

Mis hermanos soltaron una carcajada y salieron corriendo de mi habitación. Yo los seguí hasta el marco de la puerta y miré el pasillo de mi casa con rabia.

―Jacob y Jason DiClark, ¡vuelvan aquí en este instante!

La risa de los gemelos se escuchaba desde el piso de abajo, y pude jurar que mi padre también se unía a ellas. Maldita sea. Cerré la puerta de mi habitación de un golpe y caminé en la oscuridad hacia lo que pensaba que era la ventana para correr las cortinas, lo cual fue mala idea, ya que me golpeé el dedo chiquito del pie con la cama y tuve que morderme la lengua con fuerza para no soltar un grito y una grosería.

El chico de mis sueñosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora