Capítulo 6.

124 10 7
                                    


Era el segundo descanso y yo me hallaba hablando con Diana. No sé muy bien de qué hablábamos, solo hablábamos; creo que intentaba explicarle a qué sabía la gelatina de arándanos cuando sentí que alguien me pasaba un brazo por la cintura.

Miré hacia abajo. Sí, definitivamente alguien me había pasado brazo por la cintura. El pensamiento de querer arrancarle la yugular con las uñas a quien sea que me estuviera tocando me pasó por la cabeza, hasta que vi a Diana. Estaba levantando el pulgar, riéndose y asintiendo emocionada. Siempre estaba emocionada, pero esta vez parecía aún más. Fruncí el ceño y me di la vuelta, encontrándome con unos ojos verdes muy conocidos.

―Franco ―susurré con una sonrisa.

―Hola ―murmuró mientras me plantaba un beso en la mejilla.

Me sonrojé deliberadamente mientras veía a Diana marcharse entre la multitud.

Franco me soltó y se colocó delante de mí, con los brazos detrás de la espalda. Me sonrió de forma pícara, cosa que me hizo sonrojar aún más.

―He traído dos regalos. Elije una mano ―pidió Franco.

Dudé un minuto, mientras pasaba la mirada entre un brazo y el otro.

―El derecho ―señalé.

Franco sonrió y me tendió un paquete. Rompí sin miramientos el envoltorio y ahogué un grito cuando vi el contenido. Franco me había comprado uno de esos auriculares que estaban de moda en aquel momento, los que eran bastante grandes, de los que no se caían.

―Están geniales, Fran. Gracias.

―No es lo único que voy a darte ―dijo tendiéndome el otro regalo.

―¿Para qué me has hecho elegir si me ibas a dar las dos cosas?

―Para mantener el misterio ―respondió encogiéndose de hombros.

Alcé una ceja mientras me disponía a abrir el segundo regalo. Era una pequeña caja, y al abrirla, lo único que vi fue un pequeño dije con la letra F. Era un collar.

―Es precioso ―murmuré―. Me encanta.

―Déjame que te lo pongo.

Tomó el collar y se puso a mi espalda. No hacía falta que me levantara el cabello como hacían en las películas románticas gringas, ya que no me llegaba a tocar los hombros.

Toqué el frio metal del dije que reposaba en mi pecho. Sonreí, sintiendo que mi cuerpo se llenaba de felicidad.

Franco se paró frente a mí de nuevo con una sonrisa dulce en el rostro.

―No sé cómo agradecerte estos regalos ―declaré―. Yo no te he traído nada.

―Me conformo con un beso en la mejilla ―respondió él.

Giró la cara, mostrándome su mejilla derecha. Se tocó dos veces la mejilla con el índice, con una sonrisa en el rostro. Yo sonreí también y me acerqué a él. Me puse de puntitas de pie e hice un piquito con los labios.

En ese momento, Franco giró la cabeza de nuevo, haciendo que nuestros labios quedaran a milímetros. Sonrió con suficiencia, y ese fue el momento en el que supe que ese había sido su plan desde el principio. Curvé levemente los labios en una sonrisa y me acerqué a él. Sentí el suave tacto de sus labios sobre los míos y...



Un sonido como el del claxon de un camión me hizo pegar un salto en mi cama y caerme por el borde. Me aparté el pelo de la cara y miré en todas direcciones, distinguiendo la risa de uno de mis hermanos en un lugar próximo a la puerta.

El chico de mis sueñosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora