Capítulo 9.

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Louis se dio la vuelta y me miró, con los ojos desorbitados. Estaba segura de que él tampoco se podía creer que yo estuviera en sus sueños también.

Me acerqué corriendo a él, dejando a Franco detrás. Vi que una chica de cabello rubio y ojos de un verde grisáceo nos observaba con una sonrisa. ¿Ella quién era? Porque estaba segura de que no la había visto en mi vida.

―No pude creerlo cuando Emilia me dijo que el dije no había cambiado de letra. Es tan extraño estar los dos en el mismo lugar ―susurró Louis cuando estuve ante él.

―Lo sé, yo me siento igual ―respondí. Miré a mi alrededor frunciendo el ceño―. ¿Dónde está Emilia, Louis?

Él se apartó un poco y miró a la chica rubia que estaba a su derecha. Ella me saludó con la mano y me regaló una sonrisa radiante. El cabello rubio lo tenía sobre los hombros, completamente liso y muy bonito. Ojala yo tuviera un cabello así.

―Mina, ella es Emilia ―dijo Louis, señalándola con la cabeza.

Fruncí el ceño mientras la miraba.

―¿Louis? Ella no se parece a mí. Déjate de bromas y dime dónde está Emilia, quiero ver a mi doble.

―No está bromeando, Mina ―anunció Franco a mi espalda.

Me di la vuelta, colocándome a un lado de Louis. Franco nos observaba con una sonrisa y los brazos en jarras, la chica rubia se colocó a un lado de él.

―¿Franco? ―llamé.

Louis lo miró con el ceño fruncido.

―¿Él es Franco? No se parece...

―Antes de que vuelvas a decir lo mismo que Mina, Louis, tómala de la mano ―pidió Emilia.

Louis y yo nos miramos, sin entender muy bien qué pasaba. Él tomó mi mano de repente, y ambos miramos hacia adelante.

Tuve que apretar los labios para no soltar una palabra muy impropia de una señorita. En aquel momento, estaba viendo a Franco, solo que no era Franco. Era un chico de ojos rasgados, de color cobre, y cabello totalmente negro. Le cubría la frente y lo tenía bastante despeinado. Vacilé, no entendía absolutamente nada de lo que estaba pasando.

―¿Emilia? ―preguntó Louis a mi lado―. ¿Eres tú?

Louis miraba a Emilia con ojos desorbitados. Estaba segura de que no podía creérselo, al igual que yo. No podía creer que aquellas personas fueran Franco y Emilia, nuestros Franco y Emilia.

Ambos nos sonrieron, cosa que no sabía si interpretar como buena o como mala.

―Así es, Louis ―afirmó Emilia―. Así es como me veo en realidad.

―Y así es como yo me veo, Mina.

Me quedé en silencio unos minutos, sin saber muy bien qué hacer o qué decir. Aquello era lo más raro que me había pasado en la vida, y miren que había experimentado cosas raras.

―Sé que no entienden nada, créanme. Seguramente, si nosotros existiéramos, estaríamos igual que ustedes. ―La voz de Emilia era pausada y calmada, como si fuera una profesora del primario que estuviera explicando a un niño como escribir.

Louis fue el primero en salir de su atontamiento.

―¿Si ustedes existieran? ―preguntó―. ¿Es que acaso...?

―Como lo oyes, Louis ―lo interrumpió Franco―. Nosotros, Franco y Emilia, no existimos. Somos... ¿cómo nos definirías, Emi?

Emilia soltó una risita.

El chico de mis sueñosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora