"Levi, the Man in the Beast - Parte 3".

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Hace dos años.

- ¿Desde cuándo, Levi?- susurré intentando que mi voz no temblara. Intento fallido.- ¿Desde cuándo me estás engañando?

Todo comenzó tranquilamente cuando él llegó y me dijo toda la verdad en mi cara justo el día de nuestro aniversario. ¿Quién hace eso?, ¿por qué lo hizo?, ¿por qué me lastima de esa manera?

¿Por qué me lastimas, Levi?

¿Quién eres?, ¿en qué clase de persona te han convertido?

- Desde hace dos años...- susurró él.

- ¿Con quién?- me atreví a preguntar.

- Un compañero de trabajo... Prefiero no decirte su nombre.- miraba al piso. ¿Por qué no me miras a los ojos, Levi? ¿Por qué no me miras mientras mi mundo se hace pedazos frente a ti?

- Desde hace tiempo que noté tu falta de interés en mí... Poco a poco te ibas alejando y yo trataba de entender que tu trabajo ponía harta presión sobre ti, que esto sólo era un efecto secundario y que iba a pasar...

- Eren, yo... Lo siento...- susurró mirándome con el miedo reflejado en sus ojos.

- Yo no esperaba esto, Levi.- dije.

- Yo tampoco, Eren.- se apresuró en decir.- Es sólo que... las cosas se salieron de control y-

- Y decidiste arruinar once años de felicidad por un buen culo y una buena mamada.- realmente estaba enfadado. No me creía lo que estaba diciendo.

- No. Eso no fue lo que pasó. No es lo que tú piensas.- salió a la defensiva.

- Decidiste dejarme porque ya no querías ser el azotador, ahora querías que te azotaran.

- No, Eren. Escúchame.- cerró los puños tratando de controlarse pero en ese momento no me di cuenta. Esto iba a acabar mal.

- ¿Escuchar qué, cómo te hace gritar de placer un rubio alto, fornido cuya intención es entrometerse en la felicidad de la gente y usar a las víctimas como juguetes sexuales?, ¿eso quieres que escuche?

- Eren, no mal interpretes la situación. No es quien estás pensando y no es como lo piensas.- enarcó las cejas y sus ojos se llenaron de ira.

- ¿Pensaste acaso en lo mucho que me dolería?- le pregunté.- ¿Pensaste en lo que nos pasaría a nosotros después de esto? No. ¿Sabes qué? Ya no hay un nosotros. No voy a esperar por una segunda vez.

En ese momento subí las escaleras, encaminado hacia nuestro cuarto. Tomé una maleta y empecé a guardar mis cosas de manera desordenada. Levi entró después de un rato con la mirada vacía y por primera vez tuve miedo.

Agarré la maleta y lo hice a un lado. Me sentía mal pero no era algo que no pudiera superar. Por ahora todo estaba yendo bien hasta que sentí un fuerte apretón en la muñeca que no me dejaba irme.

- Suéltame.- le dije sin mirarlo.

- ¿A dónde vas?- me preguntó aún sin levantar la cabeza.

- Eso ya no es de tu importancia.- jalé mi brazo para soltarme.

Iba bajando las escaleras cuando sentí un empujón y rodé hasta darme un buen golpe en la cabeza. Me quejé y aparté de mis ojos la sangre que escurría por un corte en mi frente.

Miré mi mano sin creerme aún que todo esto estaba pasando.

Vi a Levi correr hacia mí y luego todo se hizo borroso mientras se me iban cerrando los ojos...

Desde ese día Levi no me ha dejado. Me mantiene encerrado contra mi voluntad, o tal vez soy yo el que no quiere irse. Por dependencia. Por miedo. Cualquiera que sea la razón, es triste verme pasar por esta situación. Escuché la cerradura de la puerta girar y mi primera reacción fue encogerme, hacerme un ovillo en la esquina del sofá que se había vuelto mi refugio.

- Estoy en casa.- escuché la firme voz de mi esposo. Por un momento pensé que él iba a pasar de largo y entonces yo podría llorar, pero no fue así. Mi corazón se aceleró al verlo caminar hacia mí.- Estoy en casa.- repitió en un tono más fuerte.

- B-Bienvenido...- susurré.

- ¿Y la comida?- preguntó mirando hacia la cocina y viendo la mesa vacía y todo apagado.- ¿Dónde está la comida?- me miró amenazante. Nunca me podría librar de sus enfados, sus gritos, su mal humor.

- Y-Yo no... la he hecho...- hablé en un tono cada vez más bajo.

- ¡¿Y qué coño estás esperando?!- gritó. Se notaba algo decepcionado pero en ese momento no había prestado atención.- ¿Quieres que muera de hambre para así poder irte?, ¿eso quieres? ¡Basura estúpida!

- Por favor no grites...- supliqué levantándome con mis sentidos alerta.

- ¡Camina, mierda! ¡Y apresúrate!- ordenó. Su mirada cambiaba por momentos: en un segundo reflejaba enojo y frustración, y en otro no sé qué es lo que quería transmitir. Una sensación cálida imposible de llegar a mí por las defensas de mi cuerpo dañado e imposible que él pueda dejar salir por la frialdad en su cuerpo.- Eren...

Al escuchar mi nombre salir por sus labios me paralicé. Hacía mucho tiempo que no escuchaba mi nombre. Antes, creía que cuando él lo decía yo estaría a salvo, a salvo de todos los problemas de adolescente que me rodeaban; pero ahora, solamente siento ganas de llorar.

Volteé y ahí estaba su mirada tranquila, llena de dolor. Sentimiento único que él podía expresar físicamente.

- Mande...- mi voz sonó como un susurro. Los recuerdos se encargaron de aplastar el sonido en mi voz y el viento se había llevado mis palabras.

- No es nada.- dijo mirando hacia otro lado.- Cuando baje quiero que ya esté lista la mesa.

Asentí y él subió con los pasos pesados. Las escaleras rechinaban ante su contacto. Pensé en qué pasaría si se rompieran y él cayera. Pensé en qué haría yo por él... en qué haría yo por mí.

Un hilo de sangre escurrió de uno de mis dedos al cortarme accidentalmente. El líquido pintó la tabla de madera sobre la que cortaba y sin importarme demasiado la herida seguí cortando, aunque el simple contacto de mi piel con el jugo ácido me ardiera yo seguí. Jamás me había plantado la idea del suicidio. Siempre me pareció algo estúpido, una salida estúpida. Pero ahora no lo parecía tanto.

Tomé el cuchillo con la mano temblorosa y abrí la llave del lavadero. Puse el arma sobre mi muñeca y la miré por unos segundos. Estaba temblando. Todo mi cuerpo estaba temblando y sentía unas incontenibles ganas de llorar. El nudo en mi garganta cada vez se hacía más grande y amenazaba con explotar y terminar mi trabajo. Miré mi muñeca y el peso de mis decisiones sobre ella...

... No lo hice.

Reaccioné y tiré el cuchillo, provocando un fuerte ruido al chocar contra el metal. La pequeña herida en mi dedo ya no sangraba y mi muñeca seguía limpia. Solté el aire que inconscientemente estaba sosteniendo y desaté el nudo que me estaba asfixiando.

Por fin, me decidí por llorar.

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Riren: He's Hurting Out There (One-Shot)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora