El cello

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- El cello no tiene barniz, quiero que lo pintes, Jake-dijo el hombre mientras me miraba fijamente

-  Ya he pintado muchos cellos, así que este no será diferente

- Quiero que hagas lo que yo te diga, exactamente al pie de la letra o tu querido Ed se irá de vuelta al lugar de donde lo he traído- dijo con una mirada amenazadora colocándose un sombrero-

- Ya por favor no mas rodeos, directo al punto!!!

- Es un instrumento único, ya te darás cuenta al momento de que lo tengas en tus manos, lo que quiero que hagas es que lo toques en el baile de bienvenida del conde Mathieu

- Ni siquiera conozco al conde, cómo voy a tocar en el baile?

- Quiero que termines el cello, luego lo tocarás en el baile, yo me encargo del resto.

- Debo organizar mis trajes y vestimentas...

-Tus trajes no son la mejor opción. Yo te daré prendas, te ves ridículo con lo que siempre usas.

El hombre es demasiado extraño, conoce cómo me veo sin yo haberlo visto antes. No comprendo cómo es que puede conocerme, así que debo tener cuidado.

-Quiero que conozcas el sitio donde vas a estar mientras cumples las tareas que te voy a dar- dice el señor.

Escucho caballos galopar en la oscuridad de la noche. A lo lejos veo que se acerca un carruaje mientras el hombre lo señala y dice:

-Ellos te llevarán hasta el sitio. No te preocupes, no te va a suceder nada malo. Recoge a tu hijo, toma tus cosas y súbelas a ese carruaje. Debes esperarme cuando llegues, no toques nada hasta que yo esté ahí.

Llega el carruaje, se bajan dos hombres, no dicen ni una sola palabra, sólo me ayudan a recoger mis cosas. Son dos hombres muy bien vestidos, no se inmutan a la menor cosa. No hablan entre ellos, no hay reacciones en sus caras. Hacen todo lo que el hombre les pide. Lo más extraño de todo es que ponen mis cosas en un baúl trasero, siguen y siguen poniendo cosas pero no se llena. Trato de mirar, veo cómo siguen colocando mis cosas y uno de ellos para de hacer lo que estaba haciendo, se queda mirándome fijamente, sin ninguna expresión...

-Ve por tu hijo y súbelo al carruaje- me sorprende el hombre de repente llegando por mi espalda.

Voy por mi hijo, tomo mi maletín y voy al nuevo carruaje. Los hombres comienzan a sacar algunos artefactos del sitio del pasajero del carruaje y lavan el piso, parece un carruaje infinito por dentro, luego dice el más flaco de los dos:

-Señor, estamos listos. Cuando usted diga...

El CelloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora