-¿Vas a quedarte mirando como si fueras tonto o vas a agarrarme como anoche?
El líder socialista miraba estupefacto al secretario de Podemos como si aún no se creyera lo que había ocurrido. Una parte de él quería salir huyendo de esa escena, que parecía sacada de una tira cómica de El Jueves. A pesar de que quería hablar, quería preguntarle, no era capaz de articular palabra alguna que tuviera un sentido racional. ¿Qué coño había pasado anoche? Y lo que era peor, ¿hasta dónde habían llegado los dos políticos?
Las dudas a la segunda pregunta se despejaron rápidamente cuando Pablo agarró a Pedro de la cintura y lo atrajo hacia él, acariciando con su mano derecha el miembro del socialista y pasando, más tarde, a las nalgas de acero de este y, poniéndose de puntillas, lo besó. Al principio, se sintió incómodo, pero los labios de Pablo se fueron haciendo hueco entre los suyos, hasta que el socialista se dejó llevar por la situación. En ese momento, Pedro descubrió hasta que punto llegaban las maneras de convicción y liderazgo del líder de Podemos.
Aunque Pedro era totalmente heterosexual (o eso creía), no pudo evitar sentir un calor en su entrepierna cuando los labios del podemita se extendieron por su cuello hasta bajar al pecho. Pablo sintió como la piel de su amante se erizaba con cada beso que le daba y sonrío con malicia mientras iba bajando poco a poco, arrasando con sus labios todo lo que veía. Aquello estaba mal, Pedro lo reconocía, estaba felizmente casado y tenía una familia ejemplar a la que quería y en la que no le faltaba nada. Sin embargo, algo en Pablo lo atraía de una manera que ni su propia mujer habría conseguido jamás, hasta el punto en el que se dejó llevar por la pasión de aquel momento y se perdió en los labios del de Vallecas, y mientras el agua les empapaba, hicieron el amor como nunca antes lo habían hecho.
Un rato después, Pablo se dispuso a ponerse la camisa, que había acabado por los suelos tras la "reunión" de la noche anterior. Ya con los vaqueros puestos y con la coleta desarreglada de siempre, se acercó a la puerta de la habitación, ignorando completamente l presencia de Pedro que, mientras tanto, aún desnudo y tumbado en la cama, se lamentaba por lo ocurrido.
-Pablo, tenemos que hablar... -El líder de Podemos arqueó una ceja al oír esto, cuando ya se disponía a salir- Verás... Yo estoy casad-.
-Esto no ha significado nada.-musitó en un tono seco y cortante.
Cerró la puerta de un golpe, dejando a Pedro con las palabras en la boca. En las pocas ocasiones en las que habían coincidido, había podido comprobar que eso era muy típico de él. Los debate, los encuentros culturales, las reuniones entre ambos partidos... Incluso en el par de veces que habían tenido la oportunidad de hablar por Whatsapp, Pablo se había mostrado así, brusco, tajante, como si eso fuera una parte intrínseca de su personalidad. Aún así, en aquellas horas que habían pasado juntos, había descubierto un nuevo Pablo, dulce y cariñoso, que daba y se dejaba hacer. Simplemente el pensamiento de lo ocurrido hacía apenas unas horas lo sobreexcitaba.
En ese momento, su móvil empezó a sonar. Era Begoña, su esposa. Dudo en si cogerlo o no, pues probablemente estaría un tanto cabreada... Decidió no cogérselo y se vistió rápidamente, ya que si se daba prisa podría llegar a casa con tiempo de sobra para prepararse para la reunión antes del encuentro de aquella tarde con Podemos.
Se vistió rápidamente, aunque siempre con clase. Una camisa, una cazadora de cuero y unos vaqueros eran suficiente para que el socialista fuera irresistible para cualquier mujer. Salió de la habitación y, tapándose un poco la cara con unas enormes gafas de sol y un abrigo negro, descubrió en recepción que la habitación ya la había pagado la noche anterior, por lo que agradeció los servicios al recepcionista y salió a la calle. Se apresuró y, evitando ser visto, llamó a un taxi y, gracias al poco tráfico de aquella mañana, 15 minutos después estaba frente a su magnífico chalet.
Entró en casa y, para su sorpresa, Begoña lo estaba esperando sentada en el sillón, con una expresión de angustia. Iba vestida con su característico kimono de seda y miraba a Pedro con una seriedad alarmante, mientras sujetaba un paquete de pañuelos en una mano.
-¿Quién es ella?
El tono de Begoña sonó frío al otro lado de la sala. La pregunta fue chocante para Pedro. Estaba llorando y era evidente que le costaba respirar con normalidad.
-¿Ella?¿Ella quién? -preguntó Pedro un poco exhausto todavía por la resaca.
-Por Dios, Pedro, no me trates como si fuera una estúpida. Sé perfectamente que tienes una amante.-Begoña se levantó, acercándose a su marido.- No me mientas...
-No sé de qué me hablas.
Apenas fue consciente de la bofetada que su mujer le propinó hasta que comenzó a sentir el calor extendiéndose por su mejilla.-La próxima vez que decidas tener una aventurilla por ahí, al menos ten la decencia de pagar en metálico en el hotel. Te irá mejor.
-No es lo que tú...
No supo terminar la frase. Si era lo que ella creía. Puede que no de la manera en que lo creía, pero si era cierto que la había engañado. Pedro, ya sin palabras, miró a su mujer, reprimiendo las lágrimas de sus ojos y viendo el mismo sufrimiento en los ojos de ella.
-No quiero que vuelvas a esta casa, ¿me has oído? -seria y segura, Begoña desapareció del salón y al rato volvió con una maleta.- En unos días, recibirás noticias de mi abogado. Ahora, por favor, vete.
Aún sin poder articular palabra, Pedro se vio despojado de lo que más quería, y como no tenía más remedio, se fue.
-¿Hola? Sí, ¿Pablo? Soy Pedro Sánchez.
-Hola, Pedro. ¿Te puedo ayudar en algo?
-Verás, mi mujer y yo hemos discutido porque... Bueno, porque ha descubierto que anoche la engañé.-aún se le quebraba la voz al mencionarlo.
Durante unos segundos, la conversación se quedó en el aire. Pedro esperaba alguna respuesta del otro, un movimiento, un "Lo siento", lo que fuera. Sin embargo, no llegó, así que continuó hablando.
-No ha descubierto que eras tú, no te preocupes... Sólo vio la factura de la noche de hotel...
-Ah.-respondió el siempre seco señor Iglesias.
-Me preguntaba si podría quedarme esta noche en tu casa, ya sabes, hasta que encuentre un sitio estable donde alojarme.
-No, no puedes. Te dejé claro que lo de anoche no había significado nada.-dicho esto colgó, dejando, de nuevo, a Pedro sin poder terminar la conversación. Aquello terminó por destrozarle.
Pedro volvió a consultar su agenda de contactos y tras unas cuantas llamadas, se vio obligado a telefonear a alguien a quién nunca había pensado que pediría ayuda.
-¿Sí?¿Mariano? Soy Pedro. Sí, el mismo.
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Espero que os guste este segundo capítulo. Podéis dejarme vuestras impresiones en los comentarios.
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Perdona si te llamo Presidente
Fanfic¿Qué pasaría si la unión más importante de la historia de la democracia española no fuera meramente política?