Equinoccio

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Capítulo 1: Introducción.

(Elizabeth)

Escuche un sonido molesto a lo lejos. ¿Qué estaba pasando? Seguí corriendo entre las enormes paredes del oscuro callejón. El sonido se hizo más fuerte y no pude evitar ignorarlo.

Salte sobre la cama asustada ¿Qué diablos? El molesto sonido provenía de mi alarma. Al parecer regresar al oscuro callejón era mejor, que ir al molesto colegio. Tenía tiempo soñando lo mismo.

Me levante de la cama y fui a hacer mi rutina matutina. No sé qué decir sobre mí… No tengo un diario, ni nada que me recuerde quien soy. Mi vida es, mi vida es menor que la palabra interesante.

Realmente no tengo historia. Crecí en un orfanato hasta donde recuerdo. La señora Eva me conto que llegue al orfanato a los nueve años, con nada que diera indicios de donde provenía.  Lamentablemente no recuerdo esos nueve años de vida ¿Por qué? No tengo ni la menor idea. Eva dijo que sufrí un accidente…

A los doce años me adoptaron. Mis tutores; Stefan y Victoria. Típicos “padres” de una adolecente. Tengo diecisiete años y ellos no conocen la palabra libertad, creo.

Aunque tengo a mi mejor amiga. Ella alegra un poco mis días aburridos. Galia es una chica de piel morena clara, con unos grandes ojos café y cabello negro. Es del todo casi normal, excepto porque le gustan las plantas. Excesivamente, ¡Creo que será botánica! 

Termine de cambiarme y baje al piso principal. Victoria estaba preparando el desayuno. Yo no los llamaba padres, pero no parecía molestarles.

-Buenos días hija.

-Buenos días Victoria.

Jale la silla del comedor y me senté a esperar.

-¿Vas a ir caminando?

-Sí, ya sabes ¡Más saludable!

Al minuto entro Stefan con su típica sonrisa. Él era muy alegre. Tenía que admitir que apreciaba que me acogieran cuando no tenían que, eran los mejores padres adoptivos.

-Esa es la actitud Elizabeth. Caminar al colegio en una fría mañana ¿Miraste que nevó otra pulgada anoche?

-Genial.

Victoria me mando una mirada de advertencia, no le gustaba el sarcasmo. Me agradaba la nieve, pero caminar en ella no era muy cómodo.

Desayunamos los tres juntos en la mesa. Al terminar cada quien partió a su ocupación.

-¡No llegues tarde hija!- grito Victoria.

Ya estaba lo suficiente lejos para responder, así que continúe. No prestaba mucha atención a mi alrededor, por lo general miraba hacia abajo. Solía caerme seguido y no quería perderme una piedra por allí. No soy una persona social. Odio que las personas sepan mi historia, si es que podía llamarse así.

Persona aburrida, igual a una vida aburrida.

Al llegar al colegio, estaba Galia esperándome en la puerta.

-¡Ely!- grito feliz y corrió hacia mí. Maldición. Me abrazo como si no hubiera un mañana, causando que yo cayera.

-Ouu… Me miraste ayer, no entiendo porque tanto amor- me queje.

-Lo siento.

Galia se reía mientras acomodaba su trenza larga. Me puse de pie y le tendí la mano para ayudarla.

-¡Dios la vida sin novio es tan aburrida!- exclamo dramáticamente.

-Nunca he tenido un novio y no le veo lo malo.

Galia es lo contrario a mí, pero por algo es mi mejor amiga.

-Ya anda vamos a clases y deja de hablar de cosas sin sentido- dije empujándola a clases.

El día paso normal. Horas aburridas, receso y aventuras con Galia. No solía meterme en problemas y llevaba un buen promedio. No quería causarle dolores de cabeza innecesarios a Victoria y a Stefan.

Finalmente sonó el timbre de salida y todos corrieron. Parecía una cárcel.

-¿Quieres que te acompañe a casa?- me pregunto Galia.

-Solo si prometes comportarte- bromee.

-Palabra de mujer- dijo alzando la mano.

Ya me sabía el camino de memoria, aunque la nieve lo complicaba un poco. Acomode bien mi gorro sobre mi cabello café oscuro. 

-Odio tus ojos. ¡Oh! ¿Puedo sacarte un ojo? Ya sabes…

Mire asustada a Galia ¿Qué? Ella envidiaba el extraño color de mis ojos. Parecían un poco grises cristalinos. Al desconcentrarme torpemente tropecé con un charco de agua congelado. El golpe fue directo a mi parte trasera.

-¿Estas bien?- pregunto Galia aguantando su risa. Genial, causaba risa.

La fulmine con la mirada y limpie mi ropa llena de nieve. Al mirar hacia la nieve me sorprendió ver algo brillar con la poca luz de sol. Me estire un poco y alcance el extraño objeto.  

Lo estudie en mi mano. Era pequeño en forma de diamante enrollado en algo parecido a plata. Colgado de un extraño metal. La única forma que le encontraba era de collar.

-¿Te la pasaras tirada?

La voz de mi amiga me trajo de vuelta. El pequeño diamante me había dejado absorta. Algo me llamaba la atención. Me puse de pie y me quede observando el diamante.

-¿Qué es eso Ely?

-Ni idea. Estaba entre la nieve. Me gusta.

-Bueno estas de suerte ¡Es gratis!

-Mm… Debe tener dueño. Voy a quedármelo solo para buscar a su dueño y entregárselo- dije insegura ¿Por qué me sentía insegura? No era mío.

Guarde el collar en mi bolsa y seguimos con nuestro camino. No sabía cuánto cambiaria mi vida ese pequeño objeto.

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