Capítulo 2: Azul celeste.
(Elizabeth)
Ya era viernes por fin. Había tenido una semana extraña. No sabía si me estaba volviendo loca o de verdad alguien me estaba vigilando. Sentía miradas constantes sobre mí y en ocasiones podía jurar que escuchaba tras de mi ¿Quién seguirá a una chica tan aburrida como yo? Le pregunte a Galia si sentía la presencia de otra forma y claro me miro como si estuviera loca.
Debía aprender a mantener la boca cerrada o terminaría en un manicomio.
Ya tenía días con el collar, aun no encontraba a su dueño. Comenzaba a gustarme demasiado para quedármelo. Venia de camino del colegio, ya estaba oscureciendo. Había tenido clases extras, ya que esta semana había tenido muchas distracciones. No podía concentrarme en el salón. De verdad algo estaba mal conmigo.
Estaba haciendo mucho frio, el viento hacia mover los arboles de un lado a otro. Estaba segura que pronto comenzaría a nevar de nuevo. Apreté mi suéter tratando de darme calor ¿Por qué se me ocurría salir tan tarde del colegio?
Me concentre de nuevo en el camino tratando de no tropezarme, cuando el sonido de otros zapatos raspando la nieve me hizo saltar. No había notado que alguien estuviera cerca.
Seguí caminando tratando de ignorar a quien fuera que estuviera allí. Pero ya no se sentía normal, su presencia era incomoda. Como si fuera la misma persona que me había estado siguiendo días atrás. ¿Sería él o ella? Nunca lo había sentido tan cerca, casi había sido como una ilusión y ahora estaba aquí detrás de mí.
Detuve el paso ¿De verdad quería conocerlo? Me concentre en escuchar lo que hacía él o ella. Sus zapatos dejaron de raspar la nieve y me congele. Casi podía sentir una tibia respiración en mi cuello. ¡O dios! ¿Estaba tan cerca?
¿Debía voltear? ¿Debía hablar? Sentí un escalofrío desde mi cuello hasta mi espalda baja. Decir que estaba aterrada era poco. Era un miedo indescriptible.
Decidí voltear, fuera lo que fuera debía darle la cara. Lentamente gire mi cuerpo hacia atrás.
Delante de mí se encontraba ¿Un hombre? No podía distinguir bien su cara, pero si sus ojos. Su mirada era penetrante, de un azul celeste profundo. Parecían los ojos de un gato brillando con la luz de la luna. Nunca había mirado unos ojos así.
Su cabello era largo, no excesivo. Me miraba curioso. Estaba paralizada no sabía que decir. ¿Quién era? Él no era de por aquí. Lo hubiera notado antes.
Empecé a dar pasos hacia atrás, solo quería alejarme de esa mirada penetrante. Caí de espalda contra la nieve, llevándome un buen golpe. Me pare lo más rápido posible. El seguía en su mismo lugar, sus ojos no se apartaban de mí.
-¿Puedes verme?- pregunto el confundido. ¿Qué diablos? Ni que fuera ciega. No conteste, trate de alejarme de nuevo, tratando de no volver a caer.
Al no pareció gustarle mi silencio. Sus ojos brillaron de una manera extraña. Se movió dudoso hacia mí.
-¿Quién eres?- gruño.
-No ¿Quién eres tú?- respondí con la voz cortada. El miedo me impedía hablar.
Su cuerpo se puso rígido. Estaba enojado. No lo pensé más y me eche a correr lejos de él. Corrí sin parar. Ni siquiera voltee a mirar si me seguía. La casa ya no estaba tan lejos.
En cuanto llegue a casa eche un vistazo hacia atrás. Ya no estaba. Cerré la puerta con todos los seguros y corrí por la casa en busca de mis tutores.
-¡Stefan! ¡Victoria! ¿Están en casa?- grite. Nada. Solo escucha el sonido de los autos pasar fuera.
Trate de respirar varias veces, tranquilizándome. Estaba entrando en estado de pánico. Tome el teléfono y marque al número de mi amiga. Ella debía ayudarme.
-Hola ¿Qué quien habla?
-Soy... soy Elizabeth- tembló mi voz.
Me acerque a la ventana y observe fuera. ¿Estaría ahí? La calle se miraba demasiado oscura.
-¿Con quién hablas?
Se escuchó una voz tras de mí. ¿Qué? O dios...
-¿Elizabeth?
Escuche a través del teléfono.
-Así que te llamas Elizabeth- dijo el extraño.
Deje caer el teléfono. Sentía miedo, estaba segura que estaba dentro de mi casa. Mis ojos se llenaron de lágrimas ¿Iba a morir?
Seguí escuchando los gritos de mi amiga, pero no pude reaccionar. La llamada no tardo en cortarse.
-Deberías voltear...
Por alguna extraño razón le hice caso. ¿Qué más podía hacer? Me pega contra la pared mirándolo con precaución.
-¿Cómo entraste? ¿Quién eres?
El me sonrió de una manera atemorizante, pero a la vez atrayente ¿Qué estaba mal conmigo?
-Definitivamente no entre por la puerta- dijo con sarcasmo. ¿Se burlaba de mí?
-Existen ventanas...
Lo rete. Algo en mi quería provocarlo. Tonta puede ser peligroso me regaño mi conciencia.
-Wow estoy asombrado. Eres inteligente Ely ¿Puede decirte así verdad? Ahora que estamos en confianza. Te dire un secreto.
Se acercó como si fuera a decírmelo al oído, pero al ver mi reacción solo se quedó cerca sonriendo.
-¿Cu-cuál?- tartamudeé.
-No entre por la ventana- susurro.
Maldición iba a orinarme. ¿Por qué jugaba así conmigo? Ya no pude aguantar las lágrimas. Una se escapó por mi mejilla.
-¿Estas llorando?- pregunto confundido.
No respondí. Era algo obvio. No parecía ser muy mayor ¿Qué quería de mí?
-Perdón. Lo siento estoy aprovechándome de mis habilidades. Soy Axel.
-¿Cómo entraste Axel?
-Si te lo digo tendría que matarte.
-Vete por favor. Antes de que llame a la policía- amanece. El sonrío sínicamente. ¿A quién se supone que debía llamar? ¿Cazadores de fantasmas? ¿Bomberos?
La puerta se escuchó a mi lado ¿Había mas?
Entro Victoria para mi gran alivio encendiendo la luz. Corrí a abrazarla.
-¿Qué sucede hija?- me pregunto preocupada acariciando mi cabello. ¿En serio preguntaba? Mire hacia donde estaba Axel. Ahora estaba recargado cruzado de brazos mirándome con una leve sonrisa.
Vete dije entre dientes.
-¿Elizabeth?- me llamo Victoria moviéndome.
-No sé cómo entro lo juro.
Tal vez pensaba que era un amigo, un novio fugitivo y por eso no reaccionaba como yo.
-¿Quién? Me estas preocupando hija.
¿No lo miraba? Estaba volviéndome loca.
-Mira hacia allá- señale hacia donde estaba Axel. El saludo feliz. Idiota.
-Allá no hay nada.
Decidí callarme antes de que pensara que estaba loca.
-Nada, me duele la cabeza. Voy a mi habitación- susurre.
-Hija tomate unas pastillas. Te ves mal- me dijo maternalmente.
Asentí y camine a mi habitación. Pasando por donde estaba Axel. Sentí una extraña corriente eléctrica en mi cuerpo. Debía estar soñando.
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Equinoccio
Fantasy¿Cómo era posible? Ayer era una chica normal y ahora, ahora no tenía idea en quien me había convertido. Él había cambiado todo. Nada de lo que creíamos era verdad.