Cuando al fin logré quitarme el cable del pie -en serio, creí que tendrían que amputarmelo. ¿Se imaginan? Si Lautaro apenas me quería así, cómo sería con un pie menos- abrí la puerta y grité en dirección al pasillo:
—Estoy bien, mamá. Solo se me cayó una cosa.
Di un portazo y me pasé la mano por el pelo enmarañado.
El ¡sh! que gritaron mis padres demostraba que no era la zarigüeya silenciosa que yo creía.
En fin...
Me encogí de hombros y recordé el verdadero motivo de mis altercados: el mensaje.
Siendo un poco más cuidadosa esta vez, atravesé los seis pasos que me separaban del aparato rosa y lo desbloquee con dedos temblorosos.
—¡¿Me están tomando el pelo?! —grité sin poder evitarlo.
—¡Shhh!
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-Llamando a Lautaro-
Teen FictionMaia tenía un plan. Lo llamaría y fingiría haberse confundio. Luego debía surgir la magia, ¿no? Pues no. Lo único que consiguió fue una mejor amiga riendo a carcajadas y la vergüenza de su vida. O al menos eso es lo que ella cree.