Noche 38.

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Dante:

En lo más profundo de mi ser pude quererte con cada acto, cada palabra, cada suspiro. Y pude pensarte como nadie te pensó, y pude hablar de ti como nadie más jamás lo hizo. Y pude amarte como nadie más te amo. Como nadie jamás lo hará.

Fuiste la felicidad que se mezcló con la miseria, fuiste el muchacho con el corazón más roto que los labios. Sufriste más de lo que sonreíste, y aveces, tan solo aveces, puedo llegar a pensar que me quisiste porque podía compartir tu miseria de una manera distinta. Porque tu miseria era tu vida, y la mía eras tú. Nuestra miseria eras .

Compartiamos cada sentido; la muerte en vida, el odio por si mismos, las adicciones. Puedo decir con toda libertad que sé que me quisiste, porque sé que lo hiciste aunque suene prepotente, porque te sentí, porque a pesar de callar podías gritar cuanto me amabas, aunque estuvieses molesto, aunque estuvieses mal, aunque estuvieses drogado, y aunque estuvieses queriendo morir.

Tenías problemas, y aunque todos pensaban que era normal, no lo era. Era la única que lo sabía con certeza, sabía que tus problemas no eran con el mundo, eran contigo. Lo sabía porque te entendia al hablar, porque te veía llorar a las tres de la mañana, porque te veía luchar contigo mismo, porque te sentía.
Pero puedes asegurarte que te amé, con cada parte de mi ser.

Nunca sentí un dolor tan fuerte como el día que te fuiste, que me dejaste, que no estabas, pero te perdono, porque mereces todo lo que este bien en la vida.

Te amé Dante, siempre.
Y siempre lo haré.

Con todo su roto corazón,
Samantha.

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