Después de dar infinitas vueltas en la cama, Sofía se despertó presa del pánico a mitad de unas de sus habituales pesadillas.
Como de costumbre tenía la cara empapada de lagrimas, el cabello revuelto y la respiración entecortada. Era aún de noche pero la luz de la luna que se colaba por su ventana fue suficiente para enceguecerla por unos minutos. Desesperada por calmarse, salió de la cama, se puso las pantuflas y se dirigió a la cocina con la esperanza de que un vaso de agua le ayudará a controlar su agitado ritmo cardiaco y conciliar nuevamente el sueño.
Al llegar al umbral de la puerta que daba a la cocina Sofía perdió por completo el aliento al toparse con una alargada figura recostada cómodamente contra el mesón de mármol. La misteriosa figura se encontraba mirando despreocupadamente por la gran ventana que daba al jardín mientras sostenía en su mano derecha una copa llena hasta la mitad de lo que parecía vino. Instintivamente Sofía agarro el paraguas que horas antes había usado y se armo de valor, dispuesta a embestir a aquella figura masculina que había irrumpido en su casa y que al parecer se encontraba muy a gusto en su cocina; pero, antes de que Sofia pudiese ejecutar cualquier movimiento Sebastián se dio vuelta, y al verse en peligro de ser atacado por un paraguas dejo caer la copa que sostenía en la mano al mismo que la chica ahogaba un pequeño grito, dejando escapar en cambio un sonido gutural.
-¡¿Acaso te enloqueciste o que?!-exclamó Sofia al reconocer a Sebastián-¿Cómo se te ocurre entrar así en mi casa a mitad de la noche?¿No te das cuenta lo que me haces hacer?¡Casi te apuñalo con un paraguas!
-Lo siento, no era mi intención asustarte de ese modo-dijo Sebastián apenado- y mucho menos causar todo este..."desastre" pensó Sofia antes de que el chico pudiese terminar la frase, pero no lo hizo, pues en ese momento los profundos ojos de Sebastián se toparon con los suyos como lo habían hecho tantas otras veces, paralizando todo al rededor por un instante en el cual no existía algo mas maravilloso en el mundo que dos seres completamente ignorantes de la belleza que poseen y destinados a admirarse el uno al otro en secreto sin percatarse que el amor se esconde tras la mirada, ya que, como bien dicen, "los ojos son las ventanas del alma".
Tras unos pocos segundos de contacto, Sebastián noto de inmediato la incomodidad de Sofia así que desvío la mirada al suelo, topándose con una cascada de cristales rotos esparcidos por las baldosas y que se arremolinaban en un pequeño charco de vino. Pese a sus esfuerzos, Sebastián no pudo evitar dirigir su mirada nuevamente a los ojos avellanas de Sofia.
-Perdón por el desastre que hice-añadió Sebastián-. Déjame hacer algo para arreglarlo.-Levanto la vista esperando una confirmación que no llego.
Así que se agacho y empezó a recoger los cristales apresuradamente sin percatarse que su mano izquierda había comenzado a sangrar. Al ver el hilillo de sangre que rodaba por la muñeca de Sebastián, Sofia se agacho a su lado mirando primero su mano y luego su rostro.
-Dios, mírate la mano, estas sangrando mucho- exclamo Sofía alarmada por el gran cantidad de fluido escarlata que emanaba de la mano de Sebastián-Déjame ayudarte-añadió preocupada.
Juntos se pusieron de pie. Sofía sostenía la mano de Sebastián entre las suyas con sumo cuidado, guiándolo hacia la silla más cercana. Sebastián se sentó y trato de ponerse lo más cómodo posible mientras Sofía (aun apenada por su aspecto) buscaba ansiosamente el botiquín en el gabinete del baño. Al encontrarlo trato de evitar toparse con el espejo, no necesitaba mirarse en el para saber exactamente como lucia. Así, tratando de no darle tanta importancia a su apariencia caminó apresuradamente hasta al sala donde había dejado a Sebastián solo y sangrante. El chico se miraba con gran asombro la palma de la mano y trataba de evitar el impulso de tocarse la herida.
-Extiende la mano-le dijo.
-¿Prometes que no dolerá?-preguntó el.
-¿Confías en mi?-repuso ella enarcando las cejas.
-Te confiaría mi vida sin pensarlo dos veces-dijo el suavemente casi en forma de susurro como si se tratase de un secreto.
Mientras Sebastián decía esas palabras Sofía no pudo evitar mirarlo a los ojos con ternura,refugiándose en aquellos luceros negros y profundos que tanto amaba y que jamas se cansaría de admirar.
Mirarse a los ojos constituía para ambos una pequeña forma de comunicarse, una manera en la que los dos gritaban lo que las palabras callaban.
Después de sostener la mirada unos cuantos segundos, Sofía comenzó a limpiar la herida de Sebastián sacando los pequeños trozos de cristal incrustados en la piel, mientras este se quejaba y trataba de contener los gemidos de dolor. Cuando Sofía acabo de sacar todos los cirstales, se dio cuenta que la herida era bastante des prolija y profunda pero no dejo ver su preocupación, en cambio se dispuso a vendar la mano con gran rapidez tal como una enfermera lo hubiera hecho. Minutos después, cuando Sofía acabo de vendarlo, Sebastián se puso en pie frente a ella y el tomo el rostro con ambas manos, haciendo una mueca de dolor cuando su mano izquierda rozo la mejilla de Sofía. Ella esbozo una sonrisa burlona y lo miro a los ojos, esperando a que el se acercara lo suficiente como para que sus labios pudieran tocarse, pero el no lo
hizo. Solo se limitó a observarle el rostro, deteniéndose en los ojos, como siempre lo hacia, percatándose de que evidentemente, aquellos ojos avellanas habían estado llorando.
En ese momento, Sebastián comprendió por completo la situación que estaba viviendo: Sofía se había despertado de una de sus habituales pesadillas y como siempre había ido a la cocina en busca de un vaso de agua pero en cambio se había topado con él. Sin apartar las manos del rostro de la chica, le pregunto con voz baja y delicada:-¿Te pasa algo?
-No-respondió Sofía con tono decidido.
-¿Tuviste una pesadilla de nuevo?-dijo Sebastián conociendo de antemano la respuesta. Al escuchar estas palabras tan familiares, Sofía hizo lo que siempre hacia cuando el le preguntaba acerca de sus malos sueños: bajar la mirada al piso y asentir. Sebastián la miro comprensivo y la apretó contra su pecho rodeándola con sus largos brazos, como tratando de protegerla de cualquier peligro que se encontrase a su al rededor.
-Tranquila, todo va a estar bien-le susurro Sebastián pegándole los labios a la sien mientras hablaba.-yo estoy aquí contigo y nunca me iré de tu lado, por que te necesito, te necesito como oxigeno para vivir.
Sin previo aviso, las lagrimas comenzaron a rodar por la mejilla de Sofía empapando la camisa de Sebastián. Él la alejo un poco de sí y la beso en la frente como diciéndole que no le importaba que mojara su camisa en absoluto.
-Hey, ¿Estas bien?-le pregunto de nuevo, con miedo de saber la respuesta, pues si ella no estaba bien él tampoco lo estaría nunca.
Aunque quisiera, Sofía no respondió, estaba tratando con todas sus fuerzas de contener las lágrimas y no sollozar pero era imposible, no podía hacerse la fuerte con él como lo hacia con el resto del mundo; porque él era el único que sabía acerca de sus pesadillas y la única persona a la que amaba mas que a nada.
-Dime que soñaste esta vez-dijo Sebastián algo ansioso ante el prologando silencio de Sofía.
-Lo de siempre-respondió ella mientras aguantaba la respiración. Pero el sabia que había algo más y Sofía lo sabia también, así que continuo hablando:-Soñé que estaba en ese maldito bote de nuevo, a mitad de un lago y veía una casa en la orilla. Algo me hacia desear entrar en esa casa a toda costa, pero por mas que remara no conseguía llegar al otro lado. Luego el cielo se oscurecía, todo parecía enfriarse, como si la felicidad del aire se hubiera evaporado y en consecuencia se desatara una terrible tormenta. La lluvia me hacia caer a las heladas aguas,pero cuando estaba cayendo, otra figura aparecía en el bote y me extendía su mano para subir de nuevo. Justo cuando estaba tratando de agarrar esa mano desconocida, no podía hacerlo; y no podía hacerlo por que no quería hacerlo, así que me hundía, me hundía lentamente mientras la tormenta se hacía cada vez mas y mas fuerte hasta que finalmente mis pulmones se llenaban de agua y Me quedaba sin respiración. Mientras moría, todo se desvanecía a mi alrededor, todo menos una serie de preguntas que me hago una y otra vez cada que despierto de este absurdo sueño: ¿Quién estaba en el bote conmigo?¿Que me atraía de esa casa y me hacia querer llegar a ella con tantas ansias? Y tal vez la pregunta más aterradora de todas: ¿Por qué, de alguna forma, no evitaba ahogarme?
Sebastián se limitó a escuchar el relato con suma atención. Cuando Sofía acabo de hablar, él la miró compresivo y únicamente y la abrazo mas fuerte, apretándola contra si, como queriendo romperla, sin saber que cuando hacia esto en realidad estaba reparando sus pedazos.
-¿Quieres volver a la cama?-preguntó Sebastián, con la esperanza de que Sofía accediera ahora que sabia que el estaba ahí con ella.
-Si-respondió Sofía.-Supongo que tengo que descansar, mañana será un día largo en la escuela.
-Ya es de mañana Sofía-dijo Sebastián dejando en entrevisto su diversión-Son las 4 AM, solo tienes dos horas mas de sueño y tendrás que aprovecharlas.
Sofía asintió cansada y juntos caminaron hasta la habitación.
Al llegar, Sofía se sentó al borde la cama y se quitó las pantuflas. Mientras se arropaba con la sábanas, Sebastián se acostó del otro lado junto a ella, dejando que apoyara la cabeza en su pecho entre tanto el jugaba con su cabello.
-No puedo dormir-susurro Sofía al cabo de un momento.
-¿Por qué no puedes hacerlo?-preguntó Sebastián.
-Tengo miedo.
-¿Me dirás a que le temes?
Sofía respiro hondo, estaba a punto de decir voz alta lo que había calmado tantas noches después de tener la misma pesadilla una y otra vez.-Tengo miedo de que cada vez que cierre los ojos tenga una pesadilla y después de soñar que muero me despierte aterrorizada y no sepa que hacer.
-No pienses en eso-dijo Sebastián tratando de consolarla-Ahora yo estoy aquí contigo y cuidare tus sueños. A mi lado no te despertaras aterrorizada por que abrirás los ojos estando en mis brazos y sabiendo que estoy aquí para protegerte y que daría la vida por que nada malo te pasara.
Sofía lo miro con lagrimas en los ojos.
-Gracias-musitó.
-¿Por qué me agradeces?-preguntó Sebastián confundido.
-Te agradezco por estar aquí, a mi lado, haciéndome sentir a salvo.
-Siempre estaré a tu lado Sofía, siempre.

ESTÁS LEYENDO
Si algún día llegas a amarme
Teen FictionEsta no es la típica historia de amor adolescente a la que estamos acostumbrados; esta historia se atreve a sumergirse en los rincones mas profundos del corazón y la razón humana, no viéndolos como antónimos si no como un dúo dinámico esencial para...