¡No lo hagas!

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La Iglesia estaba deslumbrante, flores en cada esquina, en el altar, todas blancas y puras

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La Iglesia estaba deslumbrante, flores en cada esquina, en el altar, todas blancas y puras. A mi se me revolvía el estomago con solo verlas, me recordaba que no podría hacerlo, no tendría el valor de decírselo.

-Ha llegado el coche del novio Mery, me dijiste que te avisara- me dijo un hombre bajito al que no había visto en mi vida hasta ese día, que al parecer, se había mostrado muy amable y me había hecho el favor. Hasta recordaba mi nombre.

Yo iba vestida para la ocasión, con un traje largo verde azulado que se ceñía a la cintura y caía en una larga falda de gasa.

-Hola Mery, estás guapísima ¿le has visto ya?-me dijo mi amiga Helen

-A eso voy- dije con una sonrisa forzada, estaba nerviosa, para qué disimularlo, no me creía capaz, no lo sería...

Allí estaba él. Tan guapo como siempre o incluso más. Elegantísimo con el traje de novio, rodeado de una muchedumbre que quería verle, hacerse fotos con él, hablarle, y yo, haciéndome paso hacia él.

Me miró por un segundo y le hice un gesto para que se deshiciera de la gente, con gran facilidad lo hizo alegando que se estaba agobiando.

-Mery, estás muy guapa –dijo observando mi vestido

-Gracias, tu también... oye necesito hablar contigo a solas

-¿Ahora?- dijo mirando a la gente que nos rodeaba, sin duda éramos el centro de atención en aquel momento.

Le abracé como si estuviera felicitándole y le dije al oído.

-Por favor, te espero dentro.

Asintió, sonrió para disimular y siguió saludando a los demás, mientras yo me alejaba al interior de la Iglesia, para esperarle.

Me invadían los recuerdos en aquel lugar, habíamos vivido tantos momentos él y yo... tanto dolorosos como alegres, funerales, navidades, bodas, y ahora era la suya.

No aparecería, seguro que tenía una mínima idea de lo que iba a decirle y no sería tan tonto de, el día de su boda, acudir a mí, después de todo, la culpa la tenía yo. Yo le dejé hace años asustada por haber estropeado algo tan valioso como era nuestra amistad y me propuse olvidarle, pero me fue imposible.

Me repetía a mí misma que no acudiría a mi encuentro y en realidad solo estaba esperando que por aquella antigua puerta de roble se asomara su cara buscándome como solíamos hacer cuando éramos unos niños y jugábamos a escondernos.

Pasaron 10 minutos y comencé a impacientarme, pero sabría que no vendría únicamente cuando hubiera comenzado la ceremonia. Hasta entonces nada me movería de allí.

Y apareció, visiblemente confuso, nervioso y con todo tipo de emociones. Se acercó a mí sin sonreír.

-¿Qué querías decirme?

-He venido porque tengo que decirte que...si te casas con ella seré una desgraciada toda la vida y se que tú también. Siento decirte esto en esta situación y... tan tarde. A saber que estás pensando de mí, pero si no te lo digo...se que me arrepentiré cada segundo de haberte dejado ir sin haber luchado antes por ti y no podré vivir con eso. Tenía que intentarlo porque estoy enamorada de ti y te quiero, siempre lo he hecho. Te ruego no te cases con ella porque jamás podrá quererte como yo y si has venido a mi encuentro ha sido porque sabes que muy en el fondo tú también me sigues queriendo.

-Mery es muy tarde ¿Cómo te atreves a decirme esto en mi boda? Hay mucha gente a la que decepcionaría y a mi prometida la primera. Le di mi palabra y tengo que cumplirla.

-¿Te has dado cuenta que sólo has hablado de deber y cumplir? Por una vez en tu vida haz lo que tú quieres. ¡Esto es importante!

-Lo siento, soy incapaz.

-Tenía que intentarlo, os deseo que seáis felices...nos vemos pronto.

-Adiós Mery- Dijo mirándome una última vez antes de encaminarse hacia la puerta que le llevaría al altar con su futura mujer, dejándome a mi envuelta en lágrimas desamparadas.

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