15º Pasado, pasado está.

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Tengo veintiún anos soy escórpio nací el doce de noviembre soy cero negativo. Esos son mis datos generales,- después de esa pequeña introducción proseguí más seria- no tengo hermanos ni familia cercana ya que fui adoptada por mi tía cuando tenia nueve años- observe su cara de asombro ante aquella palabra, adoptada, pero como no dijo nada seguí con mi historia- mis padres murieron en un accidente de tráfico en una noche de tormenta, de ahí mi miedo- me estaba costando un poco hablar sobre eso y por un segundo pensé que estallaría en llanto pero no fue así, definitivamente lo tenía superado- pase casi un año en un orfanato entre papeleo y valoraciones de si podía o no vivir con una mujer soltera con problemas de salud. Recuerdo claramente que fue el peor año de mi vida, ya que no solo había perdido a mis padres si no que también estaba encerrada en una especie de cárcel sin poder hacer nada. Me sentía impotente por mi debilidad, ahora lo veo más como experiencia de vida, ya no le doy demasiada importancia, pero aun así aveces duele.- respire profundo para volver ha hablar, ahora centrándome en aquellos ojos verdes.- el resto de mi vida fue tranquilo, fui a la escuela como todos aunque no tenía demasiados amigos, aprendí de todo un poco con mi tía a organizar fiestas a hablar con propiedad a comportarme como una señorita a administrar la fortuna familiar y a vivir tranquilamente sin darle mucha importancia a las cosas. Cuando ella murió por un fallo cardíaco yo ya sabía todo lo necesario para seguir con mi vida sin sufrir demasiado. Después de su muerte busque un trabajo normal para saber lo que se sentía y no me fue muy bien.- no se cuanto tiempo llevaba hablando pero me sentía increíblemente bien, no deje de verlo a los ojos ni un momento y cada segundo me parecía más perfecto me gustaba la forma que tenía de verme y como cogió mi mano para darme ánimos cuando le dije que era huérfana. Dos segundos después proseguí con mi pequeña historia de vida diciendo- hace unos pocos meses conocí a un hombre increíble que me enamoró desde el primer momento que lo vi, fue amor a   primera vista, él es  como un dios griego, y después de conocerlo un poco más vi que era como el algodón de azúcar así de dulce pero al mismo tiempo algo frío – Alejandro tenía una sonrisa de oreja a oreja, cuando me interrumpió-

- Y ese chico que dices que te enamoro a primera vista, es este que está enfrente de ti?-

-Si, pero también es el chico que me decepcionó y me hizo daño.- respondí con una mueca de dolor y una sonrisa entre cortada.

-Sabes que te amo, te amo, te amo y te lo diré mil veces durante todos los días de mi vida para convencerte para que sepas que no miento y que no voy a cambiar de opinión sobre ti-

-A qué te refieres con cambiar de opinión??- pregunté con curiosidad, ya que al fin y al cabo no sabía muy bien lo que él pensaba sobre mi.

-A que jamas dudare de mis sentimientos por ti y que jamás permitiré que te alejes de mi- respondió con una sonrisa, pero al mismo tiempo con el semblante serio.

Durante toda la noche me sentí enamorada, como en una nube como si no existiera nada más que eso, y a mi no me hacia falta nada más para ser feliz lo tenía todo. Pero por alguna extraña razón empecé a llorar como una niña como si volviera aquel orfanato donde estaba sola y lloraba cada día para volver atrás y cambiar algo. Pero me di cuenta de algo verdaderamente importante y era que ahora ya no estaba sola, y en el momento que se desbordaron mis lágrimas sentí como la mano de Alejandro acariciaba mi mejilla para consolarme. Unos minutos después cuando conseguí calmarme él me dijo:

-Eva vamonos la noche aun no termina y tengo varias sorpresas para ti-

Me sentía ansiosa quería quedarme así con el para siempre quería que aquel segundo durara por siempre y que aquel presentimiento de que algo iba mal desapareciera.

Me levanté de la mesa cogiendo su mano salimos del restaurante, y la noche estaba preciosa. En vez de coger el coche e irnos Alejandro me dirigió hacia un pequeño camino situado al lado del restaurante que daba a la playa, antes de llegar a la arena me pare para descalzarme, pero el sin decirme nada me cogió como una princesa y nos adentramos en la playa. Estaba tan cerca de su pecho que podía sentir como latía su corazón al unísono con el mío, y entre el ruido del mar y el de nuestros corazones se componía una hermosa melodía. Me agarraba a su pecho y sin decir nada sentía que el mundo nos pertenencia que en ese momento nada era imposible y si le pedía que me diera la luna el haría lo imposible para traerla para mi. Caminó conmigo durante un buen rato hasta llegar a una gran manta que estaba en la arena rodeada de velas me poso en la manta y de una cesta que estaba al lado cogió una bandeja de fresas y un bote de nata se sentó a mi lado.

-Te gustan las fresas con nata?- me pregunto Alejandro con un tono súper sexy que hizo que me sonrojara.

-Si claro que me gustan – respondí con el tono más sexy que pude, y al mismo tiempo me acerque a él para coger el bote de nata de sus manos. Con una sonrisa traviesa agite el bote de nata y le puse un poco en los labios para después comerla tiernamente, ese gesto le sorprendió un poco pero supuso que era un gesto de perdón y me devolvió aquel beso con sabor a nata con sabor al hombre que amaba. Entre estos gestos tontos entre besos tiernos entre abrazos cortos se encendió la pasión que se escondía dentro de mi. Sin ninguna vergüenza me quite el vestido y me quedé en ropa interior delante de él, al mismo tiempo le fui quitando toda la ropa y en aquella perfecta noche de luna llena pude ver a la perfección su cuerpo y él podía ver el mio. Me puse encima de él y lo bese con todas mis fuerzas se podía ver en mis ojos el deseo que tenía de hacer el amor con el. Si hacer el amor y no solo sexo puro y duro, en cada beso que me daba, en cada caricia podía sentir que él me pertenecía y eso hacía que el deseo de tenerlo entre mis piernas aumentará.

Me abrazó fuerte y me puso bajo su cuerpo, ese enorme cuerpo que me traía loca que me encantaba que era perfecto y que por el momento me pertenecía. Sus ojos verdes más brillantes que nunca seguían mirándome, en cierta forma eran hipnóticos y maravillosos. Me besaba con fuerza y yo le devolvía el beso, me sentía cada vez más pegada a él y era la mejor sensación del mundo.

Sin apenas darme cuenta me fue quitando la ropa interior, estábamos completamente desnudos y nos pertenecemos. En esos momentos entre gemidos mi voz entrecortada y el sonido del roce de nuestra piel lo único que nos repetimos eran- Te amo- Te amo- Te amo- Te amo.

La  oscura soledadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora